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Belén Rubiano | Escritora

“Los hijoputas son más literarios”

  • En su primer, exitoso y agridulce libro, Rialto 11, esta autora sevillana cuenta las aventuras y desventuras de una librera por mantener a flote su negocio en una ciudad con pocos lectores

Belén Rubiano, durante la entrevista.

Belén Rubiano, durante la entrevista. / Belén Rubiano

Belén Rubiano (Marchena, Sevilla 1970) habla despacio y bajo, sin miedo a dejarse arrastrar por un cierto lirismo, entre feliz y atormentada, como una santa, aunque soltando de vez en cuando una bomba en forma de taco, algo así como una gamberrada en medio de un rosario. Al igual que un filósofo medieval recurre con frecuencia a las citas para darle más fuerza a sus argumentaciones. Las fantasmales palabras de Aristóteles, Cela o Lou Andreas-Salomé aparecen en su socorro y vuelven a diluirse en la nada en una conversación durante la que queda claro que la entrevistada está malherida por la literatura. Si la hemos llamado es para hablar del éxito que ha tenido su primer y, por ahora, único libro: ‘Rialto 11’ (Libros del Asteroide), agridulce narración autobiográfica sobre el nacimiento, vida y muerte de una librería en Sevilla. Lo escribió con la secreta intención, según termina confesándonos, de hacerla resucitar, al menos, en la mente del lector. Parafraseando a Isak Dinesen, Rubiano le dijo una vez al periodista Félix Machuca que “todos hemos tenido una granja en África y tenemos que seguir viviendo sin ella”, una acertada forma de definir el sentimiento de pérdida con el que la mayoría de los humanos vivimos. Belén Rubiano, no cabe duda, es una granjera valiente, aunque ya hace mucho tiempo que abandonó las rojas tierras de Kenia.

–¿Cómo se llama el gato?

-Billy

–¿Como Billy el Niño?

–Sí, para mí fue una revolución, como también lo fue descubrir la lectura, tener a mi hija, enamorarme, desenamorarme... Decía María Zambrano que un gato es la perfección de algo, y es verdad. Yo les tenía fobia, los odiaba profundamente, hasta que mi hija encontró a Billy en la Alameda, siendo aún un cachorro, me lo presentó y me dijo que iba a vivir con nosotras.

–¿Y la lectura? Esa otra revolución

–También fue algo inesperado, como si pudiese atravesar las paredes con los dedos. No estaba previsto. Cuando empecé, en mi casa sólo había tres libros: Tres muchachas en París, de Max Catto; Los siete pecados capitales en USA, de Fernando Díaz-Plaja; y el Estatuto de los Trabajadores.

–Díaz-Plaja... fue un buen escritor de muchísimo éxito, hoy prácticamente olvidado.

–Desde muy pequeña lo leí y me di cuenta de que era un hombre que sabía escribir.

–Alguien la ha calificado como “prescriptora de libros”. Suena a médico. ¿La lectura sana?

–No sana, pero acompaña, ayuda, sirve, nos hace mucho más grandes de lo que somos. Lo que nos construye como personas no son tanto los huesos o la sangre, sino los relatos. La gran diferencia del ser humano con respecto al resto de los animales, aparte de que somos un poco peores que los demás, es que construimos y nos explicamos a través de las historias.

Lo que nos construye como personas no son tanto los huesos o la sangre, sino los relatos

–Todos hemos experimentado alguna vez una epifanía ante algún libro, un gran descubrimiento, la sensación de que algo ha cambiado… ¿Qué libro es en su caso?

–Muchos.... Las obras completas de Dickens, Steinbeck, Simenon, Patricia Highsmith, el Belmonte de Chaves Nogales… Cuando un libro me atrapa lo hace desde las primeras cinco o diez páginas. Desde muy pequeña he abandonado los libros que no me interesaban, siempre he leído para aprender. Nunca he atendido al consejo de nadie, cada libro me ha llevado a otro. Me pasa una cosa muy curiosa: un libro me deja una pequeña pista, un detalle absurdo como una alfombra con flores de un determinado color, lo que sea. Pues bien, en el siguiente libro que leo me encuentro la misma alfombra y, a la vez, suena un teléfono de color amarillo que aparece en el siguiente… Eso me ha pasado desde niña.

–Suena a relato fantástico.

–En la vida ocurren muchas cosas que no podemos comprender. Aristóteles decía en su Poética que era preferible lo maravilloso o lo mágico convincente que lo real que no convence.

