“Muchas veces, los apellidos más sencillos son los mejores”

Fernando de Artacho | Escritor, historiador y experto en genealogía

Escritor incansable de novelas históricas, escrutador de archivos genealógicos y miembro de cien academias, el entrevistado es también descendiente de Vicente Llorens, pionero del cine en Sevilla Luis Miguel Rufino: “Triana es una operación de marketing” Jacobo Cortines, poeta: “No aguanto la fealdad”

Fernando de Artacho.
Fernando de Artacho. / Juan Carlos Muñoz

Entrar en la casa del Barrio de Santa Cruz de Fernando de Artacho y Pérez-Blázquez (Sevilla, 1960) es como viajar al pasado. Las paredes están forradas de cuadros antiguos, muchos de ellos de antepasados de rotundos bigotes y sotanas o uniformes lustrosos. Alguna que otra panoplia con armas y medallas (propias y familiares) recuerda no solo sus ancestros militares, sino también su condición de capitán de la reserva. En los anaqueles se acumulan libros de lomos gastados y carpetas con archivos genealógicos, su gran pasión. Licenciado en Derecho y doctor en Historia, Fernando de Artacho es también diplomado en Genealogía, Heráldica y Nobiliaria por el CSIC. Como escritor su producción es prolija, con obras como ‘Hija de la Iglesia’ (2004), ‘Las dos verdades (2005), ‘El enigma de la Santa Espina’ (finalista del Premio de Novela Ateneo de Sevilla), o ‘La gubia del alumbrado’ (I Premio Ateneo de Sevilla de Novela Histórica), por citar solo algunas. Como historiador es autor de ‘La Nobleza sevillana a través del Privilegio de Oratorios’ o ‘Los otros Alba’. Es miembro de un número sin fin de academias y asociaciones, pero también tiene el blasón canalla de haber fundado el Pub Mariscal, garito de tronío de la noche sevillana.

Pregunta.–La vinculación de su familia con la historia del cine y el teatro en Sevilla es evidente.

–La vinculación viene a través de Vicente Llorens y Asencio, mi bisabuelo. Iba a leer una tesis sobre él en la Universidad CEU de Madrid, pero el proyecto se ha postergado debido a varios problemas de salud. A ver si después del verano...

P.–¿Quién fue Vicente Llorens?

–Fue todo un personaje, un enamorado del cine, catedrático de Historia de América, abogado, licenciado en Filosofía, experto en esperanto... llegó a gestionar veinte teatros que reconvirtió en salas de cine: el Llorens, el Azofaifo, el Nevería, el Cervantes, el San Fernando, el Imperial... Por el Llorens pasó desde la Niña de los Peines o Fleta hasta Unamuno, Ortega y Gasset y Rubinstein... Lo mejor...

P.–Un pionero.

–Fue un adelantado a su tiempo, el primero que realizó una toma cinematográfica aérea de Sevilla, que tengo yo. Lo hizo en un biplano. Guardo películas con los cimientos de la Exposición del 29, hermandades por la calle Sierpes... También tengo una película de un homenaje que se le hizo a Miguel Primo de Rivera en Madrid, en 1929, con imágenes de la orquesta de Font bajando del tren o los caballistas andaluces por la Gran Vía... Fue uno de los impulsores de la Cabalgata de Reyes Magos.

P.–Veo que es usted muy aficionado a las antigüedades.

–Todo lo que tengo aquí es de familia. Ese busto de bronce que ve allí es mi abuelo Fernando de Artacho, realizado por Castillo Lastrucci. Fue el que sucedió a su suegro Vicente Llorens. Aquello que ve allí es una de las mejores obras de Sánchez Perrier, que era pariente nuestro.

P.–Hablando de parientes. Es licenciado en Derecho, doctor en Historia... pero su gran pasión es la genealogía.

