El Palquillo

Una reflexión

  • En el presente tengo una especial cita con el Santísimo Cristo de las Almas, devoción de mi hijo, que lo cuida y mima todo el año, para que no le falta de nada a su Señor

Contraluz del Crucificado de las Almas.

Contraluz del Crucificado de las Almas. / juan carlos vázquez

El Martes es uno de los días que vivo el pasado y el presente, a la vez, en esa dicotomía de los años vividos. Cuando veo la Hermandad de los Estudiantes y rezo antes ese magnífico Cristo de la Buena Muerte, una joya de la imagenería sevillana, que llama al recogimiento interior, con ese exorno floral imitando a un monte con la sobriedad de Jesús muerto en la cruz. Me acuerdo de mi madre quien tenía especial devoción por esta Sagrada Imagen, siempre que podía iba a verlo a salir por la bella puerta del ángel trompero de la Universidad. Me dejó esta herencia, pues yo sigo yendo a verlo a su capilla universitaria, especialmente cuando estaba estudiando. Cada Martes Santo cuando va camino de la Santa Iglesia Catedral, me evoca instantes con mi madre viendo el Cristo de los Estudiantes, y mis plegarias rememoran cuanto de niña aprendí de mis mayores y que continúo ejerciendo. ¡Bendita herencia!

Un Martes Santo en la barriada del Cerro del Águila tuve unas vivencias verdaderas de gente sencilla y cofrade. Durante toda la mañana el deleite inundaba, desde muy temprano, todo era algarabía e ilusión, entre capas blancas camino de su iglesia. Los vecinos engalanaban sus calles y plazuelas con alegría y amor. Ellos sacaban sus mejores galas, todo estaba listo y preparado con cariño y esmero, es la gran fiesta de niños, jóvenes y mayores. Como un ensueño de unos hermanos y hermanas, que van a hacer la estación de penitencia con fe y todos acompañando a su Madre Dolores hasta Sevilla, que por unas horas dejaría su barrio huérfano. Todas estas sensaciones y emociones tuve la suerte de sentirlas, cuando viví allí una Semana Santa. Presencie en primera línea las experiencias de la vecina Angustias, que Charo Padilla ejemplarizó en su pregón.

Se percibe como los padres y abuelos con gran orgullo llevan de la mano a sus hijos y nietos y otros más pequeños en brazos, van enseñándoles a su heredero su fe y su cariño hacia sus Titulares. Es una evangelización, lo están cristianizando con la simpleza del hombre y de la mujer del pueblo, con la sencillez de quien lleva sobre sus espaldas la lucha del trabajo y de la supervivencia. Pero allí está dando el testigo a sus hijos y nietos, de su fe y testimonio de su compromiso como cristiano. Esta es la fe del hombre sencillo y humilde que ha sustentado durante tantos años y siglos nuestra Iglesia, esa es la fe evangelizadora de la familia y del hogar que desgraciadamente en esta sociedad actual se está perdiendo.

La Hermandad es el núcleo central de sus vecinos, que los aglutina y donde se establecen las relaciones, por eso el cardenal fray Carlos Amigo, coronó a Nuestra Señora de los Dolores en su propio barrio, pues no podía ser de otra manera.

En el presente tengo una especial cita con el Santísimo Cristo de las Almas, devoción de mi hijo, que lo cuida y mima todo el año, para que no le falta de nada a su Señor, no sólo por su cargo de prioste, sino por su amor y devoción. Pues, desde pequeño en la hermandad de los Javieres encontró su camino como cofrade, además de sus raíces Azul y Plata de la Hiniesta, la cofradía de la familia.

La característica forma de andar del Cristo de las Almas, llevado por la familia Palacios, llama a la oración y a la veneración; en su magnífico paso dorado con candelabros y un monte silvestre con tonalidades moradas, parece el monte del Calvario; y una caravela, obra del joven autor Ricardo Gil, a los pies del Cristo de las Almas simbolizando el triunfo de la muerte sobre el pecado original, según la vieja tradición cristiana, el género humano se salva con la resurrección de Jesús. De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde el alma (Mt, 16,24-28).

¿Qué es nuestra Semana Santa? Un conjunto de sentimientos, emociones todo ello envuelto en una fe profunda y arraigada, muchas veces heredada de nuestros mayores. Esto es la piedad popular, como dijo el pregonero Juan Miguel Vega la fe del cofrade no es de low cost, como se ha considerado por algunos estamentos.

Nosotros los cofrades debemos de comprometernos más y no ser como aquel pueblo que se mofó de Jesús ni practicar un cristianismo a la carta. Jesús en su Santa Cruz, nos propone revisar nuestras actitudes, de modo que no perdamos el sentido último de nuestra existencia. Sobre todo en esta sociedad actual tan materialista, relativista y consumista, que nos encadena a la mediatez fácil, consumista y a la mediocridad.

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