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La hermandad quiso recrear los altares erigidos en el antiguo convento de San Jacinto durante la Semana Santa de 1932, fecha en la que por la situación política sobrevenida por el advenimiento de la II República no hubo procesiones. La Virgen de la Esperanza aparecía en su altar vestida de hebrea, mientras el Señor lucía una túnica de damasco rojizo.
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