La restauración del Cristo de Lepanto de Barcelona y la iconografía de imágenes negras andaluzas
Una restauración ha dejado al descubierto que este crucificado catalán era en su origen completamente blanco
El hollín y pintadas negras a base de brochazos le habían dotado el color que siempre se ha conocido
Una restauración sorprendente. Hasta este pasado miércoles, todos los feligreses barceloneses -e historiadores y especialistas- guardaban en su retina la imagen oscura, negra, del Cristo de Lepanto, una de las imágenes más veneradas de toda Cataluña que recibe culto en la Catedral de Barcelona. Tanto el Cabildo Catedral como los restauradores, en vista del estado que presentaba la imagen y la caída progresiva de la policromía, decidieron acometer una intervención para valorar la afección. Y el resultado ha sido inesperado.
La talla del Cristo de Lepanto, completamente negro, ahora es blanco. Sin más. Y por una cuestión de lo más sencilla: porque la imagen es así. Lo extraordinario y alterado era su fisionomía conocida. Resulta que este Cristo, del siglo XIII y de claro estilo gótico, conservaba su policromía original pero debajo de esta "piel" superpuesta y artifical. Una piel que poco a poco se oscureció hasta convertirse en negra, con motivo de la acción del hollín de los cientos de cirios y velas que diariamente depositan los devotos a sus pies. Al no intervenir a su debido tiempo, la imagen fue cobrando este color opaco. Pero lo más significativo y chocante es que durante la restauración se han encontrado restos de barnices del siglo XIX y repintes posteriores para igualar el color del humo, materiales que se han retirado con facilidad y paciencia.
La restauración -que no ha creado ningún tipo de alarma devocional ni desapego espiritual, naturalmente- ha dejado al descubierto una portentosa talla que ha recobrado su aspecto original entre el asombro, la sorna y el agrado tanto del Cabildo como de los fieles. Tras visionar las imágenes de la intervención, muchos cofrades han rememorado otras devociones andaluzas que también presentan una iconografía similar, esto es, de color negro. Sin embargo, la policromía de estas tallas sí son oscuras de por sí, alejándonos de leyendas varias y transmisiones orales que se han mantenido de generación en generación.
Es el caso, por ejemplo, de la Virgen de la Merced, patrona de Jerez de la Frontera. Ocurre lo mismo con la Virgen de los Milagros, del Puerto de Santa María, o la Virgen de Regla, de Chipiona. Todas ellas cuentan con una acreditada devoción en la provincia de Cádiz y fuera de ella, y presentan unos mismos cánones artísticos: rigidez, hieratismo, Niño entre los brazos y estatura menor a la académica.
Unos patrones que devienen de los modelos góticos y románicos de la Edad Media europea. Tras la reconquista, en el siglo XIII, se expande de manera notable la devoción a la Virgen María y en concreto este tipo de iconografía, cuya explicación más o menos bíblica puede sustentarse en el Cantar de los Cantares, concretamente en el Nigra Sum: “Negra soy, pero graciosa, hijas de Jerusalén, como las tiendas de Quedan, como los pabellones de Salmá...". Además, el negro no deja de ser la ausencia de luz, el origen de todo color, necesario para componer y crear. Como la propia Virgen, primer Sagrario de Dios, origen del universo y de todas las cosas. Es, de manera muy somera, la posible explicación para estas imágenes negras del sur de España, también presentes en otros lugares como Andújar, con la Virgen de la Cabeza.
En Sevilla
Cierto es que en nuestra provincia no es una iconografía que se prodigue especialmente, pero como apunte anecdótico, existe en Marchena, concretamente en la Hermandad de la Humildad y Paciencia, una imagen de la Virgen advocada del Buen Suceso que es de color negro, al igual que sus semejantes gaditanas. Llegó desde Madrid en 1600, y corresponde a la misma época que las citadas anteriormente.
Tallada en plena transición escultórica, presenta piernas rectas y rigidez tanto en la madre como en el niño, vislumbrándose reminiscencias de tipo hierático propio del románico. Aún así, se deja entrever cierta búsqueda de naturalismo y expresión de ternura, más propio del gótico, donde María se convierte en “Madre de Dios”, dejando de ser “trono” del Hijo de Dios, como ocurría en el románico. Su rostro, algo hierático, esboza levemente una cierta sonrisa, con actitud soberbia, pero a su vez dulzura en sus rasgos, donde los ojos llegan a desprender una cierta viveza. Ahora adopta como modelo la "hodegetria bizantina", la conductora e iniciadora del Niño en la Vida.
Una iconografía más que fascinante a la par que enigmática. De momento, el Cristo de Lepanto de Barcelona regresa a su estado primigenio para mayor disfrute de los amantes del arte y de la restauración.
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