Donde Cervantes halla a Quevedo

Entre el Pozo Santo y San Martín se han rehabilitado casas en las que ahora viven nuevos residentes

Donde Cervantes halla a Quevedo
Ignacio Gutiérrez

19 de abril 2010 - 05:03

Su historia está escrita entre los que vienen, los que se marchan y los pocos que continúan. La plaza del Pozo Santo es la única de la ciudad abierta a cinco calles, su carácter de cruce de caminos le condena a ser un lugar de tránsito. Entre esa plaza y la de San Martín, uno de los micromundos del casco antiguo sevillano, conviven los pocos vecinos "de toda la vida" que quedan, los nuevos residentes y un porcentaje muy elevado de estudiantes y turistas que simplemente están de tránsito. El café bar Los Dardos, un pequeño local en una de las esquinas del Pozo Santo, se convierte en un lugar de encuentro entre los nuevos y los de siempre.

"De aquí todos se marchan", explica la dueña del bar, Manoli Iglesias. "Al lado tenemos una residencia de ancianos, los mayores siempre vienen a tomar café y es triste ver cómo se van muriendo, pero también nos llegan muchas cartas de extranjeros y turistas que vivieron aquí durante un tiempo y eso nos alegra". Lo viejo y lo moderno se mezclan constantemente. "Date cuenta de que esto ha cambiado mucho, los establecimientos más antiguos de la zona son nuestro bar y el taller de artesanía de Antonio Ojeda y llevamos solamente 30 años, luego, cada cierto tiempo, se van abriendo y cerrando negocios de todo tipo, pero ninguno permanece", explica su marido, Marcelo Jiménez.

En la calle Quevedo, la escuela de baile Juan de Triana. Cerca de allí, en la calle Amparo, la Academia de Fotografía Concha de la Rosa, son algunos ejemplos de locales abiertos recientemente. Justo al lado, está el Taller de Artesanías, Maderas y Tallas, Antonio Ojeda Roldán, abierto desde 1970, hoy a cargo de su hijo, José Antonio Ojeda Martín. "La calle se puede dividir en dos mitades", explica el artesano. "De un lado los residentes nuevos que han ido llegando en los últimos 20 años, suelen ser gente con buenos trabajos y de clase media o alta; enfrente, los pisos de alquiler, donde viven estudiantes y turistas que van cambiando cada cierto tiempo. Ahora mismo, la gente del barrio de toda la vida puede ser aproximadamente un 10%, y son ya personas mayores".

Muy cerca de estos establecimientos, en un edificio, una plaza reza: "Aquí estuvo la redacción de Grecia, bandera del ultraísmo. 80 años de vida en Sevilla, 1910-1999". Quienes se enfrentaron al anquilosamiento de las tradiciones literarias de principios del siglo XX y promovieron la novedad, la frescura y la vanguardia, hoy representan el pasado y son una historia más del casco antiguo sevillano. De nuevo, lo moderno se mezcla con lo antiguo.

La plaza de San Martín, que toma su nombre de la iglesia que ocupa su frente norte, era, a comienzos del siglo XVIII, un lugar de reunión de la nobleza sevillana, que poseía allí una sede social. Hoy es una zona residencial y carece de actividad comercial . Aparte de ser utilizada como aparcamiento, soporta un cierto tráfico al comunicar la zona de Feria con la Alameda. Entre los edificios que la rodean, destaca la antigua parroquia y un edificio de dos plantas de estilo dieciochesco, que constituye su frente este.

La calle Lepanto ya era conocida en el siglo XVI como "la calle que va del Pozo Santo a San Martín". Igual que Cervantes. En esta zona predominan las casas tradicionales de Sevilla de tres plantas, hoy día casi todas reformadas.

Cuenta la leyenda que la intercesión de la Virgen salvó de perecer ahogado a un niño que había caído a un pozo público situado en aquel lugar. Encomendándolo sus padres a una pintura de la Virgen ahí existente, vieron cómo las aguas aupaban al niño hasta el brocal del pozo. La zona ya se conocía como "la calle del Pozo Santo". La plaza tiene forma rectangular y, pese a ser espacio de no mucha extensión, ha sido un lugar muy significado en la historia de Sevilla. "Hoy sólo está nuestro bar -Los Dardos-, pero antes compartíamos la plaza con los locales de Celestino, Aurelio y Toribio", bromea Marcelo, dueño del bar. "Cuatro nombres raros".

No hay vestigios del pozo que le dio nombre, algunos vecinos piensan que está en el interior del Hospital del Santísimo Cristo de los Dolores. Según escribió el cronista sevillano Félix González de León, en el siglo XIX, "el pozo está cubierto, y en la Octava de la Asunción de Nuestra Señora lo abren y se beben sus aguas".

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