Afrancesados en el hotel Inglaterra

Calle Rioja

Ensayo. La misma semana que Elvira Lindo abría las Jornadas de la Fundación Caballero Bonald de Humor y Literatura, M. Elvira Roca Barea pasaba por Sevilla con su último libro

María Elvira Roca Barea, la semana pasada en el hotel Inglaterra.
María Elvira Roca Barea, la semana pasada en el hotel Inglaterra. / Antonio Pizarro

ELVIRA Lindo dio la conferencia inaugural del vigésimo primer encuentro de la Fundación Caballero Bonald, dedicada a Humor y Literatura, donde estuvieron Felipe Benítez Reyes, Antonio Orejudo, Rafael Reig, Juan José Téllez o José Luis García Cossío, Selu, y las canciones de Javier Ruibal. El humor de Elvira Lindo y la risa de María Elvira Roca Barea, que sigue con su particular batalla contra los monosílabos. Hizo de un ensayo un best-seller con Imperiofobia y leyenda negra y ha ganado el premio Espasa de Ensayo con Fracasología, palabra que le debe al profesor Manuel Lucena.

La entrevistó Vigorra en Canal Sur. El libro trata de los afrancesados, y la autora pasó por el Hotel Inglaterra, que suena a Brexit pero se llamó originariamente hotel D’Anglaterre. Reivindica la figura de Carlos II el Hechizado. Un reinado largo de 35 años y próspero tapado por la propaganda francesa, que mandó para relevarlo a comienzos del siglo XVIII a Felipe V, nieto del Rey Sol, Luis XIV. Un rey español nombrado en Versalles. Carlos II el Eclipsado entre los prestigios de Carlos I, que llegó a emperador, el rey que patrocinó la primera vuelta al mundo, y Carlos III, el rey-alcalde que modernizó la Administración. Roca Barea estuvo en Barcelona en la noche del premio Planeta, con Artur Mas y su sonrisa cínica ante el último ganador, Javier Cercas, martillo de talibanes secesionistas. A María Elvira le suena a chino la suspensión del Barcelona-Madrid, “de fútbol no tengo ni idea, creo que el único partido que he visto fue uno que le marcó un gol Platini al Madrid”. Recuerda el ruido balompédico de un partido mientras cenaba con el historiador, novelista y ex alcalde de Cabra José Calvo Poyato, hermano de la vicepresidenta del Gobierno.

Compartió mesa en la cena literaria con Juan Manuel de Prada, que ganó el Planeta con 26 años. Su Imperiofobia ha sido eliminada en la lista de los libros más vendidos en los periódicos barceloneses. Sus libros y el viaje Magallanes-Elcano son dos maneras muy reconfortantes de presumir de ser españoles. En Imperiofobia ya adelantaba algunas de sus opiniones sobre el vecino transpirenaico, que tuvo un imperio con Napoleón por emulación británica, pero nunca mereció el nombre de imperio “porque para eso hace falta dormir al raso y eso no lo han hecho los franceses”. Compara el entierro clandestino de Molière, el padre de la Comedia francesa, y la fiesta que fueron los funerales de Lope de Vega. Tilda de “espantosa” la Revolución Francesa, Liberté, egalité, fraternité. Una revolución que en la novela de Alejo Carpentier El siglo de las luces decide exportar al Caribe la guillotina. No tiene una opinión muy favorable de Blas Infante. En su círculo le comentan que le dieron la medalla de Andalucía “porque Susana Díaz no se había leído su libro”. Y tampoco debió leerlo Arturo Pérez-Reverte, que la presentó en un ciclo de Letras en Sevilla y al que considera por sus éxitos de ventas uno de los principales responsables de esa falacia de trufar la Historia con la Literatura a cuenta de Alatriste, el medio más asequible, la vaselina más suave para que penetre la leyenda negra. María Elvira es una investigadora de pueblo. Nacida en El Borge, del que recibí una caja de uvas pasas. Lo mejor para la memoria, virtud que se reconoce en El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio, y en el Ulises, de James Joyce. Dos novelas cuya acción transcurre en un solo día.

La remitente de estas pasas malagueñas es Guillermina Heredia, aplicada joyceana. El Borge es un pueblo de la Axarquía, patria de la uva pasa y el vino moscatel, próximo a villas de sonoridad serrana como Benamargosa, Benamocarra o Macharaviaya.

Alfonso Guerra fue uno de los principales divulgadores de su aclamado primer libro y en el siguiente María Elvira Roca Barea cita una frase que hizo famosa –hoy se diría viral– el ex vicepresidente del Gobierno: el que se mueva, también en la Historia, no sale en la foto. De Francia llegaron bien masticadas algunas de las leyendas negras de la hispanofobia que enseguida compraron las élites españolas: la conjura de Venecia, la muerte de los hugonotes o la muerte del príncipe Carlos, que esas habladurías atribuían a Felipe II. Roca Barea viaja en su libro al Escorial para evocar en pleno franquismo una película de Hollywood sobre la princesa de Éboli protagonizada por Olivia de Havilland. María Elvira se quedó en el gol de Platini, al que la memoria del aficionado retuvo cantando La Marsellesa en la final del 84 contra España, el año de Orwell.

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