Adiós municipal con sevillanas

Empieza la despedida. El adiós al cardenal Carlos Amigo Vallejo comenzó ayer en el Ayuntamiento con sones de banda. La escena no la hubiera dibujado ni el mejor Berlanga en Bienvenido Mr. Marshall: sevillanas, pasadobles, ediles y pueblo. Sólo faltaba un traje de flamenca, o de faralaes, como diría más de un turista apeado en Santa Justa la semana de farolillos.

El gobierno municipal recibió ayer al hasta hace una semana arzobispo de Sevilla. A las 12:30 llegaba monseñor Amigo con el inseparable hermano Pablo al andén del Ayuntamiento. Allí lo esperaban el alcalde hispalense, Alfredo Sánchez Monteseirín, y la delegada de Fiestas Mayores, Rosamar Prieto-Castro. El cardenal entraba, quizá por última vez, en el despacho del primer edil. Con ellos estaba el ex alcalde Manuel del Valle, cuyo gobierno coincidió ocho años con el pontificado del ya arzobispo emérito. Enfado en las filas de la oposición. Ningún concejal popular fue invitado. Ni anteriores alcaldes como Rojas Marcos y Soledad Becerril.

El encuentro duró algo más de media hora. Cuando el cardenal Amigo salía por las puertas consistoriales la banda municipal (un tercio de ella, para ser precisos) interpretó Las Sevillanas del Adiós (con cuya letra se han ilustrado tantos artículos estos días). El sonido de los clarines convocó al más variopinto público: jubilados, parados, amas de casa en horas de ocio y demás personal sin oficio a esa hora.

Acabaron las cuatro sevillanas. El cardenal bajó las escaleras y el pueblo lo recibió con abrazos. Sonó el pasadoble gallego Puenteareas, localidad en la que este vallisoletano vivió su primera etapa como fraile. Todos los presentes le dieron su último adiós. Una señora, con lágrimas que le desbaratan el rimel, se acercó a monseñor. "Qué pena que no lo veré de Papa". El prelado emérito respondió con final abierto: "Bueno, bueno..."