La Redención convoca a cientos de cofrades en su definitivo regreso a Santiago
Los titulares de la cofradía estuvieron todo el tiempo arropados por un nutrido público
Pasadas las diez de la noche quedaron ubicadas las imágenes en el presbiterio del altar mayor
Las imágenes del traslado de las imágenes de la Hermandad de la Redención a la iglesia de Santiago
Como un vago fotograma se nos dibujaban las escapadas monumentales o el rumor de las olas. El curso cofradiero arranca con fuerza y con una clara advertencia: hay muchas, muchas ganas de cofradías. Más de mil días de espera lo justifican, sobre todo para los hermanos de la Redención. La cofradía regresó, al fin, a su iglesia de Santiago, que ha permanecido cerrada al culto durante estos tres últimos años por la restauración integral a la que ha sido sometida y que le ha devuelto todo su esplendor y desvelado sugerentes secretos.
Pareciera, de hecho, Lunes Santo: no cabía un alfiler en la Plaza de San Ildefonso a las ocho de la tarde. Por Deán López Cepero, Rodríguez Marín, Caballerizas... Las callejas se desbordaban a pesar de ser lunes laborable y primeros de septiembre. Los acordes de Saeta a Jesús de la Redención, extraordinaria composición de López Gándara, ahogaban el silencio de los cofrades hasta en la Pila del Pato, donde hasta cuatro y cinco filas de personas estrechaban el cortejo. Primero, el Señor, con túnica blanca bordada, y cerrando, la Virgen del Rocío, con corona de plata y manto azul bordado en sus vistas.
Por los balcones de Carrión Mejías se asomaban quizás los últimos reductos identitarios del barrio de Santiago: familias, vecinos, ancianos... La Cruz Roja resonaba como un cañón y ambas andas, portadas por hermanos, costaleros y devotos, marchaban al compás de La Estrella Sublime o Esperanza Macarena. En la calle Juan de Mesa una representación de la cofradía de la Exaltación recibió al cortejo, que se adentró en su calle Santiago a los sones de Pasan los campanilleros. Desde ese preciso instante, todo fue fiesta y alegría contenida entre los hermanos y cofrades de la Redención, en cuyas pupilas rebrillaba el calor insobornable de alcanzar algo tan humano y tan propio como el hogar.
Pasadas las diez de la noche, los dos titulares quedaban ubicados en el presbiterio del altar mayor. La Redención escribe así un capítulo más en su aún joven pero prometedora historia. El próximo lunes, otra cita no menos desdeñable y que se prevé especialmente emotiva: misa de reapertura a cargo de D. Ramón Valdivia, obispo auxiliar. Como en casa, en ningún sitio.
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