José Pradilla Ibáñez: “Estoy fuera de órbita, los de mi tiempo se han muerto todos”
Homenaje
Hoy cumple 100 años uno de los socios más antiguos del Sevilla, hermano número uno de la Candelaria y niño exiliado en Francia durante la Guerra Civil
Si su vida fuera una película, el tráiler sería medio centenar de niños españoles cantando La Internacional en 1937 por las calles de un pueblo francés próximo a Toulouse. Ese niño, José Pradilla Ibáñez (1924-2024) cumple hoy cien años. El guión de esa película podrían ser sus propias Memorias, que empiezan así: “Yo nací el día 31 de mayo de 1924 en el primer tercio del siglo XX. El acontecimiento tuvo lugar en el pirenaico pueblo de Hecho”.
Los cumple hoy pero lo celebrará mañana con sus cinco hijos, sus siete nietos, sus cinco bisnietos, los dos últimos dos gemelos de seis meses. Y vendrán sus hermanas Hilita y Antonia, dos chiquillas nonagenarias. Un cumpleaños que ha tenido prólogos: una comida en el Círculo de Labradores con la Asociación Sevillista José Ramón Cisneros, “salvo los dos años de mili llevo 84 años de socio”, que le regalaron una camiseta con el dorsal 100; la misa que le dedicó la hermandad de la Candelaria en el triduo del miércoles. “Soy el hermano número uno, el párroco me dijo el otro día mientras comulgaba que cumplo los años que el palio de la virgen de la Candelaria”. Y también la visita de Marianne Cuisiniére, nieta de la familia que lo acogió en Fronton, un pueblo próximo a Toulouse.
Ha trabajado durante medio siglo en Banesto, donde ha sido de todo, incluida su etapa de director en sucursales de la calle Feria, la Campana y Plaza Nueva. En el banco conoció a Consuelo, de Carmona, con la que se casa en 1951. “Éramos trescientos empleados y ella la única mujer”. El día que se jubila, lo llamó por teléfono Monseñor Amigo Vallejo para que se incorporase al Consejo Económico del Arzobispado “en el que todavía sigo”. “Amigo Vallejo estuvo en mi casa y la bendijo. Con Asenjo hablo por teléfono de vez en cuando”.
Un aragonés en Sevilla. “El destino. Mis padres eran los dos maestros nacionales. Estaban destinados en Hecho, donde nacemos mis hermanas y yo. La primera que vino fue mi madre, que no quería porque creía que esto era Arabia, como ir al Oriente Medio. Estuvo a punto de elegir Alcantarilla porque decía que estaba más cerca. Emiliana, le dijo mi padre, cómo vas a cambiar Alcantarilla por Sevilla, que tiene instituto y Universidad”.
Su madre llega en 1933 y José con su padre a comienzos de 1934, en plena República. “Con el tiempo valoras cosas que antes no percibías. La muerte estaba al orden del día. Los comunistas mataban a un falangista, al día siguiente los falangistas a un comunista. Lo de la memoria histórica es un disparate. No me lo han contado. Lo viví yo”.
En verano huían del calor camino de Aragón. “Mis hermanas y yo nos fuimos antes a La Puebla de Valverde, un pueblo a veinte kilómetros de Teruel donde nació mi madre. Mis padres salieron de Sevilla en tren a Valencia el 17 de julio de 1936 y un día después se armó la marimorena. De Valencia cogieron el tren de Zaragoza, que tenía parada en La Puebla de Valverde”. Con doce años vio llegar al pueblo a la Columna de Hierro, “una unidad militar republicana formada por mil hombres, seiscientos civiles y el resto de la Guardia Civil, con el objetivo de conquistar Teruel. En el pueblo un capitán de la Guardia Civil se pasó al bando nacional. El alguacil llamó a mi casa, salió mi abuela y vio la montonera, los montones de cadáveres en el suelo. Chaves Nogales lo ha contado de otra manera, pero yo lo viví”.
