La sala prohibida de Cantora y el vestido 'midi' de la Preysler

Rioja y Oro

Kiko Rivera traspasó la puerta con la que reabrió una vieja polémica: la herencia de Paquirri

Enrique Ponce adelanta uno de los temas de su primer disco e Isabel Preysler crea tendencia al ir a la ópera

Kiko Rivera trabajando de DJ en una discoteca.
Kiko Rivera trabajando de DJ en una discoteca. / Néstor Canovas

La de cosas que se esconden bajo una llave. Hasta el rumbo de una vida puede cambiar tras una cerradura. Eso debió ocurrir en Cantora, el Falcon Crest andaluz que va camino de convertirse en una de esas telenovelas turcas que tanta audiencia cosechan los últimos años. Un 2 de agosto, como en el sueño de una noche de verano -por ponerle literatura de calidad a este drama coplero-, a Kiko Rivera se le cayó el mundo encima cuando traspasó la puerta que nunca debió haber cruzado. La sala prohibida. El salón del ángulo oscuro becqueriano donde su señora madre, tonadillera de profesión y superviviente en horas libres, guardaba (o escondía) las pertenencias de su padre que debieron ser repartidas en su día entre los tres hijos del diestro de Barbate.

Aquella cerradura abrió otro capítulo en la vida de la que ostentó durante años el título -un tanto lorquiano- de viuda de España. Una puerta entornada que nos dejó una de las noches de las que hacen época. Al hijo de la cantante trianera lo vimos sentado -previo cuantioso pago- en la cadena más especializada en temas del corazón y otras vísceras corpóreas. Tras el toque de queda, con sudadera y gorra, el que fuera llamado durante su tierna infancia como Paquirrín se despachó bien a gusto con su progenitora y otros familiares de primera línea sanguínea.

El DJ se mostró molesto por las operaciones financieras que habían hecho tiempo atrás con la parte que le correspondía de la herencia de su padre. Y se atrevió a reconocer que las pertenencias del torero que perdió la vida en Pozoblanco no las había robado nadie -como aseguró en su día Maribel (para los amigos)-, sino que permanecen intactas en aquella finca que tantos quebraderos de cabeza ha dado a la familia. Un patrimonio sobre el que desde hace décadas pesa una orden judicial para que sea repartido entre los tres hijos de Paquirri.

"Lo que no prescribe es ser mala persona"

Más allá de cuartos oscuros (sin segundas) y herencias envenenadas, la noche de los cristales rotos (en versión pantojera) vino a añadir otro frente a los muchos a los que se ha enfrentado la artista sevillana desde principios de este siglo, cuando su imagen saltó por los aires tras aquel noviazgo con el alcalde marbellí que devino en pena de cárcel. Dicen los más allegados que si aquello quebró para siempre su figura como cantante, los escándalos sanguíneos de hogaño le van a pasar factura como persona. En todo este turbio asunto, me quedo con la frase pronunciada por Joaquín Moeckel, el letrado (de indudable elegancia) que defiende los intereses del primogénito de Carmen Ordóñez: "Lo que no prescribe es ser mala persona". Pues eso.

Con la música a otra parte

Cambiemos de melodía con unos sones que nos trae el torero de Chiva. Enrique Ponce, con chándal y botines (outfit le llaman los expertos en la materia) y sobre una marmórea escalera, nos ha hecho un adelanto del que será su primer disco. Al ex de Paloma Cuevas, además de los lances frente al toro, se le da bien entonar baladas, especialmente la incluida en este vídeo que se ha convertido en viral en redes y grupos de Whatsapp (esa tecnología que ha venido a suplir los antiguos patios de vecinos).

Enrique Ponce canta a sus perros.

El diestro -recuperado ya de una lesión- interpreta un clásico de Vicente Fernández, La diferencia, en cuya letra muchos han deducido una alusión al romance que vive con la almeriense Ana Soria, la veinteañera que le ha despertado pasiones que creía olvidadas. Amores que renuevan fondos de armario, con chándal incluido.

Un vestido "muy ponible"

Y hablando de look, el que lució Isabel Preysler para acudir al estreno de la ópera Rusalka en el Teatro Real madrileño, donde, según las revistas, se dejó ver con botas y un vestido midi. Si me preguntan por la relevancia de la noticia, no sabría qué decirles, pero lo cierto es que todo lo que luce la actual pareja de Vargas Llosa es digno de mención, hasta el punto de que he tenido que asesorarme sobre el midi. Se trata de una prenda, bastante habitual, que queda a mitad de camino entre la rodilla y el tobillo, muy combinable con multitud de zapatos, tejidos y estampados. En definitiva, un vestido "muy ponible" (como se dice por estos lares) que en el resto de las mortales pasaba inadvertido hasta que llega el momento de que quien comparte mesa, mantel y sábana con un premio nobel hace uso de él para deleitarse con el género lírico. Crear tendencia lo llaman.

Isabel Preysler luce vestido 'midi' para acudir a la ópera junto a Mario Vargas LLosa.
Isabel Preysler luce vestido 'midi' para acudir a la ópera junto a Mario Vargas LLosa. / Chema Clares / GTRES

Esperemos que su hija, Tamara Falcó, no cree tendencia en lo de hacer generosos regalos, pues la joven le ha regalado a su cuñado una maleta a la que no puede quitársele el ojo de encima. Y mucho menos, hacer uso de ella en vuelos low cost. Incompatible. 645 euros se ha desembolsado la ahora experta en artes culinarias para celebrar los 37 años de su cuñado, Fernando Verdasco. Espero que, tras el coste, la ropa del tenista no salga arrugada de ella, misión imposible en todo viaje. A mí, si me la regalan, la tendría en sala reservada bajo llave. Como en Cantora.

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