"En Occidente la muerte no está asumida. Hasta los médicos la tratamos como algo ajeno"

Rogelio garrido teruel. ginecólogo

Su carrera le ha llevado a convertirse en una referencia en su especialidad, de la que ha sido catedrático en la Hispalense y jefe de servicio en el Hospital Universitario de Valme

"En Occidente la muerte no está asumida. Hasta los médicos la tratamos como algo ajeno"
El doctor Rogelio Garrido, en el hotel Alfonso XIII, en un momento de la entrevista.
Luis Sánchez-Moliní

15 de abril 2018 - 02:34

La angulosidad de sus rasgos, la melena plateada, un rotundo mostacho y su trato campechano hacen que Rogelio Garrido (Baeza, Jaén, 1947) nos recuerde a un mariachi de leyenda. Sin embargo, estamos ante uno de los mejores oncólogos ginecológicos que ha tenido Sevilla, además de un médico comprometido con el Tercer Mundo a través de su trabajo en la ONG Andalucía por un Mundo Nuevo. Hasta que se jubiló el pasado enero ha sido jefe del Servicio de Ginecología y Obstetricia en el Hospital de Valme y catedrático de la Universidad de Sevilla, y el pasado domingo ingresó en la Real Academia de Medicina de Sevilla con un original discurso sobre cómo ha tratado el arte a su especialidad médica. Su labor como cooperante y sus ansias de formarse le han llevado a viajar por medio mundo: EEUU, Francia, Alemania, Guatemala, Nicaragua, Honduras, Malawi, Malasia... Pero la gran experiencia de su vida, según confiensa, fue cuando organizó una de las primeras expediciones andaluzas en socorro de Haití tras el terremoto de 2010. Aún hoy, cuando recuerda esa experiencia, se le humedecen los ojos. Como ginecólogo ha tenido especial interés en la patología mamaria, de la que es un auténtico especialista. Ahora se está planteando estudiar la carrera de Historia del Arte, pasión que le acompaña desde su juventud gracias a las buenas artes de un profesor de Bachillerato.

-Son muchas las voces que muestran su preocupación por una pérdida de los valores humanos entre los profesionales de la medicina.

-Existe ese peligro. En mi discurso de ingreso en la Academia de Medicina de Sevilla, el pasado domingo, hice una referencia a un texto de un psiquiatra de la Universidad de Lima, Martín Nizama, que dice literalmente: "En los últimos años, gran parte de los profesionales de la medicina han perdido progresivamente la imagen humanista para convertirse en simples técnicos, ávidos de reconocimiento económico y profesional". Esto es una realidad absoluta. Nizama denuncia el exceso del modelo cientifista, que se divorcia de la sensibilidad humana, que debe ser intrínseca al ejercicio de la medicina. Uno de los principales problemas es que existe un erróneo sistema de selección de los estudiantes de Medicina, que se basa en exclusiva en la exigencia de una nota muy alta. Los alumnos llegan a la carrera obsesionados con sacar calificaciones muy buenas, sin saber si de verdad quieren ser médicos. No hay ningún tipo de selección según la vocación. Además, durante la carrera, la formación humanista es nula. Sólo se hace énfasis en los conocimientos técnicos. La gente joven que termina la carrera tiene demasiado interés en el tema crematístico.

"El terremoto de Haití es lo más brutal que me ha pasado en la vida como médico y como persona"

-¿Se acabó la época de los grandes doctores?

-Se ha acabado el modelo de la consulta unipersonal, el de don fulano... Fíjese como ahora lo que están surgiendo como setas son esos centros médicos privados multidisciplinares que compiten directamente con la Seguridad Social. Son empresas que ofrecen una batería enorme de posibilidades diagnósticas y terapeúticas; pequeños hospitales que dan buenos servicios, pero que hacen que se mercantilice la medicina. Esto no me parece ni bien ni mal, pero rebaja el perfil humanista del médico, que es la esencia de la medicina.

-Sólo hay que echar una ojeada a su currículum para comprender que para usted la medicina ha sido, sobre todo, una gran aventura profesional y personal.

-Si tienes vocación, la medicina es la aventura de tu vida. Yo he tenido mucha suerte: fui jefe de servicio, profesor titular y luego catedrático desde muy joven. Además, he podido viajar a muchos lugares. En la carrera, por lo general, hay dos tipos de personajes: el que se sienta en su sillón y hace buena medicina, pero no le interesa pasar de ahí; y el que necesita más, como formarse en el extranjero. Yo siempre he estimulado a la gente joven a que salga fuera para conocer la medicina europea y americana.

-Usted se formó en Madrid, ¿no?

-Sí, empecé en Granada, pero cuando pude me fui a Madrid para formarme con el catedrático José Botella Llusiá, un mito. Él fue el que me propuso que continuase mis estudios en el extranjero, en el Instituto Curie de París. A partir de ahí no he parado de formarme fuera: Lovaina, EEUU, Buenos Aires... No hay excusas, si te quieres mover te mueves.

-Se jubiló en enero, culminando una larga carrera médica. Le haré una pregunta un tanto excesiva: ¿Qué le ha enseñado la medicina de la naturaleza humana?

