francisco bueno manso. biólogo

"Lo que ha pasado con el Jardín Americano nos retrata como sociedad"

  • Es uno de los mayores conocedores de la historia de los parques y jardines de la ciudad.

  •  Profesor en el Instituto de Tablada, es también un divulgador de la riqueza medioambiental de Andalucía.

Desde el tardofranquismo hasta la actualidad, en Sevilla siempre ha existido un amplio grupo de personas que se han organizado por la demanda y defensa de los espacios verdes. Parques como los del Valle o Miraflores no serían una realidad si antes no hubiese existido una amplia movilización ciudadana. Dentro del núcleo duro de este grupo se encuentra Francisco Bueno Manso, biólogo y profesor en el instituto Carlos Haya (Tablada). Además de su labor docente, Bueno ha desarrollado una importante labor de investigación y divulgación de los parques y jardines sevillanos. Fruto de este esfuerzo son sus libros: Jardines de los Reales Alcázares de Sevilla: plantas, historias y leyendas, escrito al alimón con Ana Nieves Barón Laiseca, y El parque de María Luisa: su historia, su poesía, sus plantas. Para este periódico escribió con José Elías Bonells Historia de los jardines de Sevilla. Otros libros de carácter más general son Guía de la naturaleza de la provincia de Sevilla y Andalucía, naturaleza y diversidad ecológica. Asimismo, para Canal Sur, dirigió, escribió y presentó el programa Espacios naturales de Andalucía. Desarrolla una intensa labor pedagógica dirigida a graduados universitarios y profesores en materias como la Biología Molecular y la Genética

-¿Cuándo comienza el hombre a construir jardines?

-Desde muy pronto. En el momento en que las personas toman conciencia de su individualidad frente al medio, necesitan un espacio propio. Los primeros jardines nacen en Mesopotamia y el antiguo Egipto. Los construyen para aislarse de un entorno hostil, de ahí que siempre sean amurallados. El jardín nace estrechamente unido a la idea del paraíso, del Edén, que está presente en muchas religiones

-¿Y en Sevilla, cuál es el primer jardín del que tenemos noticia histórica?

-El Patio de los Naranjos del Salvador, la antigua mezquita de Ibn Adabbas, que se remonta al siglo IX. No es fácil encontrar en Europa un jardín tan antiguo como éste, que es incluso anterior a la llegada del naranjo a Sevilla, el cual no arraigó en la ciudad hasta aproximadamente el siglo X.

-Entonces, ¿qué árboles tenía en su primera época?

-Se supone que cipreses, granados... Después habría que dar un salto de siglos para llegar al Patio del Yeso del Alcázar, construido en el siglo XII. Su decoración a base de yeso, un material muy barato, tiene una calidad artística increíble.

-¿Y la Buhaira?

-Alrededor del núcleo urbano de Sevilla existieron numerosas huertas de recreo, en las que también se hacían experimentos de aclimatación con plantas que venían de Oriente Próximo: el limonero, el naranjo... De la Buhaira quedan muy pocos elementos originales, pero el jardín actual tiene un gran valor porque recrea esas antiguas huertas.

Los jardines nacen estrechamente unidos a la idea de paraíso, del Edén, que está presente en muchas religiones"Los arriates del Patio de las Doncellas están hundidos para oler mejor el azahar y coger las naranjas con la mano"El Salón del Cristina era un espacio mucho más amplio y señorial que el parque actual"El posible parque de Tablada hay que hacerlo sin prisas. Primero tenemos que conservar bien lo que hay"

-La cultura hispanomusulmana tenía especial devoción por los jardines.

-Sí, y dejó huella. Ahí está el Patio de las Doncellas del Alcázar, construido por Pedro I en el siglo XIV pero inspirado en los jardines hispanomusulmanes. Es muy importante, porque recrea cómo era el jardín hispanomusulmán: una alberca alargada rodeada de arriates hundidos. Este concepto fue revolucionario y no se ha repetido.

-¿Me he preguntado muchas veces cuál es el sentido de esos arriates hundidos?

-Pues sirven para que las copas de los árboles estén al alcance de la mano. Se disfruta mejor del olor del azahar y se pueden coger las naranjas con la mano.

-¿Y no hay otro jardín de ese tipo en el mundo?

-Sí, en la misma Sevilla, en la Casa de la Contratación, que está diseñado en cruz, pero al que no puede acceder el público. Según los trabajos realizados por el arqueólogo Miguel Ángel Tabales, posiblemente también sean de la época de Pedro I, lo que nos habla de la fascinación que sintieron los cristianos por la cultura musulmana que habían encontrado en la ciudad. En el espacio del Alcázar hubo al menos doce o trece jardines de este tipo.

