Fernando Iwasaki. Escritor

"En Sevilla comprendí el esplendor de la Lima de los siglos XVII y XVIII"

  • Este peruano afincado en Sevilla desde mediados de los 80 es parte fundamental del paisaje cultural de una ciudad que comprende mejor que la mayoría de sus nativos.

Llegó en 1985 a Sevilla para investigar en el Archivo de Indias, conoció a una mujer y pasó lo que suele pasar en estos casos. Fernando Iwasaki aún conserva de su Perú natal el verbo cantarín y el respeto por el uso del idioma. En una ciudad que tiene fama de ignorar a los recién llegados, a este limeño de cultura omnívora nos lo podemos tropezar en los ambientes más diversos: en los salones donde crecen las flores de lis, en las tascas alfombradas de cáscaras de altramuces, en las tertulias etílicas de Robles o en los campos de fútbol de la periferia. Sus formas criollas, suaves y amables, a veces solemnes, como de mandarín, pueden ser letales cuando saca a relucir un sentido del humor picante forjado en las calles, las barras y las lecturas de una larga ristra de escritores de ambos lados del charco: Cervantes, Quevedo, Camba, Félix del Valle, Cortázar, Monsiváis... El Mare Nostrum de Iwasaki es la geografía del idioma español, el mundo hispanoamericano por el que se mueve con la misma familiaridad que otros se mueven por sus parcelas de recreo. A Iwasaki nada de lo hispano le es ajeno y lo que comenzó siendo una visita de estudios que complicó una mujer acabó en un destino manifiesto: España, América, la literatura. Todo lo demás es mera biografía.

-Escritor, periodista, gestor cultural, viajero, profesor... Dígame su secreto, ¿cómo hace para que le cunda tanto el tiempo?

-Yo crecí en una casa donde mi padre era un oficial del ejército peruano que también estudió ingeniería electrónica y llevaba por las tardes la contabilidad de una empresa; mi madre hacía tartas para restaurantes para sacar un dinerito extra y llevaba a otros niños en el coche al colegio a cambio de un dinerillo... En los países como Perú, Argentina o Colombia todo el mundo tiene dos o tres trabajos para poder sobrevivir. Cuando llegué a España vi que una de las grandes costumbres era el tiempo libre: salir con los amigos, tomarse algo... De todo eso me privo mucho. Por ejemplo, mi familia apenas ha veraneado, porque lo más importante era la inversión en educación y queríamos que nuestros hijos acabasen la Secundaria con dos idiomas vivos aparte del español. Yo les hacía votar: o una semana en Islantilla o, por el mismo dinero, seis semanas a Inglaterra. Ellos escogían la segunda opción.

-¿Seis semanas?

-Sí. Alquilábamos la casa de un profesor que se iba de vacaciones. Otras veces viajábamos a Nueva York, que en verano es horrible y nadie quiere ir. En Gran Bretaña hay cursos de inglés gratis que imparte la Administración para integrar a los inmigrantes.

-Su amigo Mario Vargas Llosa, cuando dio el Pregón Taurino en el Lope de Vega, recordó el impacto que supuso para él su primera visita a Sevilla, ciudad que le recordó enormemente a su querida Piura. ¿Experimentó usted algo parecido?

-Lo más extraño de la ciudad para mí fue el frío y el calor. Tenga en cuenta que en Lima la mínima anual es de 13 grados y la máxima de 27. Desde el principio, el centro de la ciudad me recordó a ese mundo colonial que, a veces, los países latinoamericanos minusvaloramos. Aquí vi casas vivas que en Lima ya eran auténticos tugurios. En Sevilla pude comprender el antiguo esplendor de la Lima de los siglos XVII y XVIII. Vivir en Sevilla me reconcilió con una parte de mi ciudad natal con la que hasta ese momento no tenía la menor empatía. Ahora, cuando viajo por ciudades hispanoamericanas coloniales me fijo mucho en las reverberaciones de Sevilla... Sevilla está en Cochabamba, en Quito, en Guanajato... Es el mundo americano colonizado por sevillanos que llevaron sus reglas de hermandad, las réplicas de sus custodias, sus imágenes. Todo es una especie de red: si en Sevilla están las yemas de San Leandro en Lima están las de San Nicolás, que son iguales.

-Pese a esto, en general, las relaciones entre la América española -la que va desde California hasta Tierra del Fuego- y la antigua metrópolis suelen ser conflictivas, plagadas de malentendidos y tensiones.

