Un Husillo Real y una real torre de la Reconquista

Metrópolis | Calle Lumbreras

Corralera. En esta calle que une la Alameda con Torneo el hábitat dominante fue muchos años el de los corrales de vecinos. Junto a ellos, mirador impasible, una torre gótica, italianizante, el principal edificio civil de la Sevilla de la Reconquista.

Calla Lumbreras, con la imponente visión de la torre de don Fadrique.
Calla Lumbreras, con la imponente visión de la torre de don Fadrique. / José Ángel García

LA Norte Andaluza. El bar, un punto cardinal que es pura poesía, suena a canción de Alameda y es Alameda pura. Juan Carlos Carmona nació en 1964 en el número 30 de la calle Lumbreras y lleva 32 años de camarero en este bar que fundó un santanderino que jugó en el Sevilla y que abrió inicialmente en 1943 en la calle Amargura. El camarero fue vecino de los Boinas, uno de ellos dicen que se dedicaba al contrabando de piedras de mechero, cuchillas de afeitar y condones, incluso radios que traía de Ceuta.

Esta calle está llena de ingenios. El primero el de su propia supervivencia. Se llama Lumbreras desde la Edad Media y contaba José María de Mena que nunca prosperaron los intentos de cambiar su nombre primero por el de Mendigorría, después por el de Manolo Caracol. Debe su nombre al Husillo Real. Una alcantarilla gigante que desaguaba en el río “y tenía bocas que llamaban lumbreras”, según el libro de las calles de Félix González de León. Analogía hidráulica de la luz porque lumbrera es en el diccionario de María Moliner “cuerpo que despide luz”. Es una de las palabras más repetidas en el primer relato del Génesis, en el relativo al cuarto día de la creación. “Haya lumbreras en el firmamento de los cielos que separen el de la noche, y que sirvan de señales para estaciones, días y años”.

En un minuto desde la Norte se recorren años y estaciones hasta la torre de don Fadrique, un Sur Castellano. “La construcción representa el empeño más importante de la arquitectura gótica sevillana antes de la muerte de San Fernando”, se lee en el libro Metropolis Totius Hispaniae que se editó en los 750 años de la incorporación de Sevilla a la corona de Castilla. La torre es de 1252, cuatro años después de que entraran las tropas de Fernando III. Dicen que fue el nido de amor de un hijo del rey, don Fadrique, con su madrastra, Juana de Pointhieu.

Jerónimo Carrascal vivió primero en los pares y ahora vive en los impares de Lumbreras. Cuatro décadas vecino de esta calle. Extremeño de Azuaga, llegó a Sevilla en 1966 porque en los Salesianos de Mérida no había Preu. Entró en la Universidad un año antes del mayo francés y su condición de profesor de Geografía e Historia la destila, pese a su jubilación, cuando se refiere a la casa con sinagoga que ocuparon los judíos sefardíes que volvieron de Tánger, Ceuta o Melilla con la apertura de Prim o lamenta el abandono de la torre de don Fadrique, “la principal obra de arquitectura civil de la Reconquista, de la ciudad recién tomada”.

Los judíos volvieron a salir de Lumbreras en los pisos de Lubre. Unas viviendas que Jerónimo estrenó en 1979, construidas por la inmobiliaria Armuño. Topónimos gallegos de la cuna de Juan Zapata Cubeiro, coruñés de Bergondo que llegó a Sevilla en 1940, fundó el Lar Gallego y en la Cabalgata de 1971 fue Melchor.

Lumbreras no tenía salida a Torneo; había un obstáculo insalvable, el Husillo Real. La salida era por Álvaro de Bazán, donde pasó su infancia Antonio el Bailarín. Una calle que tuvo muchos corrales de vecinos. Dos de ellos, el de los Chícharos (Lumbreras, 8), y el de las Bombas (Lumbreras, 10), forman parte del libro sobre este tipo de hábitat que coordinó el americanista Francisco Morales Padrón. Salen oficios de sus inquilinos: barbero, cuponero, chófer, calafatero, pantalonera, marmolista, calderero... Cerca estaba la freiduría evocada por El Pali –letra suya, de Pernía y Vizcaíno– en unas sevillanas que son pura antropología. “En la Puerta Correos / miarma, tú me has citao / para ir a las Lumbreras,/ por bacalao”.