–La genealogía y la nobiliaria, que es una rama importante del derecho. Nunca olvidemos que la nobleza es derecho. No puede ser otra cosa, porque es un privilegio, una ley privada.

Hay gente que contrata expedientes nobiliarios por vanidad, otros por tradición familiar

P.–Cuando se habla de temas heráldicos y nobiliarios nunca sabemos cuánto hay de ciencia y cuánto de vanidad.

–Depende. Yo habré hecho unos 1.000 expedientes de nobleza para el ingreso en corporaciones nobiliarias. Si lo haces honradamente es un trabajo que requiere de muchísimo tiempo. Investigar un apellido te puede llevar años. Hay gente que contrata estos expedientes por vanidad, otros por tradición familiar. También hay muchos estudios genealógicos que se hacen por un interés exclusivamente histórico.

P.–¿Hay mucha gente que truca su árbol genealógico para darse un barniz de nobleza?

–Desde que el mundo es mundo. Fíjese en los famosos linajudos de Sevilla del Siglo de Oro. Se dedicaban a falsificar genealogías para meter a determinados señores en órdenes nobiliarias.

P.–¿Eso continúa hoy en día?

–Sí, puede haber gente que se preste a hacerlo. Yo, desde luego, no. Hubo muchas familias que falsificaron la antigüedad de su nobleza. Yo empecé investigando en los archivos de mi casa con 14 años... y hasta ahora que voy a cumplir 65 años. Hay muchas cosas que me callo, porque los herederos no tienen la culpa de lo que hicieron sus antepasados. Hay personas cuyos antepasados falsificaron su nobleza, pero ellos se la ganaron después con sus hechos.

P.–Sevilla es una ciudad muy dada a estas cuestiones. ¿Es uno de los lugares más nobiliarios de España?

–Sin duda, ahí tenemos a la Maestranza, que tiene un gran prestigio y es muy seria. Pero antes había más títulos.

P.–¿Y qué pasó?

–Se fueron trasladando a Madrid, a la corte. En ciudades como Écija llegó a haber cuarenta o cincuenta títulos de nobleza. Hubo una fuga. Si vas al Barrio de Salamanca ves unas casas con grandes entradas con escudos nobiliarios... Después sus herederos las convirtieron en pisos.

P.–Recientemente, hubo una auténtica revolución, el final de la primacía del varón sobre la mujer a la hora de heredar un título.

–Eso ha dado muchos problemas, porque siempre se dijo que, “en Castilla, el caballo lleva la silla”, lo que significa que la nobleza solo se hereda del padre, no de la madre. Para ser noble tienes que serlo de primer apellido.

P.–Pero, según tengo entendido, no existen los apellidos nobles, sino los linajes nobles.

–Exacto, hay Garcías que son muy nobles y, sin embargo, otros apellidos que parecen muy linajudos los llevan gentes que descienden de criados de un determinado aristócrata. Hay Pérez de Guzmán y Ponces de León que no tienen nobleza. Muchas veces, los apellidos más sencillos son los mejores. Del mismo modo, todos los nobles no tienen escudo. Es muy difícil que te concedan un escudo.

La historia da muchas sorpresas y la genealogía más todavía

P.–Pues el Corte Inglés está lleno de escudos con todos los apellidos y la gente lo compra creyéndose que les pertenecen.

–Eso es una estafa. En España hay cuatro órdenes militares: Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa. Las tres primeras piden cuatro apellidos nobles para entrar, pero Montesa solo dos. Aún así, es dificilísimo entrar. ¿Por qué? Porque a los dos apellidos les piden una prueba armera, de armas. Tienes que tener escudo desde antes de 1812. Eso es muy complicado.

P.–Antiguamente, estaba la figura del rey de armas.

–El Rey de Armas era la persona que designaba el Rey para certificar escudos y genealogías. Es una figura muy denostada, porque se les sobornaba con facilidad cuando alguien quería certificar su nobleza. Pagabas y podías decir que venías del Cid. De hecho, las corporaciones nobiliarias serias de hoy no te admiten un certificado de un rey de armas como prueba de nobleza.

