¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Ussía, el último acto del “otro 27”
Salirse de sí mismo y ambicionar vivir otros mundos ha sido una de las primeras necesidades descubiertas por el ser humano. Y cuando explorar directamente lo distinto no resultaba posible, inventó un sustitutivo y a esa maquinaria prodigiosa se le llamó novela. Porque gracias a su lectura se puede sentir lo ausente por medio de lo descrito. De ahí, el éxito que ha acompañado desde sus inicios al fenómeno social de la literatura. Y aunque siempre hay quienes prefieren la experiencia directa, como tal cosa no siempre es posible, bien sea porque lo que se quiere conocer transcurrió en el pasado, o en un entorno ajeno y lejano, los libros proporcionan a la imaginación el alimento añorado. Gracias a la ayuda de una simple novela, bien elaborada, se recrea en la nada, desde un sillón en austero cuarto, aquella realidad exterior que tanto se busca. Por eso se han escrito tantas novelas para suministrar elementos que, gracias al refuerzo de la ficción, realizan los deseos latentes del lector. Para este mes de agosto se quiere utilizar este espacio para brindarle al lector los títulos de una serie de novelas que puedan cumplir esa labor: facilitar ventanas con vistas al exterior, recreadas por las dotes de un novelista, para recuperar así el pasado o adentrarse en un ambiente que se ansiaba conocer. De momento, Andalucía podría ser el primer territorio por el que deambular por medios tan exclusivamente literarios, desvelando los pasos previos que hay detrás de grandes logros de la cultura andaluza. Esta vez será el vino. Un producto del que se disfruta en todos sus rincones, mesones, ferias y tabernas, pero que aún se podría degustar más si se conociera de manera detallada cuánta imaginación, sabiduría, dificultades, tareas en las viñas, conflictos sociales y esfuerzos económicos han sido necesarios para que, esa copa, contenga, a la hora de beberlo, tantos alicientes. Y existe una parte de Andalucía en la que se da una llamativa coincidencia: la calidad de sus vinos ha despertado, además, el valor añadido de atraer a una buena gama de novelistas, que se han sentido llamados para contar por qué ese milagro en esta tierra ha sido posible. Esos novelistas captaron que el mejor vino aún sabe mejor si se conoce toda su trastienda laboral, la trayectoria de sus propietarios, los problemas de sus viñas, la invención arquitectónica de sus bodegas, y también sus trágicos enfrentamientos políticos y sociales, sin descuidar el vivo y único clima cultural surgido alrededor. Por eso, para empezar esta andadura novelesca se ha escogido como guía simbólico el vino, recorriendo de su mano el marco del Jerez (que incluye a Sanlúcar y El Puerto). En compañía de unas novelas que suponen, a su vez, una de las mejores claves para recuperar imágenes muy olvidadas de Andalucía: La bodega, de Blasco Ibáñez, La gran borrachera, de Manuel Halcón, La bodega entrañable, de José y Jesús y de las Cuevas y Dos días de septiembre, de Caballero Bonald. Todas ellas disponibles en librerías. Un viaje que merece la pena.
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