Editorial
Proteger a los gobernados y no a los gobernantes
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El dato que publicó ayer este periódico es particularmente preocupante: la superficie quemada en lo que va de año triplica ya a la que se calcinó durante 2016. El verano no ha hecho más que comenzar y todo indica que el problema va a ir a más: la sequía, que ya ha hecho que aparezcan las primeras restricciones de agua en algunas poblaciones andaluzas; las altas temperaturas -todas las previsiones apuntan a que este verano volverá a ser extremadamente caluroso-, los fuertes vientos y la acción antrópica, tanto voluntaria como involuntaria, harán que el fuego esté permanentemente presente durante estos días del estío -ayer se registró uno en Riotinto, donde en 2004 ardieron 30.000 hectáreas-. Además, hay que sumar una causa importante: la disminución, por motivos presupuestarios, de los trabajos de limpieza y desbroce de los bosques andaluces, una herencia envenenada más de la crisis y los consiguientes recortes.
Como se suele decir hasta la saciedad cuando se produce un incendio forestal, "los fuegos se apagan en invierno". Esta expresión quiere poner de manifiesto la importancia de las labores encaminadas a mantener limpias las zonas de árboles para que en el verano, con la llegada de la sequedad, no se conviertan en auténticas yescas en las que el fuego prolifere con rapidez. Un bosque bien cuidado es una garantía contra los incendios. Por esto, hay que exigirle a la Junta de Andalucía que no escatime ni un solo euro en los trabajos encaminados a mantener unos espacios naturales que son vitales para nuestra economía y calidad de vida. Comprendemos que los recursos son limitados y que estos años de recortes no han sido fáciles, pero se nos ocurren muchos lugares e instituciones donde aplicar la inevitable tijera antes que en estas labores esenciales para la supervivencia de nuestros ecosistemas más preciados.
Asimismo, es importante intensificar las acciones pedagógicas para que la población comprenda lo mucho que perdemos, anímica y materialmente, cada vez que se produce un incendio como el de Moguer -8.500 hectáreas calcinadas-, que llegó incluso a amenazar Doñana, una de las principales tarjetas de visita de Andalucía en cuestiones medioambientales. Reconociendo que en este campo se ha avanzado mucho en los últimos tiempos, sería necesario trabajar más en la concienciación ciudadana, especialmente con la que reside en las zonas más proclives a este tipo de siniestros.
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