¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La revolución del pesebre
Hace meses que lo advirtió el teniente Cabrera, delegado de Gobernación y Fiestas Mayores. El mayor temor en la ciudad tras el virus, largo y pesado a la hora de pasar como una cofradía de barrio de cortejo interminable, es la explosión de júbilo que provoca en cuanto el calendario vuelve a fijar las citas acostumbradas. La Sevilla de las ocho de la tarde de este 2021 es volcánica, no se le ven síntomas de agotamiento y provoca más y más citas, como de las bodas de antaño salía otra. Ahora, por cierto, da igual lo que ocurra después de una boda, porque ya lo dijo aquella vicepresidenta del Gobierno: ni se le pregunta a la gente por qué se casa, ni se le interroga por las causas de la separación. ¿A santo de qué?
Pues está usted lo mismo a las ocho de la tarde en Cajasol que en Capitanía, en la sede del Consejo de Hermandades que en el salón de actos de la Caja Rural, en uno de los salones del Alfonso XIII o en la azotea del establecimiento de la Magdalena, en la tribuna del estadio de la Cartuja, en la cola de votantes de las elecciones de la Macarena o en una oferta de ropa interior en un comercio de la calle Velázquez. La sexta ola es la explosión de júbilo que vaticinaba Cabrera, de la que están por llegar los peores momentos, que vendrán con la Navidad. Todos esos actos, citas y convocatorias son las pedreas que sirven de gran ensayo para las gran turbamulta de la Navidad, que incluye las alfombritas rojas pisoteadas a la entrada de los comercios del centro. Con razón Oseluí, el candidato del PP a la Alcaldía, le dijo a su secretario general Teodoro García Egea, capillita murciano que se escapa de incógnito a Sevilla de vez en cuando, que necesitaba dos navidades como aspirante a alcalde, dos semanas santas y dos ferias.
Esa Sevilla que se abre el 23 de noviembre con San Clemente (no me pierdo por nada del mundo a Antonio Muñoz portando la lobera de San Fernando) y que continúa con los puestos de belenes, la iluminación de las calles, la nueva confitería de la Campana en la Avenida de bote en bote, las decenas de heraldos y los mil actos del Ateneo con el doctor Pérez Calero al frente. Esperamos y deseamos que no venga el famoso tío Paco con las rebajas y nos cierren el comercio a las ocho de la tarde, como ya ocurre en otras ciudades europeas, que no se produzcan esas medidas correctoras que ya están vigentes por donde sopla el frío. Esperamos que monseñor Aguirre no nos provoque ningún disgusto, porque será difícil oírle hablar del “tema de la sexta ola”. Que todo se quede en el júbilo del teniente Cabrera.
También te puede interesar