-Yo he desarrollado un estrabismo: soy capaz de ver América con un ojo de español y España con otro de americano. Hay una frase de Agustín de Foxá que me encanta: "Del español y el indio nació la melancolía; del español y el negro, la alegría; y del español y el criollo, la cursilería". En general todos los países hispánicos tendemos al conflicto, probablemente porque nunca tuvimos una revolución burguesa y siempre hay un antiguo régimen que denunciar... Si hubiésemos tenido una revolución industrial y una reforma religiosa viviríamos como ciudadanos más tranquilos.

-Usted mantiene una gran amistad con Vargas Llosa y suele ejercer de lazarillo cuando viene por la ciudad.

-Vargas Llosa es, probablemente, el intelectual hispanohablante, más importante del planeta, pero al mismo tiempo no pertenece a ninguna élite y es muy popular. Una noche íbamos en un antiguo Fiat 1 que yo tenía a Sanlúcar de Barrameda y nos perdimos por Trebujena. Serían las once de la noche y estaba oscuro. Paramos a un señor que iba por la calle y cuando miró dentro del coche dijo: "¿Tú eres el Vargas Llosa, no?". Eso es extraordinario. Es una persona muy querida en España.

-Es muy aficionado a los toros, ¿usted también?

-En Lima iba muchísimo y mi padre era un gran aficionado. Allí he visto corridas memorables. Ahora voy poco, quizás porque hay mucha oferta y es caro. Me hubiese gustado ir a ver a los dos novilleros peruanos, Roca Rey y Galdós, que tuvieron buenas tardes en Sevilla, pero estaba en Croacia. Lo que sí he descubierto en España es el mundo paralelo de los toros, algo que no existía para mí en el Perú: ir a una tienta, los festejos benéficos, la cercanía con algunos toreros...

-¿Y qué opina de esos aires prohibicionistas que están soplando?

-Me parecería que hay coherencia si Cataluña entregase a los museos andaluces todas las obras de la tauromaquia de Picasso. Quiero recordar que un gran intelectual catalán, Sebastià Gasch, cuya obra no está del todo traducida al castellano, fue un gran crítico taurino. Escribía en La Vanguardia y también abordó el tema del flamenco y es autor de una historia del circo.

-Precisamente, una de sus facetas como escritor y periodista, al igual que muchos miembros de su generación, es la recuperación de figuras raras y extravagantes de la literatura, personajes cuya mayor obra fueron sus vidas.

-En este aspecto quiero destacar especialmente la figura del poeta, editor y librero Abelardo Linares. Todos los que nos dedicamos a escribir sobre estos autores raros (Juan Bonilla, Andrés Trapiello, Felipe Benítez Reyes, Juan Manuel de Prada, etcétera) hemos recibido información de su vasto conocimiento editorial. Algún día se le tendrá que reconocer esta labor. Recuerdo que el día que lo conocí empezó a hablarme de autores de Lima que yo desconocía por completo. Me sentí tan entusiasmado por el descubrimiento que empecé a hacerme una biblioteca al respecto y en febrero presentaré en Salamanca una tesis sobre estos autores raros peruanos.

-¿Alguno que le gustaría destacar?

-Un autor llamado Félix del Valle, que vino a España después de ser cónsul en Inglaterra. Se instaló en Madrid pero era un enamorado de nuestra ciudad, a la que le dedicó dos libros: Juergas de Sevilla y otro que se titula sencillamente Sevilla. Además, tiene tres novelitas publicadas en un mismo volumen, El camino hacia mí mismo, y las tres, cuyos personajes pertenecen al mundo del toro y del flamenco, transcurren en Sevilla. Yo convertí a Valle en personaje de un cuento que en el Perú tuvo una muy buena fortuna. Le tengo gran cariño y siento que he contribuido a su rehabilitación.

-Algunos de estos escritores eran fronterizos al lumpen.

-Hay muchos peruanos raros y canallas, como Alberto Hidalgo y Alberto Guillén, que hicieron libros de entrevistas a escritores españoles para hacerlos pelear. "Vengo de hablar con don Ramón del Valle-Inclán y me ha dicho que usted y sus obras son una birria...". Claro, se liaba.

-Actualmente ya no hay grandes referencias en la literatura en español, como en su día fueron Borges, Octavio Paz, García Márquez...

-Como dije antes, los hispanoamericanos propendemos al conflicto y ha desaparecido la idea de la referencia. No hay ni unanimidad en el fútbol. Si usted dice Messi saldrá una legión que dirá que es un enano lleno de esteroides y hormonas de crecimiento; si dice Ronaldo otros dirán que es un chulo que no sirve ni para comprar cuerda de guitarra. Los científicos son los únicos que saben muy bien a quiénes admiran, porque la ciencia te enfrenta a la evidencia. Sólo recientemente hay cierta unanimidad con respecto a Borges, pero siempre habrá alguien que recordará lo que dijo en una entrevista sobre Videla o Pinochet.