–En las lecturas que me ha comentado apenas aparece la tradición hispana. Es algo que les ocurre a muchos escritores españoles actuales. Sus referencias son siempre extranjeras.

–A mí me gusta todo y de niña me encantaba el Arcipreste de Hita, Cervantes, el Lazarillo, las Coplas de Manrique… Pero tuve la suerte de criarme con la colección del libro de bolsillo de Bruguera, con un catálogo maravilloso, alucinante, asequible. Lo compraba y lo leía todo, por lo que desde muy joven tuve acceso a clásicos modernos ingleses, rusos, franceses, americanos… Ahí noté que esta literatura me resultaba más interesante que la española del XX.

–¿Por alguna razón?

–No lo sé. En España la mayoría de los escritores no viven de la literatura y tienen que ser funcionarios o sobrevivir con bolos y pequeños encargos que apenas le dejan escribir. Un escritor se nutre de su vida y si esa vida es anodina, con un trabajo insustancial, ¿qué cuenta?, ¿qué escribe?, ¿diarios a vuelapluma como Pla? No todo el mundo puede ser Pla. Muchos, para seguir en esa rueda de los bolos y los encargos, publican cualquier cosa.

–Su primer y por ahora único libro, ‘Rialto 11’, ha sido un éxito. Ya va por la tercera edición. ¿Se lo esperaba?

–Sonará prepotente, pero le diré la verdad: sí lo esperaba, y me daba miedo. Esa ha sido una de las razones por la que tardé tanto en ponerme manos a la obra. Destruí muchos borradores sabiendo que aún no tenía la técnica suficiente.

–De una manera muy simplificada diremos que cuenta la historia de su librería en Sevilla, Rialto, ya cerrada. ¿A qué cree que se ha debido el éxito?

–Hay todo un subgénero sobre librerías, pero no es tan importante ni vende tanto. El mejor libro al respecto, para mi gusto, es 84 Charing Cross Road, de Helene Hanff, en el que se va mucho más allá y se tocan asuntos como las diferencias entre el nuevo y el viejo mundo, la amistad virtual (un tema muy contemporáneo)… Yo tampoco quise escribir un libro de este subgénero, sino una obra moral, para lo cual una librería es un buen observatorio. Si, además, le ofreces al lector una protagonista que vive pagando el precio que tenga que pagar, a contracorriente, contra el viento, le haces reflexionar sobre su propia vida, sobre sus convencionalismos…

Le diré la verdad: sí esperaba el éxito de ‘Rialto 11’ y me daba miedo. Por eso tardé tanto en publicarla

–De alguna manera es la historia de un fracaso.

–Yo no diría eso. Mi intuición era que si conseguía escribir la muerte de Rialto la resucitaría y sería la historia de un éxito. Dicen que demasiado al este es el oeste. Sobre todo, Rialto es la historia de una persona que sabe que puede fracasar, pero que hay una gran diferencia entre vivir y sólo existir.

–Bueno, al fin y al cabo todos estamos destinados al fracaso final, aunque sea el biológico.

–Tengo mis dudas. Todo el mundo da por hecho que la muerte es algo negativo. Pero no tenemos ni idea de lo que es. Decía Gloria Fuertes que probablemente la muerte sea volver a donde estábamos antes de nacer, y que yo sepa nadie tiene recuerdos de que eso fuese algo malo. Como a Cela, un autor que salvando un par de obras no me interesa mucho, la muerte me inspira una inmensa curiosidad.

–Pero leyendo “Rialto 11” noté cierto punto de amargura, hay como una reserva hacia el género humano.

-–Cualquiera que trate habitualmente con personas, ya sea un médico, un abogado o un librero, se encuentra que el mundo está lleno de hijos de puta con balcones a la calle. Pero los hijoputas son más literarios, aunque muchas veces no son conscientes de que lo son.

–¿Nunca se ha planteado volver a abrir una librería?

–No tengo ni idea de lo que haré en el futuro. Pero, desde luego, abrir una librería ya no es para mí una asignatura pendiente. Lo hice y fui muy feliz. Los pecios de aquel naufragio solamente han sido esplendorosamente buenos. Aun sabiendo lo que tendría que pagar por ello lo volvería a hacer.

–Una de las cosas por las que se caracterizaba su librería era esa pizarra a la entrada con una frase o un verso de algún autor. Había gente que miraba todos los días para ver el menú del día. ¿Se quedaría con alguna de esas frases?

–¿Una sola?… Lou Andreas-Salomé dijo algo así como: “Créeme, en este mundo nadie te regalará una vida. Si quieres tener una vida, róbala”.