El Corral de los Chícharos es ahora un moderno complejo hotelero de apartamentos turísticos, el Patio de la Cartuja. En la planta baja del antiguo Corral de las Bombas, está Textos y Formas, empresa de impresión digital que abrió Antonio Flores en 1989 en el Cerro y se trajo a Lumbreras. Hijo de un corrector de periódico, fue linotipista en el vespertino Sevilla y el Sur/Oeste. Un mundo de papel que evoca el Mercurio con los pies alados de la plaza Vendedores de Prensa situada muy cerca de donde debió estar el Husillo Real.

1954 se conoce en Sevilla como el año de la nieve. Con ese año asocian la llegada dos personajes fundamentales en la intrahistoria de esta calle. José Ribera nació el segundo año de la guerra civil y con 16 años entró a trabajar en la empresa de autocares de los hermanos Suárez Oliveras. “Juan Suárez vendió unas vacas para comprar los primeros autocares”. Ver esos catorce autocares entrando en el garaje de Lumbreras debía ser como la osadía náutica de Fitzcarraldo. En 1978 se fueron a las inmediaciones del cuartel de San Fernando. Su recuerdo queda junto a la torre de don Fadrique, frente al edificio de José Espiau que Nicanor Balbontín mandó construir en 1913 para sede de los almacenes de la compañía Singer de máquinas de coser. La misma que evocaba Sánchez Ferlosio en El Jarama. “Quien dice Singer dice garantía”. Cerrado a cal y canto. Centro de Formación Promoción y Empleo. Hermosos eufemismos. Bajo la dirección de Moisés Moreno y Román Ginés, muchos jóvenes aprendían un oficio y restauraron bancos y balaustradas de la Plaza de España.

Eulogio García Vargas y Pilar Romero, originarios de Santa Olalla del Cala, llegaron a la calle a mediados de los cincuenta. Tabernero y cocinera de Casa Eulogio. Hoy se lee Suites Lumbreras 1. Una de las cuatro en un espacio donde estuvieron la sastrería del marido de Luisa, la casa de Librada y Rafael, último inquilino del Corral de los Chícharos, o la lechería de Mari y Jacinto, que habían sido emigrantes en el extranjero y cogieron un local que antes fue mercería y antes panadería donde las obras descubrieron que el pan se despachaba en una lápida. En Lumbreras hay una casa con la que Cruz y Ortiz obtuvieron un premio en 1982. Oficios de antaño. El Paladar, cocina mediterránea de las dos orillas, fue el bar de Los Niños. En la esquina con Santa Clara, la cocina peruana dio paso a la cocina francesa. Enfrente, casa singular que indica el compás del convento de San Clemente. Hoy vive un profesor de Inglés. Eulogio, hijo de Eulogio y Pilar, recuerda que vivía un carbonero que también era cochero de caballos y armao de la Macarena. Lumbreras, del Husillo a la Comisaría, antiguo cuartel y efímero cine de verano.

Obras de Espiau, Talavera y Cruz y Ortiz

En la calle Lumbreras hay arquitectura de Antonio Cruz y Antonio Ortiz, los autores de la estación de Santa Justa y del estadio de la Cartuja, paralela a otra casa que tienen en Hombre de Piedra. Hay obra de José Espiau, el almacén de las máquinas de coser Singer. Desde una de las casas de Lumbreras se ve la muralla que Talavera y Heredia hizo para proteger el entorno del convento de Santa Clara y la torre de don Fadrique. Muralla cercada a su vez por una obra que soliviantó a numerosos vecinos. “Me van a tapar el sol y el aire de poniente”, dice Jerónimo Carrascal. Su primo Fernando Carrascal fue uno de los arquitectos que realizó el edificio de la Comisaría. La infancia de estos vecinos son recuerdos de corrales de vecinos. José Oñate nació en octubre de 1934, inicio de la temporada que el Betis ganó la Liga. Nació en la casa trianera de su abuela, puso una pica en Flandes (la calle) y entre 1944 y 1962, en que se casa, vive en el corral de las Bombas. Asiduo a las tertulias de La Norte, que regenta Rosa, viuda y cuñada de los anteriores propietarios. El tramo central de la calle ofrece los cierres de la Singer y los pisos del Lubre, antigua Fundición San Clemente, que daban a Lumbreras y Vascongadas, ésta muy degradada.

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