Miryam Rodríguez-Izquierdo

Las 'setas', tercera fase

Desde su inauguración, las ‘setas’ se han forjado su reputación, dejando atrás las polémicas

04 de enero 2019 - 07:21

En las setas, las noches de invierno son frías. Y más en esa impostada plaza llamada Mayor, en la altura intermedia. A la caída del sol, mientras turistas y curiosos aún ascienden desde el subterráneo hasta el mirador, el parquecillo de columpios se vacía y los correteos infantiles cesan. La explanada se despuebla. Después, un grupo de patinadores la ocupa en la noche cerrada, desafiando al relente y a la gravedad por igual. Pasadas esas estampas, las setas, desiertas, lucen en la madrugada como un fantasmagórico escenario donde, en cualquier momento dado, podría aterrizar alguna nave espacial.

El controvertido diseño de Jürgen Mayer, que le costó a la ciudad seis años de obras y un número indecente de millones de euros, ha acabado por ser un símbolo indiscutible de ésta. Las pérgolas de maderas finlandesas se yerguen sobre las cabezas de sus habitantes con la seguridad de los derechos adquiridos. Con esa misma prestancia, se derraman después en los anchos pilares que las anclan en la plaza de cuyo nombre, Encarnación, pocos se acuerdan de pronunciar. Desde su inauguración a principios de década, las setas se han forjado su reputación, dejando atrás las polémicas. Iban a conformar, y lo hacen, un área al servicio de la vida urbana: reclamo para turistas por sus privilegiadas panorámicas, Sevilla desde las alturas hacia todas las coordenadas; centro de eventos culturales y museo, en el pequeño Antiquarium; lugar de ocio y juegos, arriba en la plaza, con mercadillos ocasionales y algún que otro espectáculo; sitio de cita y parada, bares y tapeo fácil bajo la estructura y en todo su entorno; enclave de abastos, el para muchos ignoto mercado; y hasta por improvisación, fuera de planes iniciales, espacio de reivindicación y protesta a partir del mismo mayo de su inauguración.

Los desacuerdos sobre la extraña estética de los parasoles troquelados han perdido interés. La revitalización de la zona, durante tantos años abandonada, los ha vencido, imponiéndose a las críticas. La rehabilitación de los edificios que se encontraban al fondo de la plaza, algunos reconstruidos desde la ruina, es la constatación más reciente de ello. Y aun así, algunas de esas calladas noches de invierno, los perfiles de las setas recuerdan lo poco sevillana que es su verdadera naturaleza. No podrían haber inspirado a Bécquer para ubicar alguna de sus leyendas, a los Quintero para afinar los diálogos de un sainete o al Cernuda más surrealista para sus evocaciones poéticas. Sin duda, sus narrativas son otras. Hubieran encajado a la perfección en las de Spielberg: en los Encuentros en la Tercera Fase, en la partida de E.T. o en el descenso de las máquinas asesinas de La Guerra de los Mundos.

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