-Usted conoce muy bien el mundo literario hispanoamericano. ¿Cuál es su diagnóstico? ¿Estamos en un momento un tanto tedioso?

-Hay una hegemonía mundial de la narrativa de los EEUU en particular y anglosajona en general. Si antes había personas que querían escribir como los franceses ahora todos quieren escribir como los norteamericanos. Recientemente, en un número de un suplemento cultural, le preguntaron a 25 escritores españoles, entre los que había dos latinoamericanos, cuáles eran los cinco libros del siglo XXI que más les habían impresionado y sólo los dos del otro lado del charco, Rodrigo Fresán y Juan Gabriel Vásquez, mencionaron un autor de habla hispana... Todos eligieron traducciones de anglosajones, ni un francés, ni un japonés...

-Quizás porque lo escritores jóvenes españoles no se leen entre ellos. Incluso alguno presume de leer poco y de ver muchas series de televisión.

-Efectivamente, no se leen entre ellos. Sin embargo, los latinoamericanos sí nos leemos entre nosotros. En mi último viaje me he encontrado con Álvaro Enrigue, Valeria Luiselli, Alberto Manguel y Leopoldo Brizuela, y todos sabíamos lo que había publicado cada uno. Eso no existe con los escritores españoles, que están muy enfrentados y al mismo tiempo son muy despreciativos entre sí. Ahora, eso no quiere decir que en América Latina tengamos un tono literario alto. Allí también hay una gran influencia de la narrativa de los EEUU. Eso sí, en nuestros países todavía hay lectores, gente que ve el libro con admiración y los maestros de escuela son respetados. Los adolescentes de allí saben que un maestro puede ser clave en su futuro. Eso en España se ha perdido.

-Tanto en su obra literaria como en su vida cotidiana, el humor tiene una clara importancia.

-Hay dos maneras de hacer humor: contra ti, como Chesterton, Oscar Wilde y los grandes autores ingleses; o contra los demás, como Quevedo y Valle-Inclán. También está el humor melancólico de Cervantes, que es contra sí mismo, como el de los británicos. Éste es el que sobrevive en la literatura, el de Camba, Jardiel, Fernández Flórez y esa generación de escritores que podían decir que eran humoristas sin vergüenza.

-Una generación maravillosa cuyo espíritu se ha perdido. Que yo conozca, uno de los últimos escritores en español que se han tomado en serio el humor fue el mexicano Jorge Ibargüengoitia.

-Un escritor extraordinario que ha dejado discípulos como Juan Villoro.

-Pero Villoro es más serio.

-Sí, porque estudió Filosofía. También hay que recordar a Cabrera Infante o a Cortázar, que fue el más criticado de los autores del boom por su defensa del humor. Hay que tener en cuenta que en los años 70 Vargas Llosa, García Márquez, Donoso, Fuentes, etcétera estaban contra el uso del humor en la literatura. Sin embargo Cortázar decía aquello de "yo sólo quiero ser un cronopio que haga reír a otros cronopios".

-Pero Vargas Llosa ha escrito dos grandes novelas humorísticas: Pantaleón y las visitadoras y La tía Julia y el escribidor.

-Porque lo reta Cabrera Infante, quien le dijo: "Tú que en persona te ríes tanto no eres capaz de hacer una novela donde te puedas reír". Ibargüengoitia sufría mucho porque no lo consideraban un escritor serio. Ahora, en México, se le adora a él y a sus seguidores: Carlos Monsiváis, Villoro y otro que en España es un desconocido, Sheridan.

-¿Guillermo Sheridan, el que escribe en la revista Letras Libres?

-Sí, en España apenas ha publicado. Es magnífico. Tiene un libro muy divertido que se llama El encargito, en el que reúne todos los marrones que le han endosado a lo largo de su vida.

-Antes mencionó a Cabrera Infante. En usted se rastrea algo de su huella, sobre todo en ese gusto por el retruécano, por los juegos de palabras.

-Es algo muy latinoamericano, incluso en la jerga popular. Por cierto, Cabrera estuvo a punto de vivir en Sevilla.

-¿Y eso?

-Miriam Gómez me decía que no quería estar en el futuro en un cementerio sin sol y entonces yo los invité a mi pueblo, a La Rinconada, y estuvimos viendo una casa en una urbanización que estaba cercad del camposanto. Pero Guillermo se puso malo y está en Londres, en un cementerio sin sol.

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