La familia de Pradilla volvió a Valencia. “Mi padre, con su pajarita, parecía un burgués y lo mandaron a trabajar. No teníamos para comer, mi padre salía a coger naranjas y a mí me ponían a las tres de la mañana en la cola del pan”. En Valencia su padre coincidió con Juan de Mata Carriazo. “Si no sale de Sevilla, Queipo de Llano se lo carga”. “Un grupo de maestros socialistas franceses llegaron para acoger a hijos de maestros republicanos”. Más de cuarenta niños exiliados a Francia, “alguna película se ha hecho sobre esta historia”. La mayoría acabaron con familias cerca de Burdeos o de Marsella. Pradilla terminó en Fronton, pueblo próximo a Toulouse, en casa del matrimonio Cuisinière. “Ella era maestra y él tenía una tienda de bicicletas”. Estuvo allí hasta que acabó la guerra. “Me volví llorando y hablando francés, allí tenía para comer, aprendí a montar en bicicleta”.
Con quince años, cruzó el Bidasoa “con dos maletones” y en Irún le pidieron un salvoconducto que no llevaba. La alternativa era un camión rumbo a un campo de concentración. “Al ver mi apellido, el policía me preguntó si era hijo de Pradilla, el maestro de Hecho. Se hizo amigo de mi padre cuando el policía, Gumersindo de nombre, trabajó en una aduana para controlar el contrabando”.
Vuelve a Sevilla. “Una segunda etapa y definitiva. Cuando me encontré con mis padres, estaban escuálidos, no los reconocía”. Empezó su bagaje con la banca, una cartera de clientes que iba creciendo, incluidas las prostitutas de la Alameda. Llega a Sevilla por primera vez en 1934 y un año después gana la Liga el Betis. “Me hice sevillista porque me atraen más los débiles. El Sevilla era entonces un segundón”. Con los años, fue a ver las finales de Eindhoven, Glasgow y Varsovia y estuvo en Nervión viendo el Sevilla-Barcelona, último partido de la temporada. “No estoy de acuerdo con esos sevillistas protestones”. El azar intervino en su sevillismo. “A la hija de un amigo de mi padre la habían suspendido en francés. Yo hablaba mejor el francés que el español. Le di clases un verano y aprobó. El padre, Segismundo, me quería pagar y me negué. Y me regaló un carnet de preferencia. José María del Nido padre me dijo que si volvía a la presidencia yo haría el saque de honor cuando cumpliera los cien años…”.
Antes que de la Candelaria, fue hermano de la Esperanza de Triana. “Mi padre era amigo del párroco de Santa Ana. Me hice hermano y me prestaron una túnica. Llegamos a las dos de la mañana y me apunté en la Candelaria”. Es la hermandad del alcalde de Sevilla, José Luis Sanz. “Yo estuve en la junta de gobierno y coincidí con Afrodisio Aguado, su tío-abuelo”.
En la mesita de su casa de san Bernardo, un catálogo de Ben Yessef y el libro de Chaves Nogales Semana Santa en Sevilla. Un día antes de que naciera, ingresó en la Academia de la Lengua Azorín. Muy cerca, está la casa en la que nació en 1921 el torero Pepe Luis Vázquez. En 1923 nace Juan Arza, campeón de Liga en 1946 y Pichichi en 1955. “Era muy piadoso y coincidíamos en misa de Portaceli. Estoy fuera de órbita, de mis coetáneos no queda ninguno. Me alegro de que en esta asociación sevillista he hecho amigos nuevos porque los de mi tiempo se han muerto todos. Soy tan viejo que soy el número uno en todos sitios”.
Paisano del cardenal Bueno Monreal y de Javierre. “Del cura Javierre me habló el párroco de Sos del Rey Católico”. Como buen aragonés, le pregunto por los Cinco Magníficos y le sale de carrerilla la delantera Stuka: López, Pepillo, Campanal, Raimundo y Berrocal. La alegría del cumpleaños la ha empañado la muerte de Antonia Cintado, la Tata, “de Carmona como mi mujer, ha estado viviendo con nosotros desde hace setenta años”. Padre de cinco hijos: Pepe, arquitecto; Chelo, maestra (ex directora del Instituto Bécquer); Pilar, médico traumatóloga; Eugenio, magistrado; Guillermo, funcionario de Hacienda.
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