“Hay una deslocalización del talento sevillano muy preocupante”

Ricardo Astorga | Abogado

Fundador del despacho Zurbarán y experto en Derecho mercantil y societario, este sevillano lleva cuatro años apareciendo en el prestigioso ranking Chambers and Partners

Ricardo Astorga, en el despacho Zurbarán.
Ricardo Astorga, en el despacho Zurbarán. / Juan Carlos Muñoz

Ricardo Astorga (Sevilla, 1969) pertenece a lo más granado de la abogacía sevillana y a una generación que aún se forjó en la vieja Facultad de Derecho de la Fábrica de Tabacos, con popes jurídicos como Manuel Clavero, Manuel Olivencia, Pérez Royo o Jaime García Añoveros. Hijo del prestigioso médico Ricardo Astorga Jiménez y la bióloga Purificación Morano, el entrevistado, sin embargo, se decantó por el derecho mercantil y societario, disciplina en la que ha destacado como docente y letrado. Hoy es uno de los mayores expertos en la materia de Sevilla. Junto a otros socios, fundó en 2019 el despacho Zurbarán, en el que trabajan más de treinta abogados con la intención de dar desde Andalucía una asesoría jurídica empresarial de primer nivel. El currículum de Ricardo Astorga es amplísimo como asesor de empresas y ha sido miembro de numerosos consejos de administración y patronatos. Fue una pieza clave en la constitución de la Corporación de Empresas Municipales de Sevilla, de la que fue Secretario del Consejo y diseñó la conversión de Emasesa como entidad Metropolitana. Lleva cuatro años consecutivos apareciendo en el ranking Chambers and Partners, el más prestigioso en el ámbito jurídico. Ha enseñado en las universidades de Sevilla, Pablo de Olavide y Loyola.

Pregunta.–Hijo de dos personas de ciencia, pero tiró por el Derecho.

–Me gustó el Derecho desde el colegio. Mis padres nunca me presionaron para estudiar una cosa u otra. Pero a los hermanos siempre nos ha quedado la duda de si alguno debería haber seguido la estela de mi padre, que fue un destacado médico, fundador y Jefe del Servicio de Endocrinología del Hospital Virgen del Rocío.

P.–Estudió en el Aljarafe, el colegio progre por excelencia en aquella Sevilla de los ochenta. Sus métodos, decían, eran muy adelantados.

–Eso es absolutamente cierto. El colegio influyó mucho en mi decisión de estudiar Derecho. Hay que tener en cuenta que aquellos tiempos fueron muy intensos social y políticamente. Nos inculcaron la inquietud de hacer cosas para cambiar la sociedad.

P.–¿Y hubo mucho choque cuando salió de aquel colegio algo hippie en el que se enseñaba paseando por la naturaleza y la vieja Facultad de Derecho, con sus catedráticos, sus crucifijos y su masificación?

–Tanta era la masificación que hacíamos cola en la verja del Prado para coger sitio en el aula. Pero en absoluto fue un choque. Al revés, encajé perfectamente. Teníamos capacidad de adaptación y convivencia. Aquella era una facultad excepcional, con profesores muy diversos. Algunos habían tenido cargos durante el régimen anterior y otros todo lo contrario. Todos eran muy valiosos y muchos se habían dedicado a la política. Agradecí mucho la formación que me dio el colegio Aljarafe para saber escuchar opiniones muy distintas.

P.–¿Ha perdido peso la Universidad en la sociedad sevillana?

–La Universidad de antes estaba más concentrada. Solo había una y existían menos facultades. Hoy, en Sevilla se puede estudiar Derecho en muchos sitios en un radio de cincuenta minutos en coche. ¿Ese es el modelo adecuado? Sería mejor tener un centro muy bueno donde concentrar todo el talento y no varios pequeños de discreta calidad. Además, actualmente se ha producido una bajada del nivel de quienes encabezan científicamente la Universidad. La masificación ha hecho que se diluya el nivel del profesor universitario con carácter general. Por supuesto hoy hay excelentes profesores. En mi generación todavía había auténticos números uno que querían quedarse en la Universidad. Pero en las posteriores ha disminuido el interés por hacer carrera en la enseñanza superior. El sistema universitario español es muy poco atractivo para captar el talento, para que se queden los mejores, como antiguamente.

P.–¿Qué hacer?

–Deberíamos plantearnos un cambio para poder fichar a los mejores. También es verdad que, con carácter general, la media de los estudiantes es infinitamente más baja que antes. Los que llevamos 32 años dando clases y corrigiendo exámenes lo sabemos perfectamente. El objetivo de la Universidad debe ser la excelencia, allí deben ir los mejores y enseñar los mejores.

El objetivo de la Universidad debe ser la excelencia, allí deben ir los mejores y enseñar los mejores

P.–Ahora hay un activo discurso contra la meritocracia, a la que se considera perjudicial para las personas con menos recursos.

