¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La revolución del pesebre
LA Papelería Ferrer cumple este año 160 de vida. La fundó en 1856 un matrimonio catalán de paso por Sevilla rumbo a las Américas y se quedó aquí, tras perder el barco que sólo zarpaba cada seis meses. Es la papelería más antigua de España y una de las más antiguas de Europa. Que esto pase en Sevilla es un milagro. No basta el tesón de cuatro generaciones de la familia Ferrer, no basta ese sentimiento tan catalán de los comerciantes que están orgullosos de serlo y de gestionar una tienda que es patrimonio histórico de la ciudad. Hace falta un milagro.
Si Sierpes sigue siendo Sierpes -perdidas las librerías Pascual Lázaro, Atlántida, Sanz y Eulogio de las Heras; los paraguas de Rubio; las músicas de Damas; los refrigerios de Los Corales y el Laredo; los cines Llorens, Imperial y Palacio Central- es gracias a esta Papelería Ferrer de 1856, a La Campana de 1885, al Cronómetro de 1901, al Maquedano de 1908, a la Ochoa de 1910, al Casal de 1929...
Cuando la Papelería Ferrer abrió sus puertas reinaba Isabel II en España, Victoria en Inglaterra y Napoleón III en Francia, Dickens publicaba La pequeña Dorrit, moría Schumann, la Feria de Abril cumplía diez años de vida y la Semana Santa renacía tras largos años de postración. ¡Habrán reflejado pasos sus escaparates! Y también los han expuesto: aquellos pasitos artesanales, perfectos en todos sus minúsculos detalles, con figuritas de barro coloreadas, canastos de purpurina, candelabros con sus guardabrisas, romanos con plumas blancas, que nos llenaban de admiración cuando los veíamos con la nariz tan pegada al escaparate que dejábamos una pequeña marca en el cristal. ¿Y en cuántas casas no habrá señalado días secos, revueltos, ventosos, buenos, inseguros y húmedos el fraile del tiempo de la Papelería Ferrer? ¿En cuántos cuadernos no se habrá escrito, sobre cuantos Atlas no se habrán hecho viajes imaginarios, cuántas palabras no se habrán escrito con sus plumas y bolígrafos? Vida y memoria de una ciudad son sus comercios, cafés, bares, cines, teatros o mercados. Patrimonio de la vida cotidiana que esta ciudad ha dilapidado sin que los sevillanos ni quienes los han gobernado le diera importancia. Ojalá que nuestros nietos y bisnietos puedan embocar Sierpes con la Campana y la Papelería Ferrer recibiéndolos. De todo corazón te deseo, Papelería Ferrer, que la Macarena se siga reflejando otras 160 madrugadas en tus escaparates.
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