Un experimento ensordecedor en las vísperas de la Virgen de los Reyes en Sevilla

La Agrupación Musical Virgen de los Reyes reunió 455 músicos el 14 de agosto para anunciar la salida de la Patrona

El bando de la Agrupación Virgen de los Reyes por la calle Tetuán
El bando de la Agrupación Virgen de los Reyes por la calle Tetuán / Pablo Lastrucci
Pablo Lastrucci

16 de agosto 2022 - 12:29

Bulla de Domingo de Ramos en la noche de un 14 de agosto en Sevilla. La Agrupación Musical Virgen de los Reyes logró reunir a 455 músicos, de los cuales 347 eran provenientes de otras formaciones musicales de toda España, para anunciar con un bando la salida de la Patrona de Sevilla y su Archidiócesis.

Éxito rotundo. Desde la calle Rioja hasta la Plaza del Triunfo, una densa multitud acompañó a los músicos durante el desfile, que comenzó antes de las 21:00 y terminó pasadas las 23:00. Más de dos horas en las que se interpretaron en torno a una quincena de marchas como ¡A la Gloria!, La Saeta, La Esperanza de María, Reina de Reyes, Salud para los enfermos o Al compás de la Laguna.

El bando fue capaz de reunir a más público que el concierto de la Banda Municipal. Estaba previsto que el concierto a las plantas de la Giralda no comenzase hasta que la Agrupación Musical Virgen de los Reyes no se hubiese despedido en la Puerta de los Palos. El lento discurrir de la banda hizo que el director de la Municipal, Francisco Javier Gutiérrez Juan, tuviese que dar comienzo al concierto mientras que en la Plaza del Triunfo se oían las marchas con nitidez. La zarzuela El dúo de la Africana frente a las marchas de Javier Cebrero.

En la Catedral comenzaban a colocar los nardos al paso de Nuestra Señora de los Reyes, ya con las puertas cerradas, al tiempo que en la Avenida de la Constitución retumbaban las vidrieras góticas del Templo Metropolitano. Un sonido ensordecedor y otro golpe en la mesa de la formación que dirige Antonio Velasco. Un homenaje a la Patrona y, por qué no decirlo, un baño de masas para esta banda que hunde sus raíces en la antigua judería sevillana.

Un experimento musical y social, del que se puede deducir que hubo casi más público acompañando a los músicos el domingo que al día siguiente, 15 de agosto, en la salida de la Virgen de los Reyes. Un hecho que confirma el poder de convocatoria de la música procesional y, paralelamente, el declive que comienzan a sufrir celebraciones tan señaladas como el Corpus Christi o la festividad de la Asunción de la Virgen.

La música es un gran aliado para devociones con poca fuerza, o en horas bajas, como han demostrado serlo los capataces y las cuadrillas de costaleros. Afirmar esto así es doblegarse ante la palpable banalización que sufren las cofradías, en las que lo accesorio cobra un protagonismo desmedido. Hay hermandades que no se esconden a la hora de hacerse con los servicios de una banda o un capataz determinado para ganar peso mediático.

El éxito y el buen hacer de las formaciones musicales como Virgen de los Reyes es de alabar, sin peros que valgan. La falta de profundidad y de liturgia en las nuevas generaciones de cofrades, en términos generales, no es culpa ni de la música ni de las cuadrillas de costaleros. Sí es para reflexionar que desde algunas hermandades tomen el camino más corto, y busquen en estos elementos el endeble pilar de popularidad. Surge entonces el eterno debate entre la afición y la devoción.

Sirva como ejemplo lo que ocurrió el último fin de semana de la pasada cuaresma, cuando una asociación cofrade, la Abnegación de San Bernardo, llegó al centro rodeada de gente, con un misterio lleno de romanos con plumas, un Cristo Cautivo, con andar vistoso y la Agrupación Virgen de los Reyes tras el paso. Aquella misma noche, el Cristo de los Desamparados del Santo Ángel, una sobrecogedora talla de Montañés, recorrió en andas y con música de capilla la feligresía de la Magdalena, con escaso público.

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