Platónicamente, la ilusión es una forma de ignorancia, una representación de nuestra imaginación, pero, sin menospreciar al sabio ateniense, yo soy más de la corriente filosófica de La Cabra Mecánica: no me llames iluso por tener una ilusión. Nuestro Julián Marías decía que el español es el único idioma en el que a ese concepto se le da el sentido de emoción de lo futurizo, de lo proyectivo. Vivir esperanzado es una necesidad emocional que alimenta al optimismo. Una fuente de dopamina. Y aunque a veces es un camino de preocupación o dolor, la ilusión es la diferencia entre existir y vivir.
En cuestiones amorosas, se confunde el enamoramiento inicial con la ilusión. Mal hecho. El primero es una sensación temporal motivada por la agitación que provoca comer la fruta de las primeras veces, pero la segunda es la promesa, el interés permanente por la persona amada.
Hace casi un año tuve un flechazo que nació de una imagen que se me cruzó en una red social y miré casi de reojo. Italo Calvino aseveraba que el paso entre la realidad que ha de ser fotografiada porque nos parece bella y la realidad que nos parece bella porque ha sido fotografiada, es brevísimo. La placa fue tomada en la plaza de toros de Guillena, la estampa era un pase al natural ejecutado por un novillero rubiasco y chicuelo con la barbilla hincada en el pecho, la cadera acompañando el muletazo, las yemas de los dedos agarrando el palillo y los talones clavados en el suelo; la sensibilidad de haber captado esa imagen, de Antonio Delgado-Roig. Y en esa visión nació en mí una ilusión llamada Javier Torres, Bombita. Necesité saber si la belleza había sido fotografiada o la fotografía había hecho la belleza, y lo que me encontré fue un chaval de 20 años, estudiante de un doble grado en Derecho y Finanzas, cuyo incipiente toreo recuerda al de los de su sangre, cuarta generación de Bombitas, tataranieto de Manuel Torres, con un estilo inusual entre los que comparten el mismo sueño que él. Me prendó la expresión de su cara, la sonrisa, el brillo de sus ojos, la alegría hecha torero. He involucrado a mis tres hijas en este nuevo entusiasmo para que, cuando Bombita llegue a figura, ellas sientan la satisfacción de saberse partidarias suyas desde los comienzos. Acompañamos al torero en la novillada que se dio en la plaza de toros de Utrera, felizmente llena de gente joven (malos tiempos para Urtasun), lo seguimos en el ciclo de novilladas de promoción de Canal Sur y el pasado jueves, 10 de julio, debutó en la Maestranza cortándole una oreja a un novillo de Villamarta. Yo, desde Pamplona, estuve atenta a las noticias que daba su peña taurina que con tanto afán lo sigue y a la que pertenezco, y mientras escuchaba a la andanada de sol cantar La chica yeyé, soñé con verlo salir por la Puerta del Encierro como triunfador de la Feria del Toro.
No me gusta dar consejos ni aunque me los pidan, pero como estoy aquí para servir a Dios y a usted, le digo que, si no tiene una ilusión, se la busque. Búsquese un Bombita, porque seguirlo es, en sí mismo, un estado de ánimo.