San Pedro se rinde ante los hermanos del Cachorro y de la Virgen de la Esperanza

Más de 700 personas participan con el Cachorro en la peregrinación a la Puerta Santa y ganan el Jubileo

El arzobispo de Sevilla: “Hemos traído a Roma la belleza de nuestra tierra, el arte de nuestras devociones, el alma de nuestro pueblo”

La peregrinación de los hermanos del Cachorro a la Puerta Santa
La peregrinación de los hermanos del Cachorro a la Puerta Santa / Juan Carlos Muñoz

Pasaban las doce del mediodía en la Ciudad del Vaticano. Las colas en San Pedro –como de costumbre– superaban los más de cuarenta y cinco minutos de espera. La polizia iba pasando control, uno por uno, de los cientos de peregrinos que visitaban aquella calurosa mañana la Basílica de San Pedro. Móviles, cámaras fotográficas, bolsos y mochilas predominaban los cestillos. Hasta que la vista se escapó a algo que, en nuestras ciudades, es superior en valor a muchas de las cosas mencionadas. Una medalla de cordón negro y blanco reposaba en el cajetín de seguridad. Su propietario llevaba una sudadera donde, detrás, se podía leer Triana en letras doradas. No cabía duda. Nos miramos sin mediar palabra, pero ambos sabíamos a lo que veníamos. Ambos seguimos nuestros caminos, que era el mismo. Entramos en la Basílica y, al unísono, giramos a la izquierda. Unos metros más adelante, estaba la imagen que le arrebatara el suspiro más hondo que he escuchado en mucho tiempo. Le pregunté su nombre, se llamaba Manuel. Su padre le hizo hermano del cachorro desde antes de que tuviera apenas consciencia. Ahora, había venido con la medalla que en vida le dejó de herencia.

Mientras las oraciones iban pasando por aquel efímero altar, se escuchó un "¡qué guapa está la Esperanza!". Y no le faltaba razón. La Virgen, con romero a sus plantas –no podía ser de otra manera– deja boquiabiertos a cualquiera que vaya y no la conozca. Y, tal y como comprobé, también lo hace con los que la conocen de memoria. Esta vez, como Manuel, fue Esperanza –dudo que su nombre sea casualidad– la que entonaba lo que le salía del corazón al ver a su Virgen. Venía desde su ciudad con la familia. Todos son hermanos de la corporación. En concreto, acudían en busca de la Virgen hasta Roma para, entre otras muchas cosas, dar las gracias en nombre de su hija por una petición muy especial que la Virgen le concedió. Ella, por cierto, también se llama Esperanza. Cosas del nombre, quizás. Pero siempre hay que pedirle, agradecerle, y confiar en que nunca debe perderse.

El público en San Pedro se iba disipando. Jamás se quedaba solo –creo que, desde la pandemia, será imposible volver a ver esa imagen–, pero los españoles sí que iba buscando un lugar donde comer. A las 17:00 estaban citados de nuevo en el Castillo de Sant Angelo para comenzar, ambas corporaciones, la peregrinación a la Puerta Santa.

Los participantes en la peregrinación de El Cachorro
Los participantes en la peregrinación de El Cachorro / Juan Carlos Muñoz

Se esperaba gente. Mucha. Más de 700 personas se inscribieron con el Cachorro, y más o menos el mismo número lo hizo con la Hermandad de la calle Hilera. Y fue así. La Via della Conciliazione podría haber colgado el cartel de completo. Primero partió la Hermandad de Triana, con Jose Ángel Saiz Meneses en cabeza, Ramón Valdivia, Obispo Auxiliar, Jose Luis Sanz, Manolo Ales –el que además debe estar disfrutando como ninguno, ya que es hermano de la corporación–, Francisco Vélez, Marcelino Manzano, Ángela Moreno, del área de gobierno de turismo y cultura de la ciudad de Sevilla, y cientos de personalidades más. Tras ellos, y precedidos por una cruz de madera alzada en representación del Jubileo que el día 16 comienza, comenzaron su caminar. Un momento emocionante y que, sin duda, debe ser (espiritualmente hablando) uno de los más esperados por los hermanos de la Hermandad.

La Esperanza con un broche de El Cachorro.
La Esperanza con un broche de El Cachorro. / Juan Carlos Muñoz

Tras ellos, los hermanos, fieles y devotos de la Virgen de la Esperanza entonaban sus vivas. Sus guapas. Tocaban las palmas y cantaban mientras iniciaban su camino. No hubo ni un metro que anduviera donde el flamenco sonido de las palmas al compás no retumbara en la Plaza de San Pedro. ‘En Málaga somos así’, escuche a uno de ellos decir mientras la sonrisa ocupaba todo su rostro. Por motivos de salud, Jesús Catalá, Obispo de Málaga, no ha podido personarse en Roma para poder presidir los cultos a la Virgen. No obstante, en la ocasión no quisieron perderse los pertenecientes a la archidiócesis de la ciudad, que iban abriendo el cortejo de la peregrinación. Esperanza, junto a su familia, estaba allí. Con un rosario en sus manos y la oración en sus labios.

Lo verdaderamente emocionante fue verles llegar a las plantas de sus titulares, tras rezar en el Baldaquino de San Pedro. Como dijo aquella "el brillo de los ojos no se opera", y jamás una frase tuvo más sentido que en ese preciso momento. Las miradas, las conversaciones; cada quien con lo suyo. Los de Triana rezando ante Málaga; los de San Jacinto rezando ante calle Castilla. La Virgen de la Esperanza con el broche de la cara del Cristo de la Expiación sobre su manto. El Cachorro levemente girado hacia la Esperanza. Un binomio perfecto el creado en San Pedro. Dos Hermandades que, sin necesidad de hermanamiento, ya son hermanas. Me gusta pensar en las amistades que van a surgir de todo esto.

Los peregrinos van abandonando la Basílica. En la plaza caen unas tímidas gotas de agua. Muchos van en busca de un bar donde les sirvan una Peroni –la Cruzcampo o la Victoria de los romanos–. Otros van a seguir haciendo turismo. No olvidemos que, entre todo, Roma es un museo a pie de calle que merece ser visitado todas las veces que se pueda.

En unas horas empezará el Jubileo. Los nervios de los hermanos van en alza. Queda vivirlo.

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