Envejecimiento activo, la 'inversión' más barata en salud

Tercera edad

El futuro del sistema sociosanitario pasa por su adaptación a una población de más edad y también por el compromiso personal con estilos de vida saludables.

La participación familiar con los nietos, junto a acciones de voluntariado, contribuyen al bienestar emocional.
La participación familiar con los nietos, junto a acciones de voluntariado, contribuyen al bienestar emocional.
Manu Mediavilla / Madrid

23 de febrero 2012 - 01:00

El envejecimiento activo, que busca garantizar el bienestar físico, psíquico y social durante toda la vida, es a la vez un reto exigente -más aún en tiempos de crisis y recortes sociosanitarios- y una gran oportunidad. En realidad, es muy barato, porque depende en gran parte del compromiso personal con estilos de vida saludables y con la participación social. Pero también requiere una adaptación de los sistemas de salud y de servicios sociales a una nueva realidad poblacional con más personas mayores de 65 años (ocho millones en España) que menores de 15.

La cuestión ha sido objeto de reflexión y debate en un encuentro organizado por Pfizer, en el que Luis Fernando Agüera, psicogeriatra del Hospital 12 de Octubre de Madrid, subrayó que "el XXI es el siglo de las personas mayores", cuya vida más larga y de mayor calidad se beneficiará de su "participación activa en las estrategias preventivas de la propia salud". De hecho, remachó, "lo que se va a vivir en la edad avanzada, ha comenzado en la vida adulta".

En la misma línea, Beatriz León, socióloga investigadora del Proyecto Alzheimer de la la Fundación del Centro de Investigación de Enfermedades Neurológicas, recalca que "envejecer bien es algo más que evitar las enfermedades". El concepto, acuñado en 2002 por la Organización Mundial de la Salud y que en este 2012 sirve de argumento al Año Europeo del Envejecimiento Activo y la Solidaridad Intergeneracional, tiene una dimensión múltiple.

También son múltiples, añade la experta, sus determinantes biopsicosociales, desde el nivel educativo y cultural -cuanto más bajo, más riesgos de salud-, hasta las desigualdades de género que perjudican a las mujeres -viven más años, pero con peor salud-, pasando por el entorno físico y social que margina a las poblaciones con menos recursos, el distinto acceso a servicios de salud y sociosanitarios o la diferente situación laboral y económica.

Con ese telón de fondo, el reto es doble: individual e institucional. En el primer plano, el envejecimiento activo se cimenta en cuatro pilares. Uno, el estilo de vida saludable, con actividad física diaria tan sencilla y eficaz como andar a paso ligero, dieta equilibrada mediterránea, alcohol mínimo y nada de tabaco. Otro, la actividad cognitiva, que se puede entrenar leyendo libros y periódicos, pero también rellenando crucigramas o sudokus. El tercero, mimar las emociones para favorecer la muy saludable autoestima. Y el cuarto, la participación social y ciudadana, que desborda el frecuente rol de cuida -nietos y se concreta en compromisos asociativos y de voluntariado.

Dado que prevenir es el método más barato de ahorrar enfermedades y sus costes, Agüera y León coinciden en la importancia de impulsar el envejecimiento activo desde el sistema sanitario, que será el gran beneficiado de esa conciencia preventiva y autocuidado de salud de las personas mayores.

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