La belleza de un apagón en Santa María la Blanca

"Estamos oyendo misa como nuestros antepasados", dijo el cura en un templo semioscuro.

La belleza de un apagón en Santa María la Blanca
La belleza de un apagón en Santa María la Blanca / M. G.

Sevilla/Misa de 19:30 de un viernes en Santa María la Blanca, una de las principales joyas del patrimonio eclesiástico sevillano, quizás de las más desconocidas por los propios habitantes de esta ciudad. Se va la luz. El templo queda de forma repentina iluminado exclusivamente por la candelería del triduo de la Virgen de las Nieves, que preside el altar mayor y que recibe oraciones a deshoras en el azulejo de la fachada principal del templo.

El sacerdote oficiante, don Miguel Ángel Núñez, acierta a decir: "Estamos oyendo misa como lo hacían nuestros antepasados". Y todo se volvió bello. Y esa belleza inesperada, que sorprende y ayuda a meditar, es quizás un regalo por algo y por alguien. A Dios por la belleza de un templo semioscuro que si en algo se caracteriza es precisamente por una belleza soberbia.

El templo a oscuras con el altar iluminado al fondo
El templo a oscuras con el altar iluminado al fondo / M. G.

Se apaga la luz y sólo está la Virgen blanca y chiquita, la que celebra su festividad en las soledades del agosto que nace. Y solo eso basta. Un apagón, de esos que tantas veces afectan al centro histórico de la ciudad, puede tener un efecto evocador tremendo. Y el como el Dios teresiano que está en los pucheros, uno tiene claro que Dios también está en los apagones. Donde menos se le espera, donde nunca falta. La belleza te sorprende de pronto en una iglesia, en una tarde de viernes, a solas con tu mejor memoria. Divina causalidad.

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