-¿Y Roma no dejó ninguna huella?

-En temas de jardinería no, aunque sabemos por Itálica que las casas tenían patios, en los que siempre existían dos elementos: el agua y la vegetación. Había una cultura del jardín, como en todo el Mediterráneo.

-El descubrimiento de América también supuso la construcción de nuevos jardines privados, como el desaparecido de Hernando Colón, que se ubicó en lo que hoy es San Laureano.

-De ese jardín y del que tuvo Nicolás Monardes por la calle Sierpes se sabe muy poco. Eran jardines que se usaban mucho para la aclimatación de plantas que llegaban de América, es decir, para saber si éstas especies se podían cultivar aquí y qué utilidades podían tener. Aunque ya no se conserven estos jardines, sí quedó esa cultura de la aclimatación. Muchas de esas plantas llegaron al Alcázar y allí se desarrollaron.

-En esa época, los jardines del Alcázar tuvieron que crecer en cantidad y calidad.

-En el siglo XVI, después de una época de abandono durante el siglo XV, asistimos a una nueva era de esplendor con la llegada de las ideas italianas en la materia. El Alcázar florece, entre otras razones porque hay dinero para invertir en la jardinería. Las que eran literalmente las pocilgas se convierten en jardines. Son jardines que todavía recuerdan a los hispanomusulmanes: pequeños y sucesivos. Este esquema se rompería en el siglo XVII con el barroco. Tuvo que ser impresionante, con barcos de madera cargados de vegetación, juegos de agua, cientos de figuras mitológicas con manos y maderas policromadas... Los jardines del Alcázar se convirtieron en un auténtico escenario barroco.

-Estamos hablando en todo momento de jardines privados a los que no tenía acceso la gran mayoría. ¿Cuándo aparecen los jardines públicos en la ciudad?

-En el siglo XVI se produjo en Sevilla un hito fundamental, casi incomprensible para la época: la construcción de la Alameda de Hércules, que puede ser el jardín público más antiguo de España y Europa. Se convirtió en el sitio de encuentro de la ciudad.

-Hay unos azulejos maravillosos del Convento de la Encarnación de Osuna que representan a la Alameda en el siglo XVIII.

-Sí, este espacio lo mandó hacer el conde de Barajas. La Alameda era un sitio insalubre, una zona encharcada y un foco de malaria. Se saneó y se construyó un paseo público que era incluso un poco mayor que el de ahora. Era el punto de cita de la buena gente de Sevilla. Fíjese que el siguiente paseo público de entidad en Sevilla no aparecerá hasta el siglo XIX, con el asistente Arjona.

-Se refiere, me imagino, a los Jardines de las Delicias.

-Sí, fíjese el tiempo que pasó.

-Antes de pasar a las Delicias. ¿Le gusta el proyecto que se hizo en tiempos de Monteseirín para la Alameda?

-No, me parece un proyecto fallido. No responde a la conservación de un legado histórico. Eso era una alameda y ahora no lo es. Que uno de los jardines públicos más antiguos de Europa se haya convertido en eso no me parece acertado.

-El de los Jardines de las Delicias es un proyecto estrechamente unido al Salón del Cristina, que era mucho mayor que el parque que hoy conocemos con este nombre.

-Sí, estamos ya en el siglo XIX, la sociedad ha cambiado y reclama más espacios públicos. La Alameda ya estaba muy degradada y la buena sociedad no quería ir allí a pasear. El asistente Arjona diseñó el Salón Cristina, que, además de lo que todavía pervive, ocupó los solares del Alfonso XIII y el edificio Cristina. También llegaba hasta el río. Era, por tanto, un espacio mucho más extenso y señorial que el de ahora. Arjona unió este parque a las Delicias mediante el camino de la Bella Flor. En las Delicias también aclimataban plantas que venían de América. En este sentido, fue muy importante la labor de Claudio Boutelou, que pertenecía a una saga de botánicos que trabajaba en los jardines reales de Madrid. Estos jardines de las Delicias ya empezaron a tener un tinte romántico, con numerosas esculturas. Si se da cuenta, cuando llegamos al siglo XX Sevilla cuenta con tres grandes jardines públicos: la Alameda -aunque muy deteriorada-, el Cristina y las Delicias.

-Hoy en día, y pese a la más que discutible reurbanización del entorno, el Cristina ha quedado aislado.

