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Marta Cintas-Peña | Arqueóloga

“El final de la Edad del Cobre está asociado a una gran sequía”

Marta Cintas-Peña, durante un momento de la entrevista.

Marta Cintas-Peña, durante un momento de la entrevista. / José Ángel García

De origen extremeño, como tantos sevillanos, Marta Cintas-Peña (Llerena, 1988), llegó a la capital andaluza para estudiar Historia y convertirse en una arqueóloga especializada en la mujer durante la Prehistoria. Como tantos de su generación, su currículum es amplio e internacional, con estudios y estancias en la Universidad Autónoma de Barcelona, la Maison de la Archéologie et l’Ethnologie de Nanterre (Francia), el Institut für Ur-und Frühgeschichte und Archäologie (en la Universidad de Tübingen, Alemania), etcétera. Fue también profesora en el colegio San Francisco de Paula hasta que pudo dar el salto definitivo a la Universidad de Sevilla, donde actualmente imparte clases en el Departamento de Prehistoria y Arqueología. Su tesis doctoral, dirigida por el profesor Leonardo García Sanjuán, versó sobre ‘La Desigualdad de Género en la Prehistoria Ibérica: una Aproximación Multivariable’, recibiendo la calificación máxima de sobresaliente cum laude. Pertenece al grupo de investigación ‘Atlas. Territorios y Paisajes en la Prehistoria Reciente de Andalucía’. Formó parte del equipo que descubrió la ya conocida como Señora del Marfil, posiblemente una gran líder que habitó el Aljarafe durante la Edad del Cobre.

–Su tesis doctoral versa sobre la desigualdad de género en la Península Ibérica durante la Prehistoria. ¿Cómo podemos saber si existía esa desigualdad?

–Esa es precisamente la pregunta que se quería responder en la tesis. Intenté abordarla desde diferentes ámbitos: las representaciones artísticas, los contextos funerarios (las tumbas) y la bioarqueología (los restos óseos). Hice una gran recopilación de información perteneciente a la Península Ibérica en el periodo comprendido entre el Paleolítico Superior y la Edad del Cobre. Es decir, desde la gente cazadora y recolectora que pobló Altamira hasta las de las comunidades sedentarias y productoras que vivían en Valencina de la Concepción.

–¿Y cuál fue el resultado?

–En algunos casos no fue posible responder a la pregunta, porque no había datos suficientes, pero en otros sí. Parece que en algunas zonas, sobre todo en el noreste peninsular (más o menos lo que hoy es Cataluña), en una cultura que se llama Sepulcros de Fosa, hay algunas diferencias entre hombres y mujeres: división sexual del trabajo, alimentación, útiles con los que se entierran a los individuos... También en la zona del Levante, observamos el llamado Arte Levantino, en el que se observa una sobrerrepresentación de la figura masculina y una infrarrepresentación de la femenina. Eso nos indica una cierta diferenciación. En resumen: en el Paleolítico Superior y el Mesolítico no tenemos información suficiente. En el Neolítico, en los enterramientos encontramos más hombres que mujeres, lo que parece indicarnos una diferencia que podríamos considerar como desigualdad. Y en la Edad del Cobre o Calcolítico no se observan diferencias significativas. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de un periodo muy largo (del 35000 al 2000 antes de Cristo) en un territorio muy extenso.

No hay nada en la naturaleza humana que predestine al hombre a cazar y a la mujer a recolectar

–Tenemos muy interiorizado que la división del trabajo por sexo estaba muy arraigada en la Prehistoria. El hombre como cazador y guerrero; la mujer como recolectora...

–No tenemos datos empíricos de que esto fuese así. Esa idea es un traslado a la Prehistoria de modelos etnográficos de sociedades vivas. Parece claro que la división sexual del trabajo es algo presente en todas las sociedades humanas. La cuestión es cómo se concreta esta. No hay nada en la naturaleza humana que predestine al hombre a cazar y a la mujer a recolectar.

–¿Quizás el hombre por ser más fuerte esté más dotado para la caza?

–Es cierto que los hombres están más asociados a la caza mayor, pero la mayoría de las sociedades no consumen estos animales.

–Menos mamuts y más conejos y aves, ¿no?

–Exacto. Y en este tipo de caza encontramos tanto a hombres como a mujeres. Recientemente han surgido algunos estudios, como uno realizado sobre un yacimiento de Perú, donde se ha visto –gracias al análisis del esmalte de los dientes– que algunos enterramientos que habían sido considerados de hombres, porque tenían un kit de cazador, eran también de mujeres. Parece claro que tanto ellos como ellas cazaban. Aquí en España se ha publicado hace unos días un estudio sobre el yacimiento Camino del Molino, del Calcolítico, donde también se ha observado que tanto algunas mujeres como algunos hombres utilizaban los dientes como tercera mano para trabajos textiles.

