César Fornis | Catedrático de Historia Antigua

“Esparta veía la homosexualidad como algo beneficioso para el Estado”

  • Historiador con una amplia trayectoria, es uno de los mayores expertos españoles en Esparta, la mitificada y manipulada polis griega que admiraron por igual jacobinos y nazis

César Fornis, en su despacho.

César Fornis, en su despacho. / José Ángel García

César Fornis (Madrid, 1966), por su cabeza afeitada y su barba rala, puede recordar a algunos de esos nobles bustos de la antigüedad romana que hoy decoran museos y casas señoriales de la baja Andalucía. Su llegada a Sevilla, hace ya 18 años, se debió a motivos estrictamente profesionales. Tras licenciarse y doctorarse en la Complutense y unos inicios docentes en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, ganó su plaza de profesor titular en la Hispalense, de la que ahora es catedrático de Historia Antigua. Gracias a ello, Sevilla puede presumir de tener entre sus vecinos (de Nervión, para ser más exactos) a uno de los principales expertos españoles sobre la polis griega de Esparta. A esta ciudad, tan mitificada a lo largo de la historia, ha dedicado Fornis gran parte de sus esfuerzos, especialmente a su valoración e influencia en los siglos posteriores, hasta llegar a la actualidad y a la taquillera película ‘300’, narración pop y fantasiosa de la batalla de las Termópilas. El resultado de sus trabajos e investigaciones son libros como ‘Esparta. Historia, sociedad y cultura de un mito historiográfico’ (Crítica), ‘Esparta. La historia, el cosmos y la leyenda de los antiguos espartanos’ (Universidad de Sevilla) y ‘El mito de Esparta’ (Alianza).

–Sobre Esparta hay muchos mitos, como aquel que afirma que era una sociedad feminista. A Simone de Beauvoir le entusiasmaba.

–Algo hay de verdad en eso, pero se ha exagerado y sublimado, como tantas cosas sobre Esparta. En el mundo antiguo ya llamó la atención la libertad de las espartanas, sobre todo frente a Atenas, donde apenas podían salir de casa ni hablar con la gente. Estaban todo el día en el gineceo. Aunque las espartanas nunca tuvieron derechos políticos, es cierto que podían participar en actividades públicas y hacían deporte. Incluso fueron teniendo un papel económico, como propietarias de la tierra, a medida que se iba reduciendo el número de ciudadanos por las guerras. En las Guerras Médicas, en el siglo V a. C., había unos 8.000 espartiatas (ciudadanos de pleno derecho). Un siglo y medio después, Aristóteles nos dice que quedaban 700. En Atenas, esa libertad de la mujer espartana fue entendida como promiscuidad, como se refleja en el teatro y la poesía.

–¿Y Beauvoir?

-Entendió que la mujer espartana, al estar el Estado por encima de la familia, había roto sus lazos de dependencia, por lo que era libre y estaba emancipada completamente, algo que no es del todo cierto. Las espartanas tenían una carga muy pesada: “producir hijos”, como indica el propio término griego… Hijos que luego van a ser ciudadanos-soldados.

–Siempre pensamos en una Atenas buena y democrática y una Esparta mala y totalitaria.

-Exacto, totalitaria. Ese es el término que se le aplica hoy en día de una forma exagerada. El problema fue que Esparta fue convertida en un referente por el nazismo. Los dorios fueron identificados con los arios, una raza pura y conquistadora, los herederos de Heracles. Podemos decir que Esparta sufrió una nazificación y, de hecho, en Alemania fue un tema tabú durante los cuarenta años siguientes a la II Guerra Mundial… No se podía ni tocar. Hoy eso ha cambiado. El gran problema de Esparta es que no tenemos fuentes, no existe ningún historiador espartano, solo fragmentos de dos poetas, Tirteo y Alcmán. Estudiar Esparta es también estudiar su mito.

–Pero no sólo fue valorada por los nazis.

–Ni mucho menos. Hasta mediados del siglo XIX, Esparta fue un paradigma de orden, disciplina, patriotismo, todo lo que querían los gobiernos. Fue ensalzada por Maquiavelo, los ilustrados, la Revolución Francesa… Hasta que en el siglo XIX se empezaron a difundir los valores democráticos.

Esparta sufrió una nazificación. Tras la II Guerra Mundial fue un tema tabú en Alemania, no se podía tocar

–Últimamente, Esparta ha tenido una cierta reivindicación juvenil y pop con películas como ‘300’, inspirada en la batalla de las Termópilas. Me imagino que es una visión sesgada.

