Claves para prevenir el suicidio en la Policía

Un ertzaina jubilado dirige desde Sevilla una asociación enfocada a visibilizar un problema que lleva años siendo un tabú

La Asociación Andaluza Preventiva del Suicidio Policial pide un plan nacional contra esta lacra

Alberto Martín muestra algunos proyectos de su asociación, con su compañera Mariló Antúnez al fondo.
Alberto Martín muestra algunos proyectos de su asociación, con su compañera Mariló Antúnez al fondo. / Antonio Pizarro

Alberto Martín vivió varias vidas a lo largo de los 22 años que estuvo en la Ertzaintza. Enterró a compañeros, sufrió un atentado, le quemaron el coche, le dispararon. Los mismos amigos que lo idolatraban cuando jugaba en el Bilbao Athletic y estaba a punto de debutar en el primer equipo le dieron de lado cuando decidió dejar el fútbol para enrolarse en la Policía Autonómica vasca. Llegó a debutar en Segunda División en el Sestao contra el Sabadell en el que jugaba de portero N’Kono, ya en los últimos años de la carrera del popular guardameta camerunés. Pero a los 18 años dejó el fútbol e ingresó en la Ertzaintza.

A partir de ahí vivió el terrorismo en sus carnes. El caso de Miguel Ángel Blanco le marcó. Fue uno de los agentes que ejerció de enlace con la familia y de portavoz de ésta. Pasó varios meses con los padres y la hermana del concejal asesinado en Ermua. "Viví de lleno el secuestro y luego los tres días de lucha, de miedo, de dolor... hasta que lo ejecutaron. Fui yo quien transmitió a la familia que lo habían encontrado con dos tiros en la cabeza", cuenta, y se señala un pin que llevaba en la solapa. Es el emblema de Ermua en oro.

Martín fue jefe de instructores en la Academia de la Policía Vasca y escolta de personalidades, entre ellas el lehendakari Patxi López. Formó parte de grupos operativos, desmanteló comandos de ETA, sufrió atentados y recibió un disparo. Después se infiltró en el crimen organizado. En 2014, con poco más de 40 años, sufrió un accidente laboral durante un entrenamiento. "Me caí de espaldas. Me quedé en una silla de ruedas, de ahí pasé a un andador y luego a unas muletas. Me dijeron que eso era lo máximo. Ahora practico boxeo. Si se quiere, se puede".

En 2015 lo jubilaron y al año siguiente se vino a vivir a Sevilla. "Lo elegí por salud. La única fórmula para basar mi recuperación era un clima cálido". No conocía a nadie, sólo a Mariló Antúnez, una policía que había hecho un curso con él. Hoy, Martín preside la Asociación Andaluza Preventiva del Suicidio Policial y Antúnez ejerce de secretaria de Relaciones Institucionales.

Esta entidad está embarcada en unos 60 proyectos con diferentes sindicatos y asociaciones policiales, ayuntamientos, la Junta de Andalucía o la Universidad de Sevilla, entre otras instituciones. "No existe un plan nacional contra el suicidio y en España hay más de 8.000 casos al año. Entre los policías hay una media de 27 en el último lustro. Desde el año 2000, hay 329 policías que se han quitado la vida". El acceso fácil al arma de fuego, el estigma y la falta de reconocimiento son algunos de los factores que inciden en que el suicidio tenga índices más elevados entre los agentes de las Fuerzas de Seguridad que en otros colectivos profesionales.

"Muchas veces el policía no tiene estipulado el trabajo que va a realizar. Se encuentra con situaciones inesperadas y para las que está poco preparado. Trabajamos sobre lo que nos demanda el momento y la situación. Hay que tener en cuenta que los policías convivimos con los 20 peores minutos de cada persona. Gestionar esas emociones al llegar a casa es complicado. Pasar de vivir en un mundo en el que sólo te llaman para solucionar problemas a un hogar en el que hay que gestionar emociones positivas lleva un tiempo y un proceso". Martín recomienda tomarse un tiempo para desconectar, un proceso que él llama de desbriefing y que debe ser de al menos una hora. "Es el momento de soltar la tensión antes de llegar a casa".

El gran objetivo de esta asociación es visibilizar el problema del suicidio entre las Fuerzas de Seguridad, que siempre ha sido un tabú. "En la Guardia Civil hay un capitán psicólogo por cada 1.900 agentes. ¿Qué puede hacer ese hombre?". La asociación tiene un número de teléfono que está 24 horas operativo y cuenta con un equipo de psicólogos, formadores e integradores sociales. Una manera de luchar contra un problema invisible.

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