–Se deben movilizar todos los recursos públicos necesarios para que esto no sea así, pero hay que transmitir a la sociedad mensajes distintos de los actuales; volver a la idea de que el esfuerzo y el trabajo tienen su recompensa. Lo contrario lleva a la mediocridad.

P.–Junto a otros socios es fundador, desde 2019, del despacho de abogados Zurbarán. ¿Qué pretenden?

–Hay una deslocalización del talento sevillano y andaluz muy preocupante. Es importante que lo fijemos. Las grandes empresas han deslocalizado en gran medida su poder de decisión. Nosotros trabajamos con intensidad para toda España, pero queremos que el centro de decisión esté aquí, en la Avenida Martínez Barrio. Pretendemos que la gente que quiere trabajar en su tierra no tenga que irse, o que profesionales excelentes que han estado ejerciendo en Madrid puedan regresar. Últimamente, hemos captado mucho talento con abogados de primer nivel que querían volver a Sevilla, pero en un puesto de calidad. También aspiramos a que nuestros clientes no tengan que marcharse fuera a buscar un servicio de calidad.

P.–En Sevilla, como en el resto del mundo, se está imponiendo el modelo del gran despacho frente al abogado individual tradicional.

–Los despachos individuales, salvo pequeñas excepciones, son un modelo que se ha quedado obsoleto. El asesoramiento jurídico de un cierto nivel afecta principalmente al mundo de la empresa y los negocios. Y en este ámbito el cliente necesita de un servicio que tiene que ser multidisciplinar. Hoy en día es imposible hacer una operación mercantil-societaria sin analizar al mismo tiempo el componente tributario de la misma, o las autorizaciones administrativas... Necesitas tener un conjunto de profesionales que presten un servicio integral. Y eso ha hecho que los despachos tengan que crecer y ampliar sus áreas de prestación.

P.–¿Pero tanta superespecialización de los abogados no es mala?

–Tiene sus inconvenientes, porque no se tiene una visión de 360 grados de los problemas. En eso hay una pérdida importante con respecto al abogado tradicional, que tenía una formación más completa y sabía básicamente de todas las materias. Pero eran tiempos en que el derecho y las normas eran abarcables, no como ahora. Deberíamos seguir manteniendo esa formación generalista, aunque luego te especialices. Eso es importante para tener una capacidad de enfoque de los asuntos que tiene mucho valor añadido. Yo, aunque me he especializado en derecho mercantil y societario, tuve una formación muy completa en todo el derecho privado y procesal. Igual puedo estar en un Consejo de Administración que hacer un juicio. Pero si solo te dedicas a hacer salidas a bolsa...

P.–Una de las quejas recurrentes es el exceso de legislación y normativas que hay en Europa y España. Eso convierte al Derecho en una auténtica maraña en la que es muy difícil moverse. La UE dice ahora que va a tomar cartas en el asunto.

–La situación es preocupante. La maraña legislativa que hay es incontrolable e ingobernable. Pero, sobre todo, me preocupa la baja calidad de las normas actuales, lo cual genera muchos problemas de aplicación, de inseguridad jurídica y en la resolución de los conflictos. Las leyes de hoy se escriben muy mal. Hay ejemplos increíbles. A veces no sabes qué hacer.

P.–¿Y a qué se debe esto?

–A menudo se legisla precipitadamente, lo cual genera problemas. Las urgencias por apagar algún fuego concreto hace que se salten trámites en la elaboración de las normas que siempre han sido enriquecedores. La Comisión Nacional de Codificación ya no tiene el peso de antes, incluso se la saltan muchas veces, lo cual crea deficiencias técnicas muy relevantes. En mi disciplina, el derecho societario español siempre ha sido técnicamente muy bueno, desde la Ley de 1951 de Sociedades Anónimas del profesor Garrigues a sus adaptaciones a las directivas comunitarias. Ahora, sin embargo, tenemos un texto refundido aprobado por el Ejecutivo en 2010 con muchísimas deficiencias, reformas ortopédicas de artículos sueltos que no tienen sistemática... Y eso pasa con una norma fundamental para el país, porque el derecho societario es el de las empresas y tiene que aportar seguridad jurídica, claridad técnica, estar adecuado al momento en que se vive...

P.–Delibes, que también era profesor de Mercantil, decía que uno de los libros en los que aprendió a escribir era el manual de Derecho Mercantil de Garrigues.

–Don Joaquín Garrigues escribía con una gran claridad técnica. Lo mismo le pasaba a Olivencia, que fue académico de Buenas Letras antes que de Legislación. Su discurso de ingreso se tituló Letras y letrados, una obra maestra.

P.–Hoy se repiten muchos tópicos negativos de los abogados ¿Cuáles son las cualidades que debe tener un buen abogado de mercantil?

