Brindis al sol
Alberto González Troyano
Vieja y sabia
Aquí, la que suscribe, saltándose la primera regla que nos enseñan en el oficio: el periodista nunca es noticia. Y me la salto porque en esta campaña electoral se ha llegado, por parte de algunos políticos, al summum del despropósito y callarme no sería de recibo. Han criticado duramente a una colega, Silvia Intxaurrondo, por desmentir un dato falso, al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo –en una reciente entrevista en TVE–. Le han dicho de todo por hacer simplemente su trabajo y porque, pese a quien pese, mis colegas siguen entendiendo que el ejercicio de este oficio se fundamenta en la búsqueda de la verdad. No confundirlos, por favor, con esos mercenarios mediáticos que alquilan su pluma, o su voz, al mejor postor, con una indecencia cada vez más desvergonzada y ostentosa. Hablo de periodistas de verdad, de esos que cuentan lo que ven, y preguntan, y repreguntan porque para eso están, para entender lo que está pasando y contárselo a la gente, sin más interés –insisto– que la búsqueda de la verdad. La salida en tromba de pesos pesados del PP como García-Margallo o González Pons, queriendo matar al mensajero (mensajera en este caso) con afirmaciones torticeras respecto al trabajo de los periodistas y la función de los medios, ha hecho desatar la alarma en la profesión, o “al menos desata la mía” en frase que suscribo de mi amigo y colega, Álex Grijelmo. A estos varones que señalo, a sus líderes, y a más de un pseudoperiodista mercenario/a, habría que recordarles el artículo 20 de nuestra Constitución, el que habla del derecho a recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. Veraz, señores, veraz. A estos propios, cosa curiosa, les flaquea la memoria siempre que la realidad marcha en su contra. Y ¿qué quieren que les diga? Oírlos y mirar con preocupación lo que parece que se nos avecina, según las encuestas, ha sido todo uno. Algunos ya están demostrando cómo se las gastan allí donde ostentan algún poder: prohibiendo y censurando a las bravas todo lo que tenga que ver con sus enfermizas obsesiones de siempre: el sexo, la cultura o la prensa libre. Malos tiempos para la lírica, me temo, y para el buen periodismo, o tal vez sea precisamente este horizonte tan incierto el revulsivo que le hacía falta a nuestro oficio para sacudirse las viejas telarañas y salir a ejercerlo con más sentido que nunca. Sean pues estas palabras mi apoyo solidario a los que lo ejercen, día a día, con honradez y dignidad, y en especial a Silvia y los colegas de RTVE. Ánimo y fuerza.
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