–Es decir, que tejían.

– Ni todos las mujeres ni todos los hombres tenían esas marcas.

–Hay algunas teorías que dicen que fueron las mujeres las ejecutoras del arte rupestre. ¿Es rigurosa esta afirmación?

–No hay ningún rigor en decir que eran mujeres ni en decir que eran hombres, porque no hay evidencias ni para lo uno ni para lo otro. Sabemos que esas cuevas, como las de Altamira, fueron pintadas durante mucho tiempo, a lo largo de siglos e incluso milenios. Tuvieron que participar muchas personas. En los pocos casos que se han analizado huellas dactilares, serían compatibles tanto con hombres como con mujeres. No sé si alguna vez seremos capaces de responder a esa pregunta. Probablemente hubo artistas mujeres y hombres.

–También se ha apuntado a la mujer como la descubridora de la agricultura, quizás por su supuesta vinculación a la recolección.

–Eso también se debe a los traslados etnográficos de los que hablábamos antes. En Arqueología este tema se ha empezado a estudiar muy recientemente y por ahora no hay conclusiones. Pasa igual que con el arte, es muy difícil que lleguemos a saberlo.

Hay estudios recientes muy interesantes sobre mujeres vikingas guerreras

–¿El feminismo ha llegado a la Academia?

–Sí y eso se nota, sobre todo, en las preguntas. Antes, por ejemplo, los arqueólogos se interrogaban sobre quiénes eran los líderes y ahora, por ejemplo, se preocupan más de cuestiones como quiénes eran los que se encargaban del hilado. O antes se asumía de forma acrítica que los enterramientos singulares o con armas eran de hombres y ahora se está empezando a ver que no siempre es así.

–¿El mito de las amazonas es un eco de un mundo de mujeres guerreras?

–Hay estudios recientes muy interesantes sobre mujeres vikingas guerreras. Lo que está claro es que la llegada del feminismo a la academia ha hecho que se replanteen las cosas, pero evidentemente las interpretaciones tienen que estar apoyadas por datos empíricos y si no no son ciencia, son otra cosa.

–Hablemos del Calcolítico o Edad del Cobre y del hallazgo de la Señora del Marfil, en el Aljarafe, que saltó a la prensa a principios de julio. ¿En qué momento nos encontramos?

–Es un momento en que las poblaciones ya son plenamente sedentarias y productoras, que conocen la agricultura y la ganadería. También empiezan los primeros indicios de la metalurgia del cobre. En el caso de la Península Ibérica se desarrolla entre el 3200 y el 2300 a. C.

–¿Y por qué en esa zona del Aljarafe, en Valencina y Castilleja de Guzmán, se desarrolló un núcleo calcolítico tan importante?

–Nos queda mucho por saber, pero las estimaciones dicen que el yacimiento de Valencina, el más grande de la Península y uno de los mayores de Europa, tenía entre 400 y 450 hectáreas. El problema es que buena parte está debajo de los núcleos urbanos de Valencina de la Concepción y Castilleja de Guzmán, con lo que no es posible excavarlo en extensión. No sabemos si todo el yacimiento fue ocupado de una vez o de forma sucesiva durante todo ese milenio.

–Imagino que el paisaje sería muy distinto al actual.

–Era muy diferente. El río desembocaba aquí y, por tanto, estamos hablando de un entorno litoral, mucho más rico que el actual, con una tierra muy fértil y zonas de minerales. No escogieron este sitio por casualidad.

Gracias al análisis del esmalte de dientes supimos que el enterrado no era un 'Big Man', sino una 'Big Woman'

–Y estos pueblos tienen alguna conexión con lo que luego fue Tartesso.

–En el caso de Valencina, ninguna, porque los niveles de la Edad del Cobre no tienen por encima los niveles de las posteriores del Bronce ni el Hierro. Hay un hiato entre el Cobre y Tartesso.

–¿Y qué ocurrió? ¿Alguna invasión, un maremoto...?

