Goya y Dalí se encuentran con Leonardo da Vinci

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Esperpento. Rafael Álvarez 'El Brujo' se reencuentra con el público después de la pandemia, con "la burguesía ilustrada de Sevilla", a la que ofreció su personal visión de Valle

Goya y Dalí se encuentran con Leonardo da Vinci
Goya y Dalí se encuentran con Leonardo da Vinci

Lo vimos entrar por un lateral del Cartuja Center. En una callecita perpendicular a Leonardo da Vinci, en la misma Cartuja a la que Rafael Álvarez El Brujo (Lucena, Córdoba, 1950) había venido en la Expo para encarnar en el Teatro Central un pícaro creado por Fernando Fernán Gómez. Una década antes, en Cita en Sevilla, vino una parodia de romanos, Alea Jacta Est, a partir de una historia de José Luis Alonso de Santos. La ciudad en la que en esos primeros años ochenta había sido delegado de Cultura José Luis Ortiz Nuevo, un mozárabe de Archidona que coincidió con Rafael Álvarez en el colegio mayor San Juan Evangelista, el mítico Johny de las reivindicaciones universitarias, antes de que éstas se licuaran en la botellona. Dicen que fue Ortiz Nuevo, tantos años director de la Bienal de Flamenco de Sevilla, quien lo bautizó como El Brujo.

El Alma de Valle-Inclán. El último reto de quien adaptó a Shakespeare y Molière, a Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. Un cuerpo, un alma y las barbas de chivo. El Valle externo (donde cabe la palabra eterno), el interno y el medio pensionista. El Brujo contó que con el comienzo de la pandemia padeció simonitis, no del Simón de Buñuel sino del epidemiólogo que le ayudó a aparcar el Vega Sicilia. Aprovechó el confinamiento para leer tres libros sobre Valle. Uno de ellos, de un profesor de Pensilvania, "esa Universidad a la que Aznar fue a darles una conferencia en inglés".

Puro esperpento, en su actuación aparecen Aznar, Rufián, Irene Montero e Miqel Iceta

Como Valle admiraba los títeres (alma de La Barraca de García Lorca), El Brujo no dejó títere con cabeza: situó al ministro de Cultura, Iceta, en Mira quién baila, bromeó con las entendederas de Rufián. Hizo un guiño en el crepúsculo de Angela Merkel. Pidió disculpas al público: su compañía está de erte y él tiene que hacer de Farandul, de Marigaila, del enano Laureano, de Valle y de Inclán. No tenía que descubrir nada porque estaba ante "la burguesía ilustrada de Sevilla", aunque es posible "que haya venido alguien de Ciudad Real o de Vigo". En lo primero acertó.

El Brujo se considera vanguardia como intérprete, pero no se siente público de los experimentos. Antes que con gaseosa, con Don Simón. Bromas con las visitas de la reina Letizia a Arco, con el minimalismo del Guggenheim. Tablas para dar y tomar. En un momento dado, pese a las advertencias por megafonía antes de la obra, suena un móvil en el patio de butacas. "Si es para mí, dígale que ahora no me puedo poner, que estoy trabajando". De paso, un repasito al lado engañoso y superfluo de las tecnologías.

Goya trajo el esperpento a la pintura y Valle-Inclán al teatro. Compartiendo decorado con las barbas del dramaturgo de las Sonatas, los cuadros El Aquelarre o El gran cabrón de Goya, La tentación de San Antonio, de Dalí, y El Jardín de las Delicias, de El Bosco. Más que luces de bohemia, el iluminador le puso un alumbrado de caseta de Feria de Abril de distrito. No dejaron de sonar los fuegos artificiales.

El alma de Valle-Inclán tiene como columna vertebral la obra Divinas Palabras. El Brujo le hace un guiño a la versión cinematográfica de José Luis García Sánchez, con Ana Belén, Imanol Arias (a quien invitó a dejar por un tiempo a Alcántara), Verónica Forqué y Paco Rabal, que con tres whiskies era el guiñol perfecto. El Brujo le acompañó en el reparto de la serie Juncal de Armiñán. Era el limpiabotas.

El año 36 empieza con la muerte de Valle-Inclán y termina con la de Unamuno. Dos puntales de la generación del 98. Del 5 de enero al 31 de diciembre. De Reyes a la Nochevieja. Valle-Inclán perdió un brazo en un duelo con el periodista Manuel Bueno, nombre del cura de la novela de Unamuno y del suplente de Gento en el Real Madrid.

Valle es inmortal. El esperpento también. Un guiri borracho interrumpió una vez su espectáculo y le dijo "Valle Inclán is woman". Y El Brujo soñaba con una subvención de Unidas Podemos, que tienen en el Gobierno una ministra gallega, pero pensó que Irene Montero se la retiraría en cuanto oyese la frase del autor de Luces de bohemia: "La mujer es hija de la serpiente".

Con más paradas que un tren de tercera, El Brujo llevará esta obra a 26 localidades de media España. Rescató una conferencia de Zorrilla en Santiago de Compostela. El Tenorio era el diablo. Su espectáculo no es sobre la obra de Valle-Inclán, sino sobre las acotaciones. Los asteriscos. Dos ríos en el Cartuja Center: la obra propiamente dicha y los pildorazos del Brujo, tan contundentes como los de Max Estrella. Cree que Cádiz tiene más argumentos que Cataluña para pedir la independencia. Tiene tirón. La sala entera se puso en pie y lo despidió con una larga ovación. Metió las barbas en el atrezzo y se llevó las bombillas a otra Feria.

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