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Aznalcóllar se quita el luto

  • Los mineros preparan una marcha para el 25 de abril en la que reivindicarán el papel del yacimiento y su potencial El cierre redujo en un 26% la población, que subsiste de los jubilados del sector

El 25 de abril hará 16 años que Aznalcóllar fue noticia mundial por la rotura de la balsa de residuos de la mina que, en 1998, gestionaba la empresa sueca Boliden. Durante la jornada, cuando teóricamente ya debe haber varias empresas preseleccionadas para asumir la explotación, está previsto que una marcha vecinal recorra los pocos metros que hay entre yacimiento y el pueblo. Juan José Fernández, de CCOO, representante de los 13 mineros que aún trabajan para la empresa de la Junta Tragsa en tareas de conservación, dice que ese día Aznalcóllar "se va a quitar el luto", se va a sacudir esos otros lodos que lo han estigmatizado, como símbolo de la peor gestión ambiental de un sector económico, para reivindicarse como enclave minero y fuente de riqueza para Sevilla.

"Pones Aznalcóllar en Google y sólo sale el vertido" -el "desastre de Aznalcóllar" tiene su entrada en la Wikipedia- se lamenta Francisco Librero, 48 años, otro de los mineros que aceptan explicar cómo ven la posibilidad de que la mina reabra y por qué el pueblo estaría dispuesto a todo si, por el litigio de competencias que la Junta y el Estado parecen haber resuelto, se frustra. 2.500 personas, la mitad del pueblo, acudieron a la asamblea para estudiar protestas, que se descartaron tras el acuerdo. El grupo aprovecha un descanso y aparece con la ropa polvorienta descendiendo del complejo de escombreras de roca rojiza de más de seis millones de metros cuadrados. La vieja mina a cielo abierto queda al sur, mira al pueblo, inundada de residuos recogidos tras el vertido. La Corta de los Frailes, la que se quedó en una fase inicial de explotación cuando Boliden echó el cierre, está al norte, tiene agua azulada. Desde lo alto se ven las tres antorchas de la planta termosolar de Abengoa en Sanlúcar. Tras la conversación, los trabajadores se dispersan y sólo queda Manuel Acevedo (53 años, entró con 22 en la mina) pintando la garita, como le han dicho. En pocas semanas habrá tres turnos de vigilancia. En los últimos meses se han recibido visitas de empresas. Una era canadiense, dice, había también otra que traía a un empleado brasileño. Venían con topógrafos y planos.

Pero la mina enclavada en la Faja Pirítica, que va del Sur de Portugal a Sevilla -desde ella se ve el humo de la planta de Cobre Las Cruces- no tiene en el pueblo las connotaciones negativas que arrojan internet y las hemerotecas. Aznalcóllar tiene 4.260 empadronados. El año del desastre eran 5.756. El cierre de la mina, en 2002, ha expulsado a casi el 26% de la población. El plan de reindustrialización que la Junta impulsó con el Parque de Actividades Medio Ambientales (PAMA) no frenó el goteo. "Las empresas han cogido subvenciones y muchas se han ido, casi todas han pasado por expedientes de empleo", dicen los mineros. En el yacimiento se montó y desmontó una cantera de áridos. Se habla de una tasa de paro del 30%, que los sindicatos elevan al 45%. Hay jóvenes que ni siquiera se gastan los cuatro euros del autobús hasta la oficina de empleo de Camas para inscribirse.

Pero, incluso en esas circunstancias, la mina es la tabla de salvación de la que Aznalcóllar no reniega. Boliden tenía a 549 contratados fijos cuando el vertido. Más de 160 se prejubilaron. Es difícil no cruzarse con algún jubilado de entonces. O de antes. José Fernández, de 96 años entró en 1942 con una empresa británica y es el más longevo en el hogar del pensionista. También son jubilados de la mina sus cuatro hijos, su yerno y muchos otros. Con hasta 2.000 euros brutos, su dinero es el que se mueve en los negocios y sustenta a varias generaciones a las que la crisis generalizada ha limitado todavía más las posibilidades de futuro. La mina es la "bomba", la "lotería", el "Plan Marshall", se repite, en la que confían a ciegas.

"¿Qué empresa de España puede asegurar que va a dar trabajo durante 30 años?", espeta Valeriano Carrasco, otro de los empleados de la mina (hay mecánicos, administrativos o conductores en el grupo) cuando se le plantea si no sería mejor apostar por una industria que no estuviera al socaire de lo que dure un recurso natural limitado y que puede dejar a otra generación en la estacada. La misma respuesta dan cuando se les pregunta si no les preocupa que se genere menos empleo o más precario del previsto. Pasa en todos los sectores y cualquier cosa será mejor que la nada.

