TRANSITANDO por un curso tan rico en circunstancias adversas, con lesiones a granel y la inoportuna irrupción de la Copa África, la vida del Betis ha estado cuajada de contratiempos. Sobre todo por la entidad de los lesionados, han sido muchas las dificultades que el equipo bético ha tenido que sortear. Y en tal estado de cosas surge una figura por encima de todas las demás y es la de Germán Pezzella, campeón del mundo por más señas.

De los treintaicuatro partidos que el Betis lleva jugados, el argentino únicamente faltó en tres. No jugó en Montjuïc la noche que debutó Chadi Riad y lo reservó Pellegrini en los choque coperos con el Hernán Cortés y frente al Villanovense. Todo lo demás, ya sea Liga, Copa o Liga Europa, lo ha jugado, con lo que puede catalogarse como piedra angular del edificio que Manuel Pellegrini levanta cada día de partido. Con lo que la renovación se la ganó con todo merecimiento.

Y la historia bética de Pezzella tiene sus dientes de sierra. En el verano de 2017 protagonizó el primer desencuentro entre Quique Setién y Lorenzo Serra. La cosa estaba en ver si salía Mandi o Pezzella hacia otro destino y Setién apostó sin dudar por el franco-argelino. Y como Lorenzo prefería al argentino, ahí se fraguó el primer roce dentro de una serie que fue determinante para que en el verano de 2019, tanto el cántabro como el balear dejaran la casa verdiblanca.

Cuatro años después Germán Pezzella volvía al Betis y si dicen que nunca segundas partes fueron buenas, en este caso no queda otra que desmentir dicho adagio. Cuatro años en Florencia le sirvieron para endurecerse como obliga el Calcio y curiosamente a su vuelta ocurrió que se fue Mandi a la vez que él llegaba para progresar adecuadamente, convertirse en piedra angular y hasta segundo capitán del equipo. Ha sido un caso de ida y vuelta como tantos, pero éste salió bien.