Del Rocío coronada
La Bocamanga
Sesenta y cinco años después de aquella primera coronación y con casi cinco mil hermanos más, María Santísima del Rocío va a ser coronada canónicamente
El paso del tiempo

¿Cómo iba a pensar nadie en una coronación? Era imposible que aquellos diecisiete fundadores en Santa María la Blanca lo contemplaran, imposible que los primeros ochenta y dos nazarenos que salieron a la calle desde la iglesia de la Misericordia con la túnica de la hermandad pudieran ni siquiera imaginarlo, imposible con tantas coronas prestadas por tantas hermandades para cubrir las sienes de María Santísima del Rocío.
Ni el cardenal Bueno Monreal cuando bendijo la imagen ni don Eugenio Hernández Bastos cuando anunció la primera salida bajo palio de la Virgen para 1961 ni siquiera don José María Ibarra cuando donó la corona para ello pudieron figurárselo, nadie. Sesenta y cinco años después de aquella primera coronación y con casi cinco mil hermanos más, María Santísima del Rocío va a ser coronada canónicamente.
Con esa corona que Pepe Delgado soñó para Ella y que Jesús Dominguez ha ejecutado en su taller se coronan muchos años de amor y devoción, muchas penalidades pasadas y sufridas con la resignación del que nada tiene y la ilusión del que todo lo quiere para una Madre, se coronan muchos besos en sus manos, muchas miradas con los ojos lacrimosos, muchas oraciones calladas, los desvelos de Amalita y las coplas que perdurarán por siempre en el eco de la iglesia de Santiago de Angelita Yruela, se corona la locura bendita de un hermano mayor, Manolo del Cuvillo, que hizo soñar a toda una hermandad y se corona el amor de Dios derramado y entregado a los autistas que tan inocentemente la miran a Ella.
El Espíritu Santo
La llama del Espíritu Santo se va a posar después de haber templado el oro de la corona una vez más sobre la Virgen en un Pentecostés tardío de gozo y plenitud para ser luz de los corazones, dulce huésped del alma, en el ardor frescura y consuelo en el llanto. Los hermanos del Rocío, como tan bien me decía mi recordado Juan Dávila, llenarán de terciopelo verde sus miradas y estallarán en el júbilo de su ser para la Virgen con aromas de marisma y reverberación de luz del Coto, para la del nombre que ya se hace infinito desde una ermita, que sonríe en Almonte y llora en Sevilla.
Llega el día en el que una Virgen verá a sus hijos arrodillados una vez más con el corazón ardiente de fervor, rendidos ante su belleza y extasiados por saberse bajo su manto, para levantarlos de nuevo con su mano poderosa y dejarlos que la acompañen coronada por Sevilla camino de su casa, llenos de orgullo pero con la humildad y sencillez que su Señor les ha enseñado. La procesión espera para ser como un vuelo de paloma que busque posarse de nuevo en el nido de amor que tiene junto al Corral del Conde, ese sitio donde un azulejo da la bienvenida a la calle Santiago, donde vive la Madre de Dios.
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