Ana Belén Medialdea (psicóloga): "Si das para recibir, no es generosidad. Es control"

Investigación y Tecnología

Cuando damos con la esperanza de obtener algo a cambio, lo que realmente buscamos es seguridad, aprobación o pertenencia, más que el bienestar del otro

Qué dice la psicología de las personas que siempre hacen favores a los demás

La psicóloga Ana Belén Medialdea
La psicóloga Ana Belén Medialdea / @anapsicologamadrid

Dar es un acto que, a simple vista, parece desinteresado, noble y generoso. Lo aprendemos desde pequeños como un gesto de afecto, de empatía o, incluso, de educación. Sin embargo, en la práctica cotidiana, esa acción de "dar" muchas veces no está tan libre de expectativas como creemos. Lo que pasa es que nos gusta pensar que ofrecemos tiempo, ayuda, tenemos detalles o hacemos favores porque sí y sin esperar nada a cambio. Pero si somos realmente sinceros con nosotros mismos, en más ocasiones de las que quisiéramos admitir, esa entrega lleva consigo una intención no verbalizada: el deseo de reciprocidad.

Este tipo de comportamiento se vuelve especialmente complejo cuando no hay una petición previa. Damos sin que se nos haya solicitado nada y, aun así, esperamos (aunque no lo digamos) que la otra persona reaccione de determinada manera. Y si eso no sucede, nos sentimos dolidos, traicionados o ignorados. ¿Por qué ocurre esto? ¿De dónde surge esa necesidad de recibir algo a cambio, incluso cuando el gesto original pretendía ser generoso? La respuesta tiene más que ver con nuestros vínculos emocionales, nuestras inseguridades y nuestra forma de relacionarnos que con la acción de dar en sí misma.

Veamos qué trasfondo emocional y psicológico hay detrás de esta actitud de la que nos habla la psicóloga Ana Belén Medialdea (@anapsicologamadrid) para que podamos reconocerla y, si así lo deseamos, transformarla en una forma más auténtica y libre de vincularnos con los demás. De entrada, ya nos adelanta que "si das para recibir, no es generosidad. Es control".

El dar como forma de control invisible

¿Cuántas veces te has quedado esperando recibir aquello que has dado? La psicóloga comenta a este respecto lo anteriormente mencionado que se trata de una intención de controlar, más que de ayudar. Aunque lo hagamos con una sonrisa en la cara y desde un supuesto altruismo, en el fondo puede existir una expectativa no expresada que se traduce en que el otro me corresponda en la misma medida en la que yo he dado. Así pues, si no se da esa respuesta, podemos recibir frases del tipo: "Yo hice esto por ti… ahora tú deberías hacer lo mismo por mí" o "Me lo debes, después de lo que he hecho por ti". No lo decimos, pero lo sentimos. Este intercambio silencioso de reproches se convierte en una especie de contrato emocional no verbalizado, un acuerdo invisible que ata a la otra persona a una obligación que nunca consintió.

Este tipo de dinámica puede deteriorar relaciones, sobre todo cuando la otra persona no responde como esperábamos. Aparece entonces la decepción, el enfado o incluso el reproche disfrazado de victimismo. Y todo porque la otra persona no cumplió una expectativa que realmente nunca supo que existía, ya que en un principio parece un acto de amor o amistad genuino, pero realmente se trata de un disfraz bajo el que se esconde una trampa emocional. No es raro que quien recibe un "regalo" de este tipo termine sintiéndose en deuda o incluso culpable, aunque no haya pedido nada.

Desde esta perspectiva, el acto de dar deja de ser libre y se convierte en una herramienta para condicionar comportamientos o validar afectos. Esto no solo genera tensiones, sino que puede distorsionar la forma en la que construimos nuestras relaciones ya que cuando damos con la esperanza de obtener algo a cambio, lo que realmente buscamos es seguridad, aprobación o pertenencia, más que el bienestar del otro.

La importancia de revisar nuestras motivaciones

Darse cuenta de estas dinámicas no significa que debamos dejar de dar o que todas las muestras de afecto estén contaminadas por el interés. Significa más bien que es necesario revisar desde dónde lo hacemos. ¿Damos porque realmente deseamos hacerlo o porque necesitamos que el otro nos devuelva algo, aunque sea en forma de reconocimiento? ¿Seríamos capaces de ofrecer lo mismo sin recibir nada en absoluto a cambio?

Cuando tomamos conciencia de nuestras motivaciones, podemos elegir con mayor libertad. Podemos seguir dando, sí, pero desde un lugar más honesto, más claro, más libre. Podemos aceptar que, en ocasiones, nuestra necesidad de dar es también una forma de buscar validación o cariño, y eso no nos hace menos valiosos, solo más humanos. La clave está en no manipular, en no imponer expectativas disfrazadas de generosidad.

Asimismo, aprender a decir "no" a aquello que no hemos pedido, pero que intuimos que traerá consigo una deuda emocional, es igual de importante. "Aprender a poner límites cuando sientas que estás dando de más porque no se trata de dejar de dar, sino de dar desde un lugar sano", manifiesta la psicóloga, por lo que poner límites también es una forma de cuidar tanto los vínculos que tenemos con los demás como de protegernos emocionalmente.

En definitiva, la verdadera generosidad no espera nada. Y si lo hacemos, está bien, pero seamos sinceros con nosotros mismos. Dar desde el deseo y no desde la exigencia es lo que diferencia un vínculo sano de uno basado en la necesidad de controlar al otro.

stats