–En el 2300 a. C., coincidiendo con el final de la Edad del Cobre, hay un evento climático llamado 4.2. Es un evento climático asociado a un momento de desertificación y escasez de agua. Algunos estudios cronómetricos, en los que se han empleado gran número de dataciones de carbono 14, permiten asociar a una gran sequía el fin de numerosos asentamientos de la Edad del Cobre y el inicio de otros de la Edad del Bronce. En la conocida como la cultura de Las Motillas (en Castilla la Mancha) vemos grandes pozos en el centro de los asentamientos. Pozos que están rodeados de fortificaciones. Esto hace pensar que el agua en este momento era un recurso escaso y muy valorado. Así, la coincidencia entre el evento 4.2, el fin de sitios calcolíticos y el inicio de otros asentamientos poco después en la Edad del Bronce, hace pensar que esto no es una mera coincidencia o una correlación de factores, sino que el cambio en las condiciones climáticas pude ser causa de los otros dos. Valencina se abandonó y no sabemos muy bien por qué. No volvería a ser poblada hasta mucho tiempo después. La Gente de la Edad del Bronce es muy diferente a la de la Edad del Cobre.

–Todavía no hemos hablado del yacimiento de la Señora del Marfil. Es el enterramiento de una mujer muy importante. ¿Podemos hablar de igualdad de género?

–Esta tumba ya era conocida desde 2006-2008. Ahora, gracias a los análisis de los esmaltes de los dientes, hemos descubierto que acogía a una mujer, no a un hombre, como se pensó en un principio. Se descubrió en una zona debajo de Castilleja de Guzmán. Es una tumba megalítica y en la segunda cámara, que es la que está mejor conservada, se encontraron los restos de un único individuo. Esto es importante, porque en el Calcolítico las tumbas suelen ser colectivas, no individuales. Alrededor de la tumba hay un espacio vacío de unos 20 metros que no se usó durante unos 250 años, ocho o diez generaciones. Todo indica que hay un gran respeto alrededor de la tumba. Además, en la tumba hay una serie de objetos espectaculares, entre ellos una defensa de elefante africano que está alrededor de la cabeza del inhumado, un puñal lítico con empuñadura de ámbar de Sicilia, huevos de avestruz... Son todos objetos traídos de muy lejos. Encima, tiempo después, vemos un nivel de ofrendas. Hubo personas que lo consideraron como un líder, un ancestro importante al que le hacen ofrendas. En este nivel aparece otro colmillo de elefante, esta vez asiático, y una daga de cristal de roca con empuñadura de marfil. Un objeto realmente único en la prehistoria universal. Todo indicaba que era lo que se denomina etnográficamente un Big Man, una persona que adquiere una posición de prestigio en un momento en que no hay herencia ni clases sociales.

–Un meritócrata.

–Exacto, pero ahora hemos descubierto que no era un hombre, sino una mujer, una Big Women. Fue una supersorpresa.

–¿Esto supone algún cambio en la interpretación del yacimiento?

–No en el sentido de que nos encontramos ante un gran líder. Pero sí es importante, porque en el yacimiento de Valencina sólo hay otra tumba equivalente cuantitativamente en lo que al ajuar se refiere. Me refiero a Tholos de Montelirio. En la cámara grande había enterrados veinte individuos, de los que quince eran mujeres y los cinco restantes están por determinar. Es decir, en las dos tumbas más espectaculares de la época de Valencina y toda la Península hay una fuerte presencia femenina.

La Señora del Marfil murió muy joven y probablemente sufrió algún episodio de malnutrición infantil

–¿Una sociedad en la que las mujeres tenían el liderazgo social?

–Aunque en la Península hay otros ejemplos de tumbas de mujeres poderosas, lo que llama la atención en este caso es que no hay hombres enterrados en los mismos términos. Esto nos lleva a plantearnos que las mujeres también podían ser líderes. Es un modelo completamente posible.

–También aparecieron restos de droga, ¿no?

–A las espaldas de esta Señora del Marfil hay un enorme plato de borde almendrado que contuvo, según las analíticas, vino y aceite de cannabis. Pero no sabemos qué uso tuvieron estas sustancias. Me inclino a que tendrían un uso ritual o médico. El uso de bebidas alcohólicas y opiáceos era conocido en la Prehistoria, pero estaba limitado a unos pocos individuos.

–¿Era una sociedad muy estamentada?

–En el Calcolítico observamos una jerarquización incipiente, pero todavía no hay estratificación social ni herencia. Solo algunas personas que por lo que sea destacan y reciben en ofrenda esos objetos de los que hemos hablado que están vetados para el resto del grupo.

–¿Qué más sabemos de la Señora del Marfil?

–Que murió joven, entre los 17 y 25 años; que sufrió algunos espisodios de malnutrición infantil, que tuvo algo de artritis...

–¿Tan joven?

–Los esfuerzos físicos a los que estaban sometidos las personas de la Prehistoria eran muy diferentes a los nuestros. No podemos saber si tuvo hijos, porque los restos están en muy mal estado, a trocitos.

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