“Hay que reducir el consumo, volver a una forma de vida en la que no se tiren tantas cosas"

Margarita Paneque. Delegada en Andalucía del CSIC

Esta veterana investigadora, que fue Premio Bruker Química Inorgánica en 2009, es desde el pasado mes de abril la ‘jefa’ de una institución que aglutina a 23 centros en la comunidad andaluza

Margarita Paneque.
Margarita Paneque. / Belén Vargas

Margarita Paneque Sosa (Sevilla, 1960) cuenta que su vocación científica fue surgiendo en el patio de su casa, ensuciándose al buscar entre la tierra bichos y piedras sobre los que hacerse preguntas. Al llegar a la Universidad de Sevilla, donde se licenció en 1982 y doctoró en 1986, se decantó por la Química Organometálica, la rama que estudia la fructífera unión entre la química orgánica y la Inorgánica, con numerosas aplicaciones en medicina, cosmética y materiales. Esta mujer amable y entusiasta ha desarrollado su carrera como investigadora del CSIC, principalmente en los Institutos de Ciencia de Materiales de Sevilla (1987-1995), y de Investigaciones Químicas (desde 1996), del que fue directora. En el año 2009 recibió el Premio de Investigación Bruker-Química Inorgánica, concedido por la Real Sociedad Española de Química. El pasado mes de abril, Paneque fue nombrada delegada institucional del CSIC en Andalucía, tras unos años un tanto polémicos. Entre sus retos, destaca el una mayor y mejor comunicación entre los 23 centros que el Consejo tiene en Andalucía y hacer más fluidas las relaciones con la Junta.

–¿Se ha parado ya la sangría de vocaciones científicas que se detectó hace unos años?

–Es cierto que hubo un importante descenso en el número de matriculaciones en las facultades de ciencias. Soy muy consciente de este problema, porque he colaborado en algunas actividades para intentar corregirlo. La vocación científica hay que despertarla en una edad muy temprana, durante la infancia, y consolidarla cuando el estudiante está finalizando la secundaria y comenzando el Bachillerato. Ahora hay muchas iniciativas en este sentido, tanto en los colegios e institutos como en las facultades... Consisten en proyectos y trabajos en laboratorios que le permiten a los estudiantes tocar la ciencia, porque el amor a ésta no surge del conocimiento teórico, sino de la práctica. En general, hemos conseguido un aumento en las matriculaciones.

–¿Cómo surgió en usted la vocación?

–Cuando era pequeña jugaba en la tierra del patio de mi casa: buscaba bichos, juntaba piedras, me preguntaba por qué los pegamentos pegan, por qué el detergente lava los platos... El acercamiento al por qué de las cosas es muy importante en el naciminento de una vocación científica.

–¿Y la química, su especialidad?

–No sé muy bien por qué la escogí. De hecho, empecé el COU pensando que quería estudiar Biología, porque me llamaban mucho la atención las plantas y los animales. Quizás influyó que, en su momento, se decía que la Biología no tenía salidas profesionales... En cualquier caso tenía muy claro que quería hacer una ciencia experimental.

–La química no tiene buena fama. Se la suele identificar con la contaminación.

–Sin embargo, la química está en la base de todas las cosas que nos hacen la vida más cómoda: en la potabilización del agua, en todos los materiales que no son la madera, en los medicamentos... El problema, como siempre, es el mal uso que se hace de la química, del ansia de riqueza de algunos.

–Una de los grandes creaciones de la química es el plástico. Por una parte ha permitido fabricar todo tipo de cosas a precios muy accesibles, desde ropa a coches, pero por otra se ha convertido en un auténtico problema medioambiental. ¿La química dará también la solución?

Margarita Paneque, durante la entrevista.
Margarita Paneque, durante la entrevista. / Belén Vargas

–Sí, puede darla, pero lo más importante es el comportamiento de las personas. Los plásticos son polímeros, los sintetizas a través de moléculas pequeñas que, en muchos casos, son inocuas. La química puede encontrar un procedimiento para revertir esa síntesis y volver a obtener otros materiales nuevos. De hecho ya se hace. Mucha de la ropa que usamos se fabrica reciclando botellas de plástico. El problema es que si nosotros, en vez de tirar esa botella al contenedor de reciclaje lo tiramos al mar.... Hay que educar a la sociedad y a las personas. La primera solución es reducir el consumo. Tenemos que revertir nuestra forma de vida, volver a una existencia menos cómoda, en la que no se tiren tantas cosas.

