La debilidad de Europa

La llegada el 20 de enero de Donald Trump a la Casa Blanca por segunda vez ha cambiado los parámetros globales a nivel económico y geopolítico. En el primer caso, los anuncios sobre aranceles han revolucionado los mercados y han puesto en alerta a gobiernos y empresas, que han quedado al albur de los designios que marca el presidente de EEUU en sus redes sociales. El acuerdo alcanzado con la UE en la reunión de julio en Escocia entre el propio Trump y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha puesto de relieve cómo Europa se ha visto obligada a aceptar las condiciones estadounidenses ante la posición de fuerza mostrada por el mandatario republicano. Este pacto leonino, que en la práctica supone de momento acatar una tasa del 15% para las exportaciones europeas sin obtener nada a cambio y que amenaza con elevarse hasta un 35% si la UE no cumple con las exigencias de Trump, ha recibido los reproches por ejemplo del presidente de Francia, Emmanuel Macron, que espera un reequilibrio en las próximas fechas, sobre todo en el sector de los servicios. En España, Pedro Sánchez saludó el acuerdo, pero “sin entusiasmo”, mientras que en Andalucía, el presidente de la Junta, Juanma Moreno, ha calificado las tasas como “injustas” y ha advertido de que “van a generar la parada del progreso, el bienestar, el empleo y el futuro”.

A todo esto hay que unir el escaso peso de Europa en los dos principales conflictos bélicos mundiales: Ucrania y Gaza. La voz de la UE es prácticamente ignorada en el concierto internacional desde que Trump puso un pie en la Casa Blanca. La imposición de incrementar el gasto militar hasta un 5% del PIB de los aliados de la OTAN, con los mensajes aduladores de su secretario general, Mark Rutte, supuso un episodio que mostró al mundo quién dirige sus designios. Y por si fuera poco, la UE tampoco se ha hecho oír en la crisis en Palestina, que deja imágenes diarias lamentables en los informativos ante la pasividad e inoperancia de los dirigentes europeos.