En los ojos de estos 13 mineros que ahora tienen entre 42 y 58 años y que protagonizaron una intensa lucha para que se cumpliera todo lo que las administraciones le prometieron -estuvieron en huelga de hambre y durante meses encerrados en la Catedral-, la sensación de haber quedado en el olvido se ha disipado un poco con el anuncio de la reapertura. Dicen que van a luchar de nuevo por estar dentro, por culminar su vida laboral en la empresa que resulte elegida. Cobran unos 900 euros, los únicos ingresos en casa de la mayoría. "Nos pertenece esa oportunidad, hemos dejado nuestra juventud y nuestra salud aquí y nos han hecho muchas promesas", se enerva Carrasco. Sus compañeros asienten.

Están dispuestos a movilizarse, a marchar donde sea si el litigio entre la Junta y el Estado frena el proceso de apertura, no sólo por ellos. Suman casi una treintena de hijos, la mayoría jóvenes y adolescentes. Sólo se salvan del desempleo los que están estudiando y no sin dificultad. "Tengo una hija de 23 años que hace Turismo y un hijo en Odontología; no podría pagarle los estudios pero tengo a mis padres", dice Marcial Martín (48 años), que cuando cerró la mina trabajaba en la corta con el camión. A su hija le confirmaron la beca hace tres meses. Pero no ha cobrado ni el primero de los dos pagos. Los hijos de otros tuvieron que dejar las aulas.

Rodrigo Sanz, tiene 50 años. La noche del vertido estaba desatascando la "molienda" y cuando arrancó le ordenaron pararla porque "había pasado algo muy gordo". Su hijo de 28 años cotizó 36 días en 2012 y 33 el año pasado. Está "loco de contento" de pensar en un futuro en la mina. Está haciendo cursos de grúas y carretillas. En realidad se vive algo muy parecido a lo que, en su adolescencia, vivieron muchos de estos hombres, que trabajaron esporádicamente en el campo, en la construcción. Pero la mina era donde más dinero se ganaba, la estabilidad, el reto.

Cuando en el pueblo se pregunta por qué creen que cerró, se barruntan varias ideas. Fue una decisión política tras el vertido, dice otro jubilado de la mina, porque seguía habiendo material para extraer, como ahora. "Algunos se hicieron millonarios recogiendo lodos", añade otro frente al hogar del pensionista. También se apunta a que Boliden huyó para no tener que pagar la limpieza o enfrentarse a embargos. No lo hubiera hecho -consideran otros- si los precios del metal que tiene Aznalcóllar (cobre, plomo, zinc, sobre todo), fueran como ahora. El del plomo se ha multiplicado por cuatro. No hay miedo a burbujas y prefieren hablar del futuro, sacudirse ese "luto" por el desastre ambiental que Aznalcóllar ha llevado, como dice Juan José Fernández, tantos años.

El sindicalista se ha cogido un día de vacaciones para atender una visita de Juan Manuel Moreno, el nuevo líder del PP-A que se iba a celebrar el jueves y se aplazó. No le importa, está dispuesto a reunirse con quien sea porque la decisión de abrir, de la que se siete en parte artífice, llegue a buen puerto. El cierre de la mina cambió el mapa político en Aznalcóllar -gobernaba el PSOE, hoy lo hace el grupo de IU en el que se integraron los mineros, el alcalde era el presidente del comité de empresa con Boliden-. Todos los partidos saben que, en una crisis y un páramo laboral, el poner en marcha una iniciativa que genere empleos gana enteros: Susana Díaz se fue a Aznalcóllar la tarde del acuerdo con el Estado y Juanma Moreno quiere pasar por allí, tal vez espere a que el Consejo de Ministros valide el concurso internacional que puso en marcha la Junta. Ya han pasado dos viernes sin las noticias que se anunciaron.

Ante la sede de CCOO, en la Avenida de Andalucía, a Juan José Fernández le esperan una quincena de chavales a los que va a acompañar a un municipio de la Vega para exigir que les paguen los dos días de trabajo, a 39 euros, tras los que ya no les volvió a llamar la manijera rumana. Lucha sindical por la miseria. Algunos son ya padres, pese a su juventud. También hay hijos de mineros que, según Juan Francisco Conde, el más prolijo en palabras, van a luchar por entrar en la mina. Dicen estar dispuestos a adquirir la formación que no tienen.

Los mineros han advertido que si la nueva empresa no crea una nueva planta de transformación -la anterior se vendió, sólo se usa una parte del taller mecánico donde hay una chatarrería que recicla neumáticos- los empleos fijos no serán más de 50 ó 60. Pero algo es algo. También están las subcontratas y la mina es uno de los sectores que genera más empleo indirecto, dicen los expertos, cuatro por cada empleo fijo. "Dará vida al pueblo", apunta María, de 33 años, enfrente del grupo de chicos. Su marido tiene 34 y trabajó nueve meses en la mina antes de cerrar. Es uno de los que hallaron empleo en una empresa del PAMA que "está fatal, a punto de cerrarse" y está pendiente de la mina. Como Carmen y su pareja, de 20 y 21. Ella ha acudido a informarse de los cursos. No tienen miedo a contaminación ni vertidos. Aznalcóllar cree que las cosas han cambiado, que los políticos han visto que prima crear empleo, que las tecnologías y la experiencia servirán para que no se repita y el pueblo pueda recuperar el orgullo de su pasado minero.

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