Por los vicegoles desperdiciados en las botas de Borja y de Guido bien puede dec irse que el cuarto pelotazo consecutivo en casa del coloso sabe a poco. Pero fue empate de prestigio que el Betis consiguió a base de mirar cara a cara al Real Madrid. Y ya no puede hablarse que salir de la guarida del gran coloso por su pie sea por casualidad, ya que salir indemne de ella por cuarto año consecutivo será por algo que el Betis tiene en sus entrañas.

Apelando a su vocacional buen gusto en el trato a la pelota, el Betis saltó a la mojada yerba de Valdebebas con empaque, presionando arriba y poseyendo el balón con más jerarquía que el Madrid. Había retocado Pellegrini el equipo mediante colocar a Lainez y Joaquín en las bandas para que Canales hiciese de todoterreno errante por el que pasaría toda la producción del equipo. Un pero es que Courtois asistiría a todo eso desde una posición lejanísima y sin intervención alguna.

Fueron unos veinte minutos de monólogo verdiblanco, pero el Madrid dijo basta, Casemiro tocaba a rebato y Modric acaparaba el mando de las operaciones siempre en busca del milagro que se le ocurriera a Benzema. Pero tampoco Bravo intervenía mucho más allá que en la salida de la pelota en busca del amigo. Era un pleito muy abierto, ciertamente atractivo y así se llegaba al intermedio, pero con una pregunta, ¿sería capaz el Betis de reeditar sus últimos logros aquí?

La continuación fue un más de lo mismo, pero menos, pues en ella se vio a un Betis que no se conformaba con las tablas y que gozó de las ocasiones más claras de todo el partido, pero Borja se hizo un lío y Guido le pegó mal con todo a favor ante Courtois. Empate a cero al cabo y la sensación de que la quinta plaza está al alcance del equipo de Pellegrini, ese entrenador providencial que tiene al Betis en perfecto estado de revista y que ha logrado rematar el póquer de hazañas.