Rialto es la historia de una persona que sabe que puede fracasar, pero que hay una diferencia entre vivir y sólo existir

–¿Ha comprado alguna vez un libro en Amazon?

–Nunca. De hecho nunca he comprado nada en Amazon. No tienen mis datos.

–¿Pero es Amazon el mayor enemigo de las librerías?

–No, eso me parece una cortina de humo. El problema de Amazon es que vende mucho aquí y no paga impuestos. También que no crea puestos de trabajo de calidad. Estamos renunciando a muchos de los derechos por los que lucharon nuestros abuelos y padres. Hay que leer más a Dickens, no olvidar lo que es un trabajador, lo que significa...

–¿Y cuál es el problema de las librerías?

–Cierran muy pocas librerías, pero malviven casi todas. El problema es la pura falta de lectores. No hay más. No conozco a ningún lector que prefiera comprar un libro sin haberlo ojeado antes, sin darse una vuelta por la librería. Cuando se recurre a Amazon es para los idiomas extranjeros o libros descatalogados.

–Todos los buenos lectores tienen su particular geografía de librerías. ¿Cuál es la suya?

–Gracias a la publicación de Rialto 11 estoy visitando ahora muchas, casi todas maravillosas. Por ejemplo, Moito Conto, en La Coruña, es muy diferente a todo lo que conocía, como un paseo por un fondo estupendo; en Sabadell estuve en una pequeña que se llamaba El Librerío de la Plata, en la que el trato de su propietaria, Cecilia Picún, con sus clientes es exquisito; en Alicante, me gustó muchísimo Pynchon & Co., que tiene mucho valor e ilusión detrás… Y en Puerto Real, El Aprendiz, de Pepe Garrido y su socia, que está haciendo un trabajo precioso… Son tantas…

Me molesta mucho lo mal que viven los libreros, pero lo mucho que se les adorna en las crónicas.

–Un librero pude ser una persona muy importante para la vida cultural de una ciudad, incluso de un país. Se ha visto con la reciente muerte de Rachel Muyal, de la mítica librería Les Colonnes de Tánger. A veces, estos negocios son templos.

–Aunque no hay nada tan pagano como la literatura, es verdad que son como templos. Sin embargo, no hay que olvidar que es el lugar de trabajo de un ser humano. Me molesta mucho lo mal que viven los libreros, pero lo mucho que se les adorna en las crónicas. Me gusta cuando una librería cierra por la jubilación de sus propietarios, como Céfiro en Sevilla.

–¿Y de Sevilla?

–Es sorprendente que librerías como Palas, Reguera o El Gusanito Lector sigan existiendo. Ahora me gusta mucho Boteros, en la Alfalfa, una librería de viejo preciosa, con un fondo amplio, muy agradable… Sevilla tiene muy buenas librerías de viejo.

–Hablemos de la piratería.

–Es tremenda en el libro digital.

-Pero el libro digital no está teniendo mucho éxito.

–Pero sí el robo digital. Siempre hay gente bondadosa que te hace mirar cosas que tú no quieres ver, y alguien me hizo llegar tres plataformas digitales donde estaba Rialto 11 para descargárselo gratis. En una de esas páginas, sólo en una, se habían efectuado más de cuatro mil descargas del libro… Es una barbaridad que no se haga nada y que el ladrón de esos libros lo reconozca abiertamente, sin avergonzarse. Yo siempre pienso: “ojalá te salga un hijo escritor”.

–Ahora se comenta que las mujeres leen más que los hombres.

-No lo creo. Las mujeres son las que más leen narrativas y los hombres prefieren otros géneros. Pero creo que el cliente mayoritario en las librerías son los hombres, en gran parte por la brecha salarial. Eso se ve bien cuando trabajas en una librería. Ellos compran más.

–¿Y la literatura femenina?

–Siempre, desde la antigüedad, han existido grandes escritoras. Lo que pasa es que lo estamos descubriendo ahora. Muchas de ellas no se traducían en España, empezando por la maravillosa colección Bruguera de la que hablábamos antes. Raymond Chandler, un autor que por otra parte admiro mucho, despreciaba la literatura femenina… ¡Y lo hacía al mismo tiempo que Willa Cather escribía sus libros! O no la había leído o estaba ciego. Sin embargo, eso de que el futuro de la literatura es femenino es simplemente un titular que vende. Como decía George Sand, en este mundo todo es moda, hasta los conventos. Ahora la moda es decir eso. Las mujeres llevamos siglos escribiendo maravillas, igual que los hombres.

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