¿Cree que la ciencia llegará a explicarlo todo?

–La ciencia podrá explicar muchas cosas, pero no sé si todo. Siempre quedará algo detrás que desconoceremos y, además, no necesitaremos conocer.

–Después de una etapa anterior marcada por la polémica, es la nueva delegada en Andalucía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). ¿Cuál es su proyecto?

–Ser delegada del CSIC no es un cargo político al que alguien se presenta con un determinado programa. A mí me llamó un día Rosa Menéndez, la presidenta del CSIC, y me dijo que le gustaría que fuese la delegada en Andalucía. Es decir, primero me he encontrado el cargo y ahora tengo que hacer el proyecto. Lo que tengo claro son las cosas que he echado de menos durante los últimos tiempos y que intentaré solucionar. En Andalucía somos 23 grandes centros del CSIC y los investigadores no nos conocemos entre nosotros. Lo primero que me gustaría lograr es una mayor interrelación entre todos los centros, lo cual puede producirnos muchos beneficios. Es obvio que hoy en día las distintas ramas de las ciencias tienen que ir de la mano. También me gustaría que esos centros supiesen que yo estoy aquí para ayudarles en sus relaciones tanto con el Gobierno de Madrid como con las instituciones autonómicas. Quiero que la Junta se dé cuenta de que, aunque dependemos de la Administración General del Estado, estamos radicados en Andalucía y estamos trabajando para ella. No sólo puede, sino que tiene que contar con nosotros para el desarrollo de Andalucía.

–Usted ha dicho alguna vez que su condición de mujer le ha supuesto tener que esforzarse más que los hombres para llegar a una serie de cargos.

–Hace 30 años, cuando yo empecé mi carrera científica, lo habitual era que las mujeres, como mucho, tuviesen un pequeño trabajo que le permitiera dedicarse a la casa. Cuando me quedé embarazada, la gente me preguntaba si iba a dejar mi profesión... Hoy en día, sin embargo, es fácil ver a las mujeres sosteniendo a las economías familiares, porque hay muchos hombres en paro. Ha habido momentos en los que sí he sentido que tenía que trabajar más duro que otros hombres para llegar al mismo sitio y demostrar que no estaba allí simplemente para echar el rato. Los techos de cristal existen para todos los escalafones. Hay que aprender a ignorarlos y seguir para adelante, muchas veces a costa de más esfuerzo.

–¿Y en el CSIC?

–Hace ya muchos años que creó su comisión de igualdad y tiene este problema muy metido en la cabeza, pero es cierto que todavía hay más hombres que mujeres a medida que subimos en el escalafón.

–La crisis económica supuso un golpe durísimo a la ciencia en España. Los recortes fueron amplios y afectaron a todos los campos. ¿Se ha iniciado ya la recuperación?

–A un ritmo demasiado lento. De momento no hemos observado que estemos volviendo a los niveles de financiación de antes de la crisis. Durante el boom, hubo algunos años con unas excelentes condiciones de subvención, pero no creo que eso vuelva. Ahora estamos viendo que aparecen otra vez ofertas de empleo público para investigadores, pero a un ritmo que difícilmente paliará todo lo que se ha perdido. Los investigadores tenemos que empezar a mirar a la financiación que viene de Europa. Es difícil, porque la burocracia es muy engorrosa. Claro que, para eso, deberíamos contar con muchísima más ayuda administrativa de la que tenemos.

–Algo así como contar en los equipos de investigación con unos rastreadores de subvenciones... Un nuevo perfil laboral.

–Exacto, porque enfrentarse a la burocracia supone abandonar durante dos meses todo lo que estés haciendo. Tenemos que aprender y ser capaces de hacerlo. Necesitaríamos, al menos, un buscador de subvenciones en cada centro del CSIC.

–El CSIC depende de la Administración General del Estado, ¿pero cómo son las relaciones con la Junta?

