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El Madroño: La vida lenta que resurge del gran incendio de 2004

El Madroño

El Madroño / Juan Carlos Muñoz

Llegar hasta El Madroño por la carretera de Aulaga es una aventura para los amantes de las motos. Quizás sean ellos y algunos senderistas los forasteros que más frecuenten este pequeño pueblo, de 290 habitantes repartidos entre el núcleo urbano y cuatro aldeas: El Álamo, Juan Gallego, Villagordo y Juan Antón. Un municipio a 9 kilómetros de Nerva (Huelva) y 8 de Berrocal, también onubense y que, tradicionalmente ha sido residencia de mineros que trabajaban en las Minas de Riotinto. 

En el año 2004 un gran incendio destrozó 30.000 hectáreas de su entorno, en el paraje conocido como La Pata del Caballo, una desgracia natural que se transformó en una oportunidad para que la población joven no huyera buscando trabajo. Este incendio, que durante la última semana de julio de 2004 arrasó más de 26.000 hectáreas de arboleda y matorral en las provincias de Sevilla y Huelva, calcinó casi al completo el término municipal de Berrocal. Las llamas se extendieron por otros 12 municipios onubenses y sevillanos y los vecinos de Berrocal y El Madroño, las zonas más afectadas, tuvieron que ser desalojados durante dos días.

El Madroño El Madroño

El Madroño / Juan Carlos Muñoz

El fuego acabó con la vida de un matrimonio de más de 60 años que quedó atrapado en su furgoneta y que fue alcanzado por las llamas. Hubo un detenido, vecino de la zona, que fue acusado de provocar el incendio. Durante los tres días que duró el incendio, causó daños por valor de 306.460.146 euros.

La ampliación del puesto del Infoca permitió que muchos pudieran seguir en su pueblo. Hoy en día tienen 17 niños (siete en Infantil) en el colegio de Primaria y un número de alumnos de secundaria que estudian en el IES Vázquez Díaz de Nerva. Y la población crecerá pronto con un nuevo bebé que llegará el 20 de enero. En términos relativos puede resultar un número reducido de niños, pero teniendo en cuenta la población (unas 180 personas en el núcleo urbano), supone una natalidad más alta que en otros pueblos con mayor densidad de población.

Dos bares-tiendas

El Madroño tiene dos bares-tiendas al que se suma uno a la entrada del pueblo los fines de semana. En todos "se come de miedo y están limpísimos", explica Francisco Javier Esteban Pérez. Es un jubilado de Atlantic Cooper, uno de esos mineros que se volvieron al pueblo cuando terminó su tiempo en activo. Aquí lee -en la mochila lleva el último Premio Planeta, Las hijas de la criada, de Sonsoles Ónega-, pasea, habla con los vecinos. Son algo más de las diez de la mañana de un día que para muchos es de puente y va al Bar Marcelo a comprar algo y saludar al dueño, Francisco. "Lo mejor de este lugar es la calidad de vida. Hay tiempo para todo". Francisco Javier tiene 75 años y se ha llevado 40 años trabajando en Huelva. "Tengo un piso en Sevilla, pero aquí estoy muy bien", afirma.

Bar Marcelo en El Madroño Bar Marcelo en El Madroño

Bar Marcelo en El Madroño / Juan Carlos Muñoz

"En verano, hay más gente y con la Candelaria, que se celebra el 8 de diciembre, vienen siempre muchos vecinos que ya no viven aquí", explica Francisco. Uno de los parroquianos, Miguel Ángel, mientras toma un café repite lo que afirman todos los vecinos con los que nos encontramos esta mañana un tanto gris de diciembre. "Aquí se vive bien. La tranquilidad es máxima. Por la madrugada lo único que suena es el gallo a las 4:30", añade con cierta sorna. 

El Madroño El Madroño

El Madroño / Juan Carlos Muñoz

En la puerta, viendo pasar a la gente está Eusebio Martín. "Yo soy de Sevilla, he trabajado en El Rinconcillo, llevando casetas de Feria, en muchos sitios", dice este enamorado de la radio que tiene 83 años y se vino a vivir de Sevilla al pueblo. "A mi mujer le dio un infarto y el médico le dijo que tenía que estar tranquila sin subir escaleras, y aquí nos vinimos hace cinco años. Ella está genial y yo vivo muy bien. Trabajo desde que tenía 14 años. Ahora me toca descansar y estar tranquilo". 

El otro bar-tienda es Casa Pedro. Pedro Chaparro está al frente del negocio donde "echó los dientes". "Aquí vienen, compran, echan su cervecita", explica. 

Eva María Martin Chaparro es una de las jóvenes que decidió quedarse en el pueblo y criar allí a sus hijos. Tiene una hija, Jimena, que no para de jugar con Alan, mientras ella y la madrina del niño hablan. "Están juntos en la clase y, como hace un par de días que no se ven, pues a jugar", explica mientras se toca su barriga. Está embarazada.  Un nuevo madroñero que nacerá en el comarcal de Riotinto sobre el 20 de enero. "Cuando nació mi hija, que ahora tiene cuatro años, hacía mucho que no nacía ningún niño aquí. Vino hasta la tele. Después de ella vinieron muchos más", recuerda. 

El Madroño El Madroño

El Madroño / Juan Carlos Muñoz

"Ahora hay muchos niños chicos, nos juntamos después del cole en el parque. Además, la escuela tiene muchas actividades, sobre todo que estamos en el campo. Ahora están dando el bosque y los maestros los sacan a pasear para que conozcan los animales, los árboles, las plantas, aprenden mucho", afirma. "Los niños aquí crecen muy libres, estamos pendientes de ellos, pero es verdad que tienen más libertad". Jimena recuerda que cuando era más pequeña, la única de su edad era ella. "Mi hija tiene compañeros con los que se lleva meses". Otra de las ventajas es el profesor de apoyo que todas las tardes atiende a los niños que lo necesiten gratuitamente en el Centro Guadalinfo.

