El turismo, ¿cuestión de límites?

15 de abril 2025 - 03:08

El alcalde de la ciudad y el presidente de su Consejo General de Hermandades y Cofradías tuvieron en las vísperas cuaresmales un arrebato de lucidez –también de valentía, por qué no decirlo– y proclamaron, ignoro si motu proprio o a instancia de parte, que a la Semana Santa de Sevilla no le hace falta que vengan más turistas y que, si acaso, le sobran unos cuantos puñados. Les han caído críticas y reproches por todos lados. Y aunque posiblemente sean los dos cargos de la ciudad más acostumbrados a recibir guantazos dialécticos por la mañana, por la tarde y por la noche, los dos han acusado el golpe.

Lo dicho por estos señores no es para rasgarse las vestiduras ni supone, como se les ha reprochado, una desconsideración intolerable con el único negocio que de verdad la da a Sevilla de comer. Simplemente, han constatado una realidad que no se le escapa a ningún sevillano: la Semana Santa ha perdido a fuerza de masificación y mala educación una buena parte de su identidad y ha dejado de ser una conmemoración de carácter religioso y ciudadano para convertirse en un espectáculo en el que hay que colgar de forma permanente el cartel de completo.

Nadie en sus cabales puede estar en Sevilla contra el turismo. Y mucho menos el alcalde o el presidente del Consejo. El primero por razones obvias. Él mejor que nadie sabe que el día que dejen de venir turistas aquí no vamos a tener un problema, sino que vamos a tener el problema. El segundo seguro que es consciente de cómo se ganan la vida los más de cincuenta mil sevillanos que estos días, si el tiempo acompaña, piensan ponerse un capirote para acompañar a las imágenes de sus devociones. Un porcentaje muy alto de ellos comen todos los días gracias a que a Sevilla no dejan de venir turistas.

La polémica, tal y como ha sido planteada, no tiene mucho desarrollo. La Semana Santa de Sevilla seguirá teniendo siempre un enorme atractivo en que el que se mezclan elementos muy diversos y serán muchos lo que la quieran ver en primera fila. Quizás sería también el momento de preguntarse qué parte de culpa en el deterioro de la celebración tiene la masificación turística y qué parte tienen otros elementos mucho más locales que tienen que ver con la forma de entender las claves de la ciudad.

Lo mejor de la controversia levantada por las palabras de José Luis Sanz y de Francisco Vélez es que abren una cuestión que Sevilla debe plantearse y que trasciende la Semana Santa: ¿está la ciudad saturada y por lo tanto debería enfocar su política turística de otra forma para olvidarse de la cantidad y centrarse en la calidad? La polémica es vieja y recurrente, pero o se empiezan a tomar medidas o el turismo puede pronto dejar de ser la solución para convertirse en un problema más de los muchos que atenazan a Sevilla. De hecho, es pertinente si ese límite no lo hemos cruzado ya.

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