P.–Hace años usted reivindicó uno para Andalucía.

–En Castilla León lo tienen, el marqués de la Floresta, aunque solo se dedica a certificar escudos de pueblo y cosas así.

P.–Felipe VI ha celebrado su décimo aniversario como Rey concediendo, por primera vez, diez títulos nobiliarios. ¿Qué le parece?

–Me parece bien, pero si le soy sincero a algunos ni los conocía. En cualquier caso, seguro que están todos bien dados. Sobre todo el de Rafa Nadal, que es una persona increíble.

P.–Hablemos de su faceta como autor.

–Tengo 54 libros terminados, 48 de ellos publicados. He tocado temas como historia, genealogía, ensayo, novela, tesis doctorales... Tengo muchos empezados, pero me temo que me moriré sin acabarlos.

P.–Me llama la atención un libro que escribió sobre la segunda bandera de la Falange en Sevilla durante la Guerra Civil. ¿Por qué este tema?

–Porque el que creó dicha unidad era mi abuelo, Miguel Pérez-Blázquez, el padre de mi madre. Era de Ávila. Cuando tuvo que prometer la República, en el Cuartel de la Montaña, dijo delante del ministro: “prometo fielmente seguir a la República y a sus reyes [en vez de ‘a sus leyes’]”. Lo mandaron de cesante a Sevilla, donde se unió al golpe de Sanjurjo. Después fue, con Cuesta Monereo y Queipo, el que organizó el 18 de julio en Sevilla. Murió en la batalla de Brunete.

P.–Tiene un libro titulado ‘Los otros Alba’.

–Cuento la historia de María del Reposo, la hija natural que tuvo el XV duque de Alba con una joven sevillana, doña Josefina Perrier y Calderón de la Barca. Yo he visto vender ese libro en el Palacio de Liria.

En el Barrio de Santa Cruz no se puede vivir. Los turistas son muy mal educados

P.–La bastardía ha sido muy importante en la historia de España y de Europa en general.

–La propia Casa de Alba tiene una veta bastarda. “Fitz” significa “hijo ilegítimo de”. Por eso, Cayetana de Alba lo omitía muchas veces para firmar.

P.–Pero el gran bastardo de la historia de España es don Juan de Austria.

–Así es. En general, la historia da muchas sorpresas y la genealogía más todavía. Como decía un cura muy antiguo que estaba en la Capillita de San José; “El día que el Padre Eterno diga ‘cada padre con su hijo’... ¡se va a ver cada sorpresa!”.

P.–Otro de los personajes que ha novelado es a Blas de Lezo, el gran marino y héroe español del XVIII. Hace algunos años nadie lo conocía. Hoy, sin embargo, ya está plenamente reivindicado.

–El primero que me habló de él fue el gran político colombiano Pablo Victoria, que vino a Sevilla una Semana Santa. Desde muy joven, Blas de Lezo demostró valentía. Cuando le cortaron la pierna en una batalla ni siquiera se desmayó. Fueron tantas las heridas y mutilaciones que le llamaban el “medio hombre”. Sin embargo, murió de unas calenturas en Cartagena de Indias.

P.–No podemos despedirnos sin hablar del Barrio de Santa Cruz, donde reside. La turisficación lo ha convertido en una zona cada vez más extraña para los sevillanos.

–No se puede vivir... pero también me acuerdo de cuando, a finales de los setenta, el Barrio estaba lleno de tironeros, chorizos y navajeros. Fue cuando quitaron la comisaría de Refinadores. A mi abuela le dieron cuatro tirones.

P.–Después se convirtió en el lugar de una cierta ‘gauche divine’ sevillana.

–Es que las casas llegaron a valer dos pesetas. Ahora, como decía, no se puede vivir. Los turistas son muy mal educados, más que los españoles.

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