-Creo que habría que replantear la gran explanada que hay delante del Palacio de San Telmo y ajardinarla como una extensión del parque. No digo que se planten árboles que tapen la monumentalidad del edificio, pero sí se podría hacer una transición con vegetación baja y fuentes, algo que ennoblecería la zona.

-Llegamos al siglo XX y surge el gran parque público de Sevilla: el Parque de María Luisa. Una de nuestras enseñas como ciudad.

-Es la gran revolución. Como sabemos, este parque era parte del Palacio de San Telmo y lo donó a Sevilla la infanta María Luisa. Con él cambiaron muchas cosas de la ciudad y para mucha gente, sobre todo los mayores, es el Parque, sin más apellidos. En las primeras décadas del siglo XX, con motivo de la Exposición Iberoamericana, también se construyeron, sobre unas antiguas huertas del Alcázar, el paseo de Catalina de Ribera y los Jardines de Murillo.

-¿Cuál es el acierto del Parque de María Luisa?

-Su diseñador, Jean-Claude Nicolas Forestier, tuvo la inteligencia y sensibilidad para unir las grandes líneas racionalistas de los parques franceses de corte versallesco con los pequeños y recónditos jardines de inspiración hispanomusulmana. Es decir, unió las grandes avenidas y las pequeñas rotondas y placitas. Además, decidió conservar gran parte de la vegetación que ya existía, cuyo valor era incalculable, y eliminó lo superfluo.

-Es nuestro gran parque, pero es continuamente agredido por los vándalos.

-Le digo lo que decía José María Izquierdo: "Si quieres conocer el grado de cultura de un pueblo, visita sus jardines".

-¿Y después del Parque de María Luisa?

-Vinieron cinco décadas oscuras en las que no se hizo nada...

-...Que acabaron con la construcción del Parque de los Príncipes en los años 70, al final del franquismo. Me tomaré la licencia de decir que es un parque tecnócrata, a la americana, con sitios para hacer deporte...

-En esa época no eran pocas las voces que reclamaban más espacios verdes. Por una parte tenemos el Parque de los Príncipes, impulsado por la Administración y que tenía un diseño muy innovador para el momento; por la otra, y debido a la presión de los potentes movimientos vecinales de la época, se acometieron los de Amate y Miraflores, que se inauguraron en los 80 y se hicieron sobre escombreras.

-También hubo un movimiento ciudadano muy importante para evitar la destrucción de los jardines del antiguo colegio del Valle.

-Sí, era un jardín con una identidad muy propia, marcada por su cerramiento. Se consiguió salvarlo de la especulación inmobiliaria parando a tiempo algunas operaciones que ya estaban puestas en marcha. No me gusta la última intervención en la que los muros han sido sustituidos por unas rejas buscando una mayor trasparencia, porque ha perdido en gran parte su identidad, que era la de un jardín tapiado. Ahora estás en el Jardín del Valle y estás viendo y escuchando el intenso tráfico de la Ronda. Antes era un remanso de paz.

-Terminemos con este recorrido histórico por la historia de los jardines sevillanos. Llegó la Expo y con él un nuevo salto evolutivo de los jardines y, sobre todo, el nacimiento del gran parque de la democracia: el Alamillo.

-Con el 92 llega algo muy importante: recursos económicos. El Parque del Alamillo fue un referente, porque es el primero que se hace con vegetación mediterránea: encinas, pinos, alcornoques... También por su modelo de gestión individualizada. La mezcla de una urbanización y mobiliario modernos con la vegetación autóctona fue un auténtico éxito.

-De los jardines de la Expo destaca el Jardín Americano, con muchas especies botánicas de ese continente y uno de los paseos más agradables por la isla de la Cartuja. Se reabrió en 2010 tras estar 17 años abandonado, pero luego, incomprensiblemente, volvió a sufrir el abandono durante la era Zoido. Ahora, parece que las cosas están mejorando...

-Lo que ha pasado con el Jardín Americano nos retrata como sociedad. Gastarse un dineral en recuperarlo para después dejar que se deteriore otra vez... La desidia con este parque ha hecho que la ciudad haya perdido muchos recursos.

-¿Cuál será el parque del futuro en Sevilla? ¿Tablada?

-Sí, pero hay que hacerlo sin prisas. Ya no hay una urgencia histórica por hacer nuevas zonas verdes y, pese a las críticas que he hecho, se puede decir que, en los últimos diez años, las cosas se han hecho relativamente bien y se han duplicado los jardines. Primero hay que mantener bien lo que tenemos y después plantearnos el futuro a medio plazo en Tablada.

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