–Lo primero que debe tener es honestidad. Más allá de los conocimientos técnicos que atesore uno, tu función suele ser la de consejero, la de compañero de viaje de quienes depositan en ti su confianza para que les orientes en sus problemas, que en la mayoría de los casos son preventivos. El asesoramiento mercantil bueno es preventivo. Siempre hay que anteponer los intereses del cliente a los tuyos.

Las leyes de hoy se escriben muy mal. Hay ejemplos increíbles. A veces, no sabes qué hacer

P.–En una época tuvo una intensa actividad en el asesoramiento a entidades municipales, constituyendo la actual Corporación de Empresas Municipales de Sevilla. Hay quien piensa que este tipo de empresas ha sido un coladero para toda clase de irregularidades.

–El profesor Clavero decía que eran “una huida del Derecho Administrativo”. Pero las cosas no son ni blancas ni negras. Este tipo de entes mercantiles, como las empresas o agencias públicas, ¿suponen en algunos aspectos una relajación de algunas normas administrativas? Sí. ¿Esa relajación tiene que provocar necesariamente una irregularidad? No. ¿Por qué es necesaria la relajación de algunas normas administrativas? Porque hay determinadas actividades que para que funcionen bien las requieren. Es importante saber que esos entes no están exentos de controles. Con carácter general funcionan bien y tienen sentido. Es más, opino que habría que fomentarlos con todas las garantías del mundo. Sería muy positivo que algunas cosas se gestionaran con criterios empresariales. En Sevilla tenemos ejemplos que funcionan muy bien.

P.–No lo dirá por Lipasam.

–Lo digo por Emasesa, que siempre ha sido puntera en su sector. Hoy presta un servicio de mucha calidad a multitud de municipios y se habla de tú a tú con empresas privadas. En este tipo de entes se pueden implementar modelos de gestión que sean más eficaces. Eso es muy difícil de hacer en la administración pública en sentido estricto.

P.–El mantra de nuestro gobierno autonómico es que Andalucía va bien. ¿Eso se ve así desde su atalaya?

–Se han adoptado medidas de carácter tributario que son interesantes para evitar la deslocalización de profesionales, compañías y patrimonios que están en el sur. En eso se ha notado un cambio. También hay una línea de trabajo para intentar simplificar algunas normativas administrativas. Eso no da sus frutos inmediatamente, pero hará a Andalucía más interesante para empresas de fuera. Tendrá sus efectos positivos. Ahora bien, el problema de nuestra comunidad está en que una parte muy importante de la actividad económica depende del Turismo. Eso habría que analizarlo, porque el turismo es una actividad que puede generar muchos ingresos, pero no da valor añadido de cara al futuro.

P.–La pregunta de moda: ¿afectará la IA a su gremio?

–Ni temo a la IA ni creo que se pueda minusvalorar su importancia. Parece claro que tendrá un impacto fuerte en las profesiones. Hay una parte considerable del trabajo estandarizado de los abogados que lo harán instrumentos de este tipo. El futuro de la abogacía está en lo que no sabe hacer la IA, en prestar un trabajo de valor añadido. Eso de lo que hablábamos antes: ser un consejero que ayuda, acompaña, advierte... Al final, el abogado es el que, con todos los análisis hechos por la IA, deberá decidir qué camino tomar.

El turismo puede generar muchos ingresos, pero no da valor añadido de cara al futuro

P.–¿Qué consejo le daría a un joven estudiante de Derecho?

–Le quitaría el mantra de que no hay futuro. Al revés, hay una escasez de talento tan grande que cualquiera al que de verdad le apasione la carrera tiene todo el futuro que quiera por delante. No es cierto que no vaya a encontrar trabajo de calidad, pero tiene que esforzarse al máximo en ser excelente, un buen profesional. También le diría que las profesiones como la abogacía o la medicina son muy vocacionales, en las que no hay una separación total entre la vida profesional y personal. Se es abogado las 24 horas de los 365 días del año. Ahora, son profesiones muy enriquecedoras. Gracias al Derecho he aprendido muchas cosas de la vida.

P.–Asistimos últimamente a una especie de acoso y derribo al poder judicial, especialmente a los jueces.

–Los jueces españoles tienen mucho mérito. Para los gobernantes nunca ha sido una prioridad invertir en la administración de justicia y pagar bien a sus profesionales. Los jueces están muy mal pagados si se tiene en cuenta la responsabilidad que asumen y la carga de trabajo que tienen. Y lo hacen con un equipo que ni siquiera eligen ellos.

P.–Parece que insultar a un juez es algo gratuito. Sobre todo entre los políticos.

–Eso es muy preocupante para la sociedad. Es importante que las instituciones sean respetadas. No hay motivos para tener esa percepción negativa de la judicatura. Hay miles de juicios y la inmensa mayoría de los casos están bien llevados por los jueces. Me preocupa ese deterioro de la autoridad de los jueces. No es bueno para España.

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