María José Guzmán

La sombra de la turismofobia

Puntadas con hilo

El ruido de las maletas despierta ya la necesidad de demostrar cómo esta industria beneficia a todos

01 de marzo 2022 - 01:45

El ruido de las maletas arrastradas por las calles ha regresado, rompiendo el silencio impuesto por la pandemia. Y, en contra el pronóstico de muchos, ha despertado de nuevo ese sentimiento de turismofobia que, si bien en Sevilla nunca había llegado a los niveles de otros destinos, hace tiempo que merodea cual fantasma queriendo ahuyentar el crecimiento de esta industria.

El tremendo impacto del Covid sirvió para que la sociedad percibiera con mayor claridad la gran importancia que el turismo tiene para la economía, especialmente la de Sevilla, y desinflar ese discurso antiturístico. La ruina que vació la ciudad de turistas y obligó a bajar las persianas de muchos negocios hizo aflorar sentimientos contradictorios porque el sevillano también se reencontró con la ciudad y empezó a disfrutar de un patrimonio que consideraba que el turismo le había arrebatado. Y ahora que los visitantes regresan hay una impresión que vuelve a hincharse de nuevo conforme los hoteles y los restaurantes recuperan clientela.

¿Y eso cómo se evita? Sin duda es un gran reto para los gestores municipales, para la industria en general. Y todo pasa por mejorar la calidad de vida de los residentes, no sólo la experiencia del turista. La receta es la apuesta por un turismo más sostenible en todos los sentidos: desde el medioambiental, al social y económico. Y es aquí donde surgen las dudas: ¿qué significa?

Un turismo sostenible es el que crea riqueza y empleo sin destruir ni el patrimonio natural ni el cultural ni la idiosincrasia de la comunidad. Un turismo donde todos ganan, los de dentro y los de fuera y que permite mantener el equilibrio sin romper la identidad propia que, por otra parte, es la gran ventaja competitiva de los destinos turísticos en un mundo globalizado. Un turismo que no sólo se ve, sino que se siente y, para ello, debe proporcionar experiencias donde el residente, quien las fabrica o transmite, es el coprotagonista.

Sevilla camina por esta senda, que conduce hacia un turismo de alto nivel adquisitivo, y es fundamental adelantarse al turismo que viene porque, cuando se produzca el tsunami que traerá el final de la pandemia, la ciudad debe estar preparada para recibir a ese turista que quiere. Y para seleccionarlo debe antes amoldar su oferta. Sevilla une su nombre hasta al de los viajes al espacio o los coches voladores… No es ciencia ficción, sino la apuesta por la innovación aplicada al turismo que sitúa a la capital en la vanguardia de esta industria y que suma alicientes para que Sevilla empiece a pensar en visitantes, más que en turistas, capaces de revolucionar su modelo productivo.

Todo esto está muy bien. Pero mientras llega, ¿cómo se apaga la turismofobia? Hay una percepción que se apoya en datos objetivos para rechazar el turismo y es la precariedad de muchos trabajadores de este sector, convencidos de que del turismo sólo se malvive. ¿Es una situación generalizada en esta industria? Probablemente no, pero su existencia genera rechazo social y es algo que debería centrar también el foco de las estrategias de ese turismo que viene.

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