Escapadas a Miami y Acapulco
Calle rioja
Prehistoria. Rufino González fue empresario de cines de verano en Sevilla 33 años Desde 1963, con 'El bueno, el feo y el malo' en el Alfonso XII, hasta 1996, año del centenario del cine.
EN los sesenta la gente de Sevilla iba mucho a Acapulco y a Miami. Así llamó a dos de los cines de verano que puso en marcha Rufino González (Nerva, 1935), empresario de la selecta nevería durante 33 años. Desde el 5 de junio 1963, cuando abrió el cine Alfonso XII con El bueno, el feo y el malo, hasta 1996. Se cortó la coleta del ambigú justo el año del centenario del séptimo arte.
El Acapulco lo abrió en 1965, hoy cumple en la memoria de sus aficionados sus bodas de oro. Estaba en la barriada Madre de Dios, "todavía no habían hecho el Polígono San Pablo", y allí se vivió uno de los grandes acontecimientos. "Una semana entera pusimos reestrenos y refritos de James Bond. Tuvimos que abrir tres taquillas, la gente compraba las entradas por diez, por veinte, no daba tiempo a contar el dinero".
El Miami estaba en el Tiro de Línea. Vivió el esplendor de lo que fue todo un género. "Llegó a haber 59 cines de verano en Sevilla". De invierno sólo regentó uno fuera de la capital, en la calle Reverte de Alcalá del Río. "La gente sólo quería películas de Tarzán, pero en blanco y negro".
No fueron el vídeo ni las nuevas tecnologías los que, en su opinión, acabaron con el cine de verano. "Fue la única función, que se puso en marcha en la Expo. El cine de verano era una cultura de pueblo. La gente se olvidaba del reloj y no iba sólo por la película. Iba a beber agua del búcaro, a comer higos chumbos y pipas de girasol. Hubo una funcionaria de Madrid que puso una denuncia porque le molestaba el ruido de las pipas".
En el despacho de su casa hay un cartel de El honor de los Prizzi, de John Huston. "Ese cartel lleva unas cuantas mudanzas. Dicen los chinos que una mudanza equivale a tres incendios". Prepara su próxima mudanza, pactada con Maruja, su esposa, con la que anteayer, bodas de oro del cine Acapulco, cumplió 55 años de vida matrimonial sellada con cuatro hijos y siete nietos. "El más pequeño me gana al ajedrez".
Un primo suyo le embarcaba los toros a Gabriel Rojas, ganadero y constructor que en su época de presidente del Sevilla le encargó a Rufino un cine de verano en el estadio. "Yo sabía que no iba a funcionar. La gente tenía que salir para comprar los higos chumbos y las pipas". En el estadio del Betis organizó conciertos de Elton John y Mecano, con sitio para el hombre que con una manguera socorría a la juventud que sufría lipotimias.
Camina poco y no para de escribir. Le pregunta a su cardiólogo si es verdad que al final del camino muere el corazón pero siempre quedan vestigios del cerebro. Prepara una historia del Club Yeyé que fundó en el patio de San Laureano y escribe dos novelas, una sobre dos reinas "libertinas", María Antonieta y la muy cinematográfica Juana la Loca. El estreno más apoteósico que recuerda es el de El rostro impenetrable, con Marlon Brando. "Paul Newman siempre llenaba, daba igual la película".
Cuando el Mundial de Fútbol le obligó a volver desde Nervión a Madre de Dios, había media docena de policías de seguridad. Con Charles Bronson, siete. En tantos años de oficio, aprendió a agitar la coctelera en los multicines: "una de miedo o terror, una de risa, una de guerra, una de amor". Los tiros y los besos.
Rufino hizo de sus limitaciones un trampolín: con poliomielitis desde los once meses, maduró el día que vio llorar a su padre. En el hospital de San Juan de Dios no daban crédito ante un adolescente que sabía escribir "con abreviaturas". Fue bibliotecario de uno de los casinos de su pueblo; jefe de adjudicaciones de la Obra Sindical del Hogar; llevó a Massiel desde Eurovisión a Zalamea la Real; a Camilo Sesto y Mocedades a la plaza de toros de Punta Umbría; y a Lola Flores a la caseta que Televisa tuvo en Sevilla.
Niega que la pantalla del nuevo cine de verano del muelle de las Delicias sea la más grande de Sevilla. "Le superaba la del cine de verano de la Expo, junto al teatro Central". El futuro de estas filmotecas al aire libre lo ve "muy negro, porque la gente tiene de todo". Fue su vida. "La salida de las carretas del Rocío siempre las veía montando el cine". Subió en un coche descapotable que fue de Bette Davis. Uno de los mayores regalos que le hizo la vida fue llevarle a vivir a un corral de vecinos de la calle Alfarería, junto al cine del mismo nombre.
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