¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La revolución del pesebre
SEGÚN reza el refrán, los toros se ven mejor desde la barrera. Polémicas taurinas aparte, lo que explica el dicho es lo fácil que resultar criticar u opinar sobre algo cuando el que lo hace está en una situación privilegiada, fuera de peligro. Como a muchos otros, a mí me gusta llevar los refranes a mi terreno y hacer de ellos lo que me da la gana. Con este, por ejemplo, suelo pensar en esa clase de personas que no actúan, las que se sientan en un banco a mitad del camino y se dedican a observar, a esperar a ver qué es lo que la vida tiene para ellos.
De haber sido toreros, las cornadas hubieran estado a la orden del día. Alguien que salta a la plaza y no hace ni por agitar el capote levemente es blanco fácil para un toro embravecido. Pues con la vida pasa igual. Hay criaturas que acaban de estudiar y se sientan en su sofá a esperar que lo llame Amancio Ortega y lo nombre su heredero universal. Como si el trabajo fuera algo que llama a nuestra puerta y no hubiera que buscarlo hasta debajo de las piedras. Que le pregunten a un parado. Luego los hay que llevan enamorados de su vecina de enfrente desde que iban al jardín de infancia. La observan por la mirilla pero jamás le han preguntado su nombre. Alguno de ellos fue valiente y se atrevió a dar el paso y ya camina de la mano con su vecina. Lo malo es que ahora lleva años esperando a que ella le proponga vivir juntos. Él se muere de ganas, pero jamás tomará la iniciativa.
Sus vidas se convierten en una especie de barco que deambula por alta mar sin un rumbo fijo. La marea manda, no hay capitán. A veces las olas son benévolas y arrastran la nave a una idílica playa. Después de ver la bonita estampa, el afortunado grumete se reafirma en su conducta y continúa su trayecto sin hacerse cargo del timón. Pero, el clima tropical es lo que tiene, que después de ver palmeras en la costa y aguas cristalinas se desata la tempestad y al barco sin capitán no hay fortuna que lo salve. Todo por no haber querido coger el toro por los cuernos.
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