La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La intimidad perdida de Sevilla
ESPERO no herir a nadie, pero siempre he pensado que San Pedro es un santo de menor entidad personal que otros. Con base en el Evangelio, se puede pensar que era un hombre bastante torpón, primario, con no muchas ideas y con poca imaginación. Obediente y leal, sí, pero buscando el propio escape en momentos clave: las tres negaciones de Jesús, antes de que cantara el gallo, merecen una explicación.
Cuando me enteré, no las entendí y no me gustó. Ahora, con más cosas vistas, creo que él pudo pensar que alguien tenía que sobrevivir para seguir adelante con el proyecto del Cristianismo, y que ese alguien tenía que ser él, por aquello de "tú eres piedra, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia". En fin… Pero no estuvo bonito.
Sea como sea, él fue el encargado de continuar con el proyecto. Jesús demostró, ahí, una de las grandes condiciones del liderazgo mesiánico: hay que contar con todo el mundo, los más listos y los más torpes, para la expansión de la Idea: lo importante es la misión, no los hombres. Jesús tuvo que elegir entre la gente de su entorno, que no era mucha ni muy versada en libros. Seguramente, Él pensaría que lo que había que hacer primero era construir, con lo que tenía más a mano, una estructura, un "aparato" que empezara a funcionar y a consolidarse, porque Él sabría que ya llegaría San Pablo, y que éste daría otra dimensión dogmática y universal, vital para el discurso.
En todo caso, San Pedro llegó a santo. Un santo de diseño para hacer carrera de tal, por un lado, y un santo creador del primer "aparato" de la Iglesia, por otro. Desde estos puntos de vista, las negaciones de San Pedro pueden tener varios sentidos…
A lo que yo no le veo sentido alguno es al conjunto de las negaciones, absolutas unas y relativas otras, de este otro apóstol Pedro de hoy, Pedro Sánchez: no absoluto a Rajoy; no absoluto a los nacionalistas; no "relativo" a Podemos, salvo para apoyar un acuerdo con Ciudadanos… Con esos noes, teniendo en cuenta las incompatibilidades recíprocas pregonadas entre Ciudadanos y Podemos, y si nadie se saca algunas de la manga tras el 25-S, la única solución sería que se retiraran, ya y ahora, Rajoy y Pedro Sánchez, y se intentara diseñar un programa y formar un gobierno con gente seria, con cochura, limpia y solvente -que la hay-, y con el apoyo cerrado, e interno o externo, de PP, PSOE y Ciudadanos.
Quitando esa salida -algo utópica, ya lo sé-, las negaciones del Pedro actual no sirven para otra cosa: ni para gobernar; ni para pactar soluciones para problemas urgentes; ni para hablar en Europa; ni para evitar elecciones; ni para salvar el propio pellejo; ni para convertirse en "la" oposición -¿oposición de quién?-; ni para reforzar el proyecto socialista. Los noes de Pedro Sánchez no tienen nada que ver con las negaciones de San Pedro que, ese sí, podía estar imbuido por un proyecto de largo respiro, tan largo que lleva durando más de 2.000 añitos.
Los niños caprichosos y testarudos suelen decir no para parar el mundo o para negar la realidad: sólo expresan un deseo. La gente adulta sabe que todo "no" contra algo supone, siempre, un "sí" para otra cosa. Los noes maduros no son una vía para la afirmación personal, sino el paso previo para la postulación de algo distinto. Toda negación exige una alternativa, sobre todo en política, porque el mundo sigue andando. Y nos podemos quedar fuera de él.
También te puede interesar
Lo último