–Bastante. 300 fue una película de Zack Snyder basada en un cómic muy popular de Frank Miller. Las Termópilas, como dice Paul Cartledge, fue el yunke donde se forjó el mito de Esparta. A día de hoy preguntas en la calle por Leónidas y lo conoce mucha gente, pero no a Temistocles y otros, a pesar de que ganaron la batalla de Salamina y, probablemente, la Segunda Guerra Médica. No hay que olvidar que Leónidas perdió, los persas pasaron y su cabeza acabó en lo alto de una pica. Pero su resistencia hasta el final se ha sublimado y se ha convertido en un ejemplo de patriotismo, de sacrificio… En la batalla de Stalingrado, a los últimos del ejército de Von Paulus, les dijeron que fuesen como Leónidas y les tradujeron al alemán el epitafio de las Termópilas. Era la forma de decir: morid que os vamos a recordar.

–En general, la Grecia clásica es muy reivindicada también por la cultura gay.

–El amor griego…

–¿Era Grecia una cultura bisexual?

–No es que fuese bisexual, pero sí más tolerante hacia ese tipo de opciones. La homosexualidad se daba sobre todo en las clases dirigentes y era perfectamente compatible con el matrimonio. Lo que ocurrió en Esparta es que esto se llevó hasta sus últimas consecuencias y se creía que la homosexualidad era beneficiosa para el Estado, de tal manera que un adulto podía establecer vínculos con un adolescente. La palabra pederastia suena muy fuerte hoy en día, pero Jenofonte decía que era la mejor de las educaciones. El Estado pensaba que la relación de un adolescente con un adulto era provechosa, porque el segundo le podía enseñar al primero todo lo que significaban las virtudes y la ciudadanía… De ahí prácticas como las sisitías –comidas sólo de hombres– en las que se metía a los amantes… En esto influye también el que Esparta era un estado muy militarizado y el contacto con las mujeres muy escaso. Hay que pensar en el famoso batallón sagrado de Tebas, que estaba formado por 150 parejas homosexuales, o en las relaciones entre Sócrates y Alcibíades, maestro y discípulo, que muy probablemente eran también carnales.

–¿Y por qué tenemos una visión tan positiva de Atenas?

–Hoy en día es así pero, como comentábamos, hasta el siglo XIX fue diferente y se pensaba que la democracia (poder del pueblo en griego) era la anarquía y nadie la quería. Además, la democracia generaba la figura del demagogo, que son los que conducen al pueblo engañándolo, según dijo Aristóteles. Esparta y Atenas son ciudades antagónicas. En la primera predomina el mundo militar, la oligarquía, la búsqueda de la excelencia (incluso en la sangre)… Atenas, fue más un foco cultural, donde se dio el nacimiento de la filosofía y el teatro. Pero todo eso fue posible a que existía un imperio ateniense. Habría que preguntarles a sus aliados qué les parecía el que con su dinero se construyese la Acrópolis.

–En general, de una manera u otra, siempre hemos sentido una fascinación por la Grecia clásica. ¿A qué se debe?

–Desde el siglo XIX se habla del milagro griego. No hay duda de que es una cultura elevada y uno de los pilares de la civilización occidental. En esta valoración ha influido mucho también que los alemanes, que son grandes admiradores de Grecia, fueron los que inventaron la historia científica… Para ellos, el mundo oriental, el mundo semítico, no ejercía ese atractivo…

Hoy en día Tartessos está siendo revisado profundamente. Se piensa que lo tartesio es, en realidad, fenicio

–Solemos tener esa idea de Grecia –un tanto germana y de campus anglosajón– como un lugar de templos blancos y pensadores pulcros y apuestos. Sin embargo, la realidad fue mucho más colorida, mestiza, imperfecta…

–De hecho, en la Grecia arcaica tuvo mucha influencia el Próximo Oriente. Grecia es diversa, heterogénea, abigarrada. Tenga en cuenta que hay documentadas 1.035 polis, microestados que nunca se unieron. Grecia nació en 1830, cuando se independizó el Imperio Turco. Sin duda hay cosas en común, como ya dijo Heródoto: unos dioses, una lengua… pero si ponemos el foco en otras cosas nos sale algo muy plural. Tucídices, en la Atenas periclea del siglo V a. C., ve por encima del hombro a los griegos del norte; los describe como salvajes a los que no se les entiende al hablar o beben el vino puro, sin mezclar en una crátera… Los propios macedonios, según Demóstenes, no son griegos.

–Sin embargo, uno de los mejores momentos del mundo griego lo propicia un macedonio, Alejandro Magno.

–Sí, pero poniéndoles el yugo a los demás. Esparta, de hecho, se resistió y no quiso participar en las campañas de Alejandro, porque esa idea del panhelenismo siempre escondía el imperialismo, como en este caso de Macedonia.