–La colaboración entre la Junta y el CSIC es buena y hay varios proyectos en los que colaboramos, como el Centro de Investigaciones Científicas Isla de la Cartuja o el Instituto de Estudios Sociales Avanzados de Córdoba, pero no siempre es fácil su apoyo económico, porque la Ley de Contratación es tremenda y dificulta mucho las cosas.

–Estamos en la Casa de la Ciencia, una de las apuestas del CSIC para fomentar las vocaciones en Sevilla.

–Somos un proyecto pequeño, pero tenemos una actividad permanente, sobre todo de visitas escolares. Una de las cosas que quiero hacer es habilitar un espacio para, periódicamente, mostrar la función y actividad de los 23 centros que tiene el CSIC en Andalucía. Hay muchas cosas interesantes que desconocen no sólo los ciudadanos, sino también las autoridades, incluso yo misma. Hace unos días estuve visitando el Instituto de Agricultura Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea La Mayora, en Málaga, y me dijeron que todo el desarrollo tecnológico para que se pudiese desarrollar el cultivo de la fresa en Huelva se hizo allí. Es decir, que un centro del CSIC ha sido fundamental para la economía de una zona de Andalucía.

–Hay un centro del CSIC con gran solera en Sevilla que no siempre ha recibido la atención necesaria. Me refiero a la Escuela de Estudios Hispano-Americanos de la calle Alfonso XII. Ahora mismo, está en un periodo de transformación.

–Efectivamente, por problemas de financiación y de envejecimiento de la plantilla, la Escuela se ha ido quedando con muy pocos investigadores. Incluso me atrevería a decir que ha estado un poco abandonada desde el área de humanidades del Consejo. Quizás porque tenía tanto nombre y solera no nos hemos preocupado mucho de sus problemas y necesidades. Ahora estamos trabajando con las universidades de Sevilla y Pablo de Olavide para convertir la Escuela en un centro mixto y relanzarla, algo que se culminará lo antes posible.

–¿Alguna fecha?

–Por ahora no. El otro día me reuní con los dos vicerrectores de investigación de la Hispalense y la Olavide. El mes que viene nos volveremos a ver. Ya hay firmado un documento de intenciones entre las tres instituciones y existe también una comisión que lleva cerca de un año trabajando en el proyecto científico.

–Seguirá en su edificio histórico, ¿no?

–Por supuesto. Nos gustaría, además, que la ciudad se implicase. La Junta ya ha mostrado su interés en tener algún tipo de participación. Nadie ignora la importancia que un centro como este tiene en el americanismo.

–Hablemos de una de las joyas de la corona del CSIC, la Estación Biológica de Doñana.

–Me gustaría destacar que la Estación Biológica de Doñana no sólo hace trabajos en este parque nacional, sino también en otros muchos lugares de Andalucía, como Cazorla, Sierra Nevada...

–Doñana siempre está sometida a tensiones y polémicas...

–Eso es inevitable en un mundo como el que vivimos... Pero los científicos no debemos tomar decisiones políticas, sino aportar conocimiento, poner al servicio de las autoridades y de la sociedad en general nuestras investigaciones. A veces se quiere hacer recaer sobre los científicos la responsabilidad sobre temas importantes en Doñana, cuando eso lo tienen que hacer las autoridades, basándose lógicamente en los datos aportados por los primeros.

–Su especialidad es la química organometálica. ¿Lo puede explicar a los mortales?

–Simplemente consiste en el estudio de los compuestos que tienen, por lo menos, un enlace de un metal y un átomo de carbono de una molécula orgánica. Es decir, la conjunción entre la química orgánica y la inorgánica.

–¿Y para qué sirve?

–Cuando un compuesto orgánico se enlaza a un metal cambian completamente las propiedades electrónicas de sus enlaces, lo cual facilita enormemente las síntesis químicas. Esto tiene muchas aplicaciones: medicamentos, cosmética, materiales de teléfonos móviles... Contribuye a la conservación del medio ambiente, pues disminuyen los requerimientos energéticos de muchos procesos sintéticos. Es decir, se ahorra energía. Gracias a ellos se ha conseguido una síntesis mucho más barata de los plásticos, lo cual es muy beneficioso si la gente la usa bien, porque puedes tener acceso a una serie de instrumentos de una manera mucha más económica.

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