La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La intimidad perdida de Sevilla
Estaba en plena batalla por la vida y nos citó a unos amigos para una comida que tenía un indudable olor a despedida. Estábamos en las postrimerías de las fiestas navideñas, en plena cuesta de enero, y Hugo llegó a aquella cita con su elegancia natural, tan británica, como heredada de su madre y con el mismo talante que le adornó desde que nos conocimos, reciente su llegada a la Cátedra de Anatomía Patológica de la Universidad de Sevilla. Desde entonces, encuentros y desencuentros que se acentuaron durante su estancia en la silla de Benito Villamarín.
La amistad fue ganando enteros cuando Rafael Álvarez Colunga lo llevó al Betis para ser miembro de una Junta directiva que presidía Juan Manuel Mauduit y que estaba en la preparación de los fastos conmemorativos de las Bodas de Platino del club, que se celebrarían en el verano de 1982, recién clausurados los Mundiales. Su misión en aquella directiva era la de supervisar el siempre complicado servicios médicos de un club de fútbol en compañía de su colega José Carlos Campos Camacho.
Pero la vida de Hugo Galera tomaría ya finalizando los ochenta un giro muy acusado como crítico de la gestión de Gerardo Martínez Retamero al mando de la nave bética y el descenso a Segunda División fue determinante para que accediese a la cúpula verdiblanca. Aquella catástrofe de la promoción con el Tenerife llevó a Hugo a la presidencia y al club a una política de austeridad que iba a propiciar un retorno a Primera que fue un visto y no visto.
Ya en Segunda, Pepe León le llevó a sus cercanías la figura del opulento Manuel Ruiz de Lopera, un hecho del que Hugo se arrepentiría de por vida. No sólo se arrepintió sino que se convirtió en enemigo irreconciliable de un personaje que le asqueaba profundamente. Tanta era aquella repulsión que se erigió en oposición frontal del hombre de El Fontanal y lo hizo desde una plataforma creada en tiempos de bonanza deportiva. Una plataforma, Béticos por el Villamarín, que iba a ser fundamental para expulsar a Lopera del templo verdiblanco.
Vi una cantidad innumerable de partidos a su lado en la tribuna de Heliópolis y me consta que ese beticismo adoptado a su llegada a Sevilla no era impostado sino tan real como si en vez de venir de Tenerife procediera de la Puerta Osario. Experto en la lucha para paliar el cáncer ha sucumbido tras una larga y durísima lucha contra esa plaga. La última convivencia fue tan sentida como triste, no le volvía la espalda al drama que vivía y nos despedimos con un abrazo que aún siento. De eso hace tres meses y han pasado pasajes tan dolorosos como el de no poder darle el último adiós. Descansa, al fin, en paz, querido amigo.
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