El Madroño El Madroño

El Madroño / Juan Carlos Muñoz

Entre las sorpresas de El Madroño, su farmacia. Bueno, concretamente, su farmacéutica. Irene Gómez compró la botica hace tres años, en plena pandemia. "Venía de un laboratorio en Madrid. En realidad trabajaba entre la capital y Sevilla. Estaba entre una en la ciudad y esta y me decanté por El Madroño. No me arrepiento. Aquí la gente es supernoble, hay mucha gente joven y puedo llevar a cabo además mis rutinas de dermocosmética", afirma. Desde aquí, además, envía los pedidos al resto de España porque da consejos de dermocosmética a través de una cuenta de Instagram.

Sandra Acevedo Sandra Acevedo

Sandra Acevedo / Juan Carlos Muñoz

"Se fían de ti, puedes aconsejar, es un trato más de farmacéutica, no de vendedora de medicamentos. Estudias mucho, investigas para resolver las dudas que te plantean los pacientes. Madrid es muy estresante y esto me ha dado paz. Y sobre todo me gusta el trato con la gente, que es muy buena. Soy la boticaria de toda la vida", resume. 

"Hay mucha gente joven, pero también hago muchas rutinas de belleza para personas mayores y hombres. Oye, que también tienen que cuidar la piel", señala. Así que, desde El Madroño salen cada día rutinas de belleza y nutrición para otros puntos de España a través del Instagram de la farmacéutica (iregomez.dermo).

La farmacia de El Madroño La farmacia de El Madroño

La farmacia de El Madroño / Juan Carlos Muñoz

Es un pueblo pequeño pero tiene iglesia, farmacia, cajero automático, centro Guadalinfo, gimnasio y piscina gratuitos para los empadronados, un pequeño centro de Salud y un autobús que lleva y trae a los alumnos de Secundaria hasta Nerva "y que no le cuesta nada a los padres". En estos municipios la labor del Ayuntamiento es casi de padre o madre de familia. Los problemas son más cercanos y la primera persona a la que se pide ayuda suele ser al alcalde o concejal (alcaldesa o concejala). La mayoría de ellos no tienen dedicación exclusiva, por lo que deben compaginar el cargo con un trabajo. En el caso de El Madroño el alcalde (PSOE) es Antonio López y la primera teniente de alcalde, Sandra Acevedo. Él tiene un 75% de exclusividad y ella un 25%. Sandra vive y trabaja en El Madroño y es madre de uno de los 17 niños que está en el colegio del municipio.

Policía y médico

"Es un pueblo tranquilo. Tuvimos algún que otro robo en las casas más aisladas del campo, pero ya está mejor ese tema. No hay policía municipal. Dependemos del Cuartel de la Guardia Civil en El Castillo de las Guardas, pero tampoco disponen de muchos efectivos. Nos gustaría que, de vez en cuando, los agentes  se dejaran ver por el pueblo", admite.

Aunque deja claro que en el pueblo la vida transcurre de un modo tranquilo, la primera teniente de alcalde lamenta que desde hace un mes no tienen médico de atención primaria todos los días. "Solo viene los lunes, jueves y viernes, de 8:00 a 15:00 y los jueves se desplaza a las aldeas para ver a las personas mayores que tienen más dificultad para moverse. Nos gustaría volver a tenerlo todos los días de la semana de 8:00 a 15:00, sobre todo porque hay un importante sector de la población que es mayor", asegura. 

Para las urgencias, se tienen que desplazar a Nerva y, si es algo más grave o un parto, por ejemplo, acuden al hospital Comarcal de Riotinto. "Por cercanía, aunque pertenecemos a Gerena, vamos a los de estos municipios onubenses", explica. 

Con la ampliación del Infoca a raíz del incendio "se ha fijado población joven". Sandra Acevedo explica que el desarrollo del comercio electrónico también ha ayudado. "Aquí tenemos de todo: carne, fruta, pescado. Para las compras más grandes vas a Valverde o a Aracena, pero cada vez utilizamos más Amazon y ese tipo de empresas. Tenemos repartidores por el pueblo a cada momento".

Ella lo tiene claro (y los vecinos). "Yo de aquí no me muevo. La calidad de vida es enorme. Los panaderos reparten pan recién hecho todos los días, una o dos veces en semana llega el pescado, frutas hay todos los días fresca", enumera. El Ayuntamiento ha puesto en marcha una cuenta en Facebook: El Madroño se mueve, con 1.300 seguidores, cuatro veces más personas que su población, 299 en enero de 2023. 

¿Qué ver?

Además de la Encina de los Perros, el monumento natural del pueblo, existe una ruta que suele ser muy visitada por los senderistas. Discurre por el antiguo camino que utilizaban los mineros para ir a Riotinto porque, curiosamente, el río de color rojo tiene parte de su recorrido por el término municipal de El Madroño.

Entre los proyectos está la recuperación del puente de los mineros y la licitación del albergue. La primera teniente de alcalde destaca los ajos de la gastronomía. Una sopa de ajo con carnes de cerdo y asadura "muy de invierno" y las cruces -con la Cruz de Arriba y la Cruz de Abajo-, que duran desde mayo hasta agosto con fiestas cada fin de semana en una de las calles. 

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