–En el actual enfrentamiento entre EEUU e Irán, ¿no se pueda rastrear de alguna forma la vieja disputa entre Grecia y Persia?

–Sin ninguna duda. Eso está más presente en el mundo anglosajón, y notablemente en el mundo norteamericano, donde pervive de una manera fortísima el enfrentamiento entre oriente y occidente. En ese contexto se explica la película 300. Paul Cartledge, uno de los mayores especialistas mundiales de Esparta del que ya hemos hablado, dijo que es un riesgo fomentar esa narrativa, pese a que su hermana falleció en el atentado del metro de Londres de 2005.

–Como decía el verso de Kipling, “Oriente es Oriente y Occidente es Occidente, y nunca los dos se encontrarán”.

–Tenga en cuenta que los libros de historia de Europa de mediados del siglo XX decían que las Guerras Médicas habían salvado a Europa de estar llenas de mezquitas.

Algunos han dejado de ver a Alejandro Magno como un héroe civilizador para considerarlo un asesino de masas

–¿Y en España y Andalucía, cual fue el peso real de la colonización griega?

–La verdad es que no hay demasiados restos. La única colonia que sabemos fehacientemente que fue creada por griegos fue la actual Ampurias. Ni siquiera en este caso lo hicieron griegos de la península balcánica, sino los de Marsella. Sin embargo, sí sabemos que los griegos navegaron por toda la costa mediterránea, pero se piensa que usando las colonias fenicias y, posteriormente, las cartaginesas.

–Eran más de comerciar que de colonizar.

–Efectivamente, apenas fundaron auténticas polis, sólo factorías que no han dejado mucho rastro arqueológico.

–Tartessos es un producto griego en el sentido de que son ellos los que escriben sobre esa realidad en el extremo occidente.

–Bueno, hoy en día Tartessos está siendo revisado profundamente y se piensa que lo tartesio es en realidad fenicio. Es cierto que lo tartesio fue descrito por las fuentes griegas, donde aparece Argantonio... En todo esto hay mucho de mito del lejano occidente, donde está el Dorado, las minas excepcionalmente ricas, con historias como la de Coleo de Samos, que se llevó las anclas de plata para aprovechar mejor el viaje. Los griegos, al contrario que los fenicios, nunca pasaron del Estrecho para navegar por el Atlántico, por lo que las Columnas de Hércules quedaron como un mundo mitificado...

–¿Hasta dónde llegaron los fenicios navegando por el Atlántico?

–Más que los fenicios, los cartagineses. Ellos creían que con los periplos de Hannón e Himilcón habían circunvalado África, aunque hoy en día se piensa que no llegaron a tanto. Sin embargo, hacia el norte están saliendo datos muy interesantes que nos indican que pasaron las Islas Casitérides, lo que hoy sería Gran Bretaña, y que pudieron alcanzar, incluso, los Países Escandinavos en algunos viajes exploratorios.

Hay un exceso de revisionismo en la Historia, a veces sólo para llamar la atención

–Sé que es un poco burdo pedirle que destaque un personaje de la Grecia antigua, pero adelante...

–Alejandro Magno, que fue un modelo de emperadores. Antes se le veía como un héroe civilizador, pero hoy en día muchos piensan que fue un asesino de masas.

–Importante diferencia.

–Civilizar y matar no son cosas incompatibles. Por ejemplo, Alejandro sitió durante unos meses la famosa ciudad fenicia de Tiro. Le costó mucho conquistarla, pero cuando se rindió mató a millares de personas y esclavizó a otras.

-No creo que haya ningún líder de la antigüedad que pueda superar el juicio de la actualidad.

–Se ha calculado que Julio César, en su conquista de las Galias, a la que dedicó ocho años, dejó detrás un millón de muertos.

–¿Hay mucho revisionismo histórico entre los expertos en la Antigüedad?

–Mucho, a veces gratuitamente. Por ejemplo, hay voces que hoy reivindican al emperador Nerón, pese a los tintes tan oscuros que tenía... Hay un exceso de revisionismo en la historia, a veces para llamar la atención. De todas formas hay que tener en cuenta que, cuando se estudia el pasado, no se puede ser objetivo, pero sí honestos y ecuánimes. Fíjese en un tema mucho más polémico que Grecia: la Guerra Civil española. Lees a uno u a otro y el resultado es totalmente diferente.

–Lo bueno de Grecia es que nadie está intentando imponer una visión por decreto ley.

–Queda mucho más lejana. En fin, siempre hay que volver a las fuentes, pero sin intentar imponer nuestra idea, porque si buscas algo concreto, una idea premeditada, seguro que la encuentras.

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