-La pregunta es difícil. He aprendido muchas cosas, porque debido a mi especialidad, y especialmente a mi subespecialidad, he estado muy cerca de la muerte... De hecho, durante todos estos años no he conseguido aprender a decirle a una persona que tiene cáncer. Probablemente no exista una fórmula, porque hay gente que no lo quiere saber y otra que quiere que le digas hasta el apellido del tumor y las posibilidades de vida que tiene. En Occidente, la muerte no está asumida. Hasta los propios médicos la tratamos como algo ajeno a nosotros. Soy partidario de dar siempre un asidero, porque creo que la esperanza tiene beneficios terapeúticos. ¿Qué me ha enseñado la medicina? Casi todo, porque creo que la he ejercido de una manera muy pasional y humana.

-He leído que una de las cosas que le empujó a escoger su especialidad fue ver a una mujer joven morir por un cáncer de mama.

-No sé dónde lo ha leído, pero es cierto. Fue cuando era residente, allá por el año 1974. Al rotar por oncología conocí a una mujer joven que me impactó, tanto que aún recuerdo su nombre y apellidos: Dominica Casares Cubedo. Tendría unos 25 o 26 años, prácticamente mi edad, era bellísima y tenía un cáncer de mama. Hice todo lo que pude dentro de mis posibilidades, pero murió de una forma dramática. En ese momento dije que iba a luchar contra eso, y así ha sido.

-¿Veremos la curación del cáncer?

--Yo creo que sí, pero no será pronto. El cáncer no es una enfermedad convencional, ya que a priori no está producida por un microorganismo que una vez identificado pueda tener un tratamiento especifico En el cáncer hablamos de mutaciones celulares que provienen de errores biológicos hoy día inexplicables sumadas a factores hereditarios y ambientales (los llamados cofactores) que son potencialmente cancerígenos o al menos coadyuvan a su producción, tales como el tabaco, exposición a la radiación ultravioleta, las comidas grasas sumadas al sedentarismo, etcétera. Pero digamos que poco a poco lo vamos acorralando, a base de mejores métodos diagnósticos, sobre todo los de detección precoz. Por otra parte, los tratamientos hoy día empiezan a ser personalizados al haberse identificado factores y alteraciones génicas que explicarían en parte algunos comportamientos y, por tanto, su eventual pronóstico y tratamiento. Las primeras quimioterapias eran duras e inespecíficas. Recuerdo hace años una diapositiva que solía poner un oncólogo en sus charlas a propósito de los primeros tratamientos en la que se veía cómo una gran explosión en el mar levantaba un enorme hongo, y decía: " Hemos matado al tiburón, pero con él a miles de peces ". Actualmente los tratamientos del cáncer afortunadamente han cambiado y disponemos de tratamientos mucho mas selectivos tanto desde el punto de vista médico como el quirúrgico y radioterápico y con muchos mejores resultados.

-Alguien me dijo que no existía el cáncer, que con ese nombre denominamos a una galaxia de enfermedades.

--Podría suscribir esa frase. Como le decía, el cáncer es tremendamente complejo. Hoy por hoy, lo que sí podemos asegurar es que, si conseguimos una detección precoz, en la mayoría de los casos el cáncer puede curarse definitivamente. Los de mama, colon y próstata son algunos ejemplos. Y lo mejor es que tenemos métodos diagnósticos relativamente fáciles y baratos para detectarlos tempranamente

-Como le ocurre a tantas otras profesiones, la medicina está cada vez más especializada.

-Sí, por ejemplo, mi especialidad, la ginecología, se ha atomizado muchísimo. La medicina general está quedando para el médico de familia, que debe ser una persona muy bien formada para saber cuándo hay que derivar al enfermo a un especialista. Ahora, lo que estamos intentando en la carrera es que el alumno aprenda el abc de la ginecología, porque si queremos enseñarle todo no aprenderá nada. Es en el MIR, que afortunadamente todavía funciona muy bien, donde el estudiante debe especializarse.

El doctor Rogelio Garrido, en el hotel Alfonso XIII, en un momento de la entrevista.
El doctor Rogelio Garrido, en el hotel Alfonso XIII, en un momento de la entrevista. / fotos: josé ángel garcía

-La ginecología está avanzando a una velocidad vertiginosa...

-La ginecología está avanzando en progresión geométrica... No sé a dónde vamos a llegar. La ginecología que yo estudié en la Facultad no tiene nada que ver con la de ahora... No había ecografías prácticamente.

-La tecnología es la que ha permitido ese gran salto.

-Sí, pero es muy cara.

-¿Y eso va a fomentar una medicina para ricos y otra para pobres? ¿La medicina de calidad será tan cara que no podrá ser asumida por el Estado de Bienestar?

- Lo normal es que un médico quiera los aparatos más modernos y mejores que haya en el mercado, el último grito. La empresa privada se ha dado cuenta de esto y cada vez aporta más tecnología punta para el diagnóstico y el tratamiento. El problema es que cada día salen nuevos aparatos. Cuando las primeras mamografías decíamos en broma que era una pelea de negros en un túnel. Ahora están las tomografías, que son impresionantes...

-¿Y la sanidad pública podrá aguantar ese ritmo de compras de nueva tecnología?

-Es carísimo... Yo insisto mucho en que la sanidad pública debe tener buenos técnicos que sepan ser selectivos con la tecnología que se nos ofrece, que sopesen si con lo que ya se tiene se puede llegar o no a los mismos resultados tanto en diagnóstico como en tratamiento. Fíjese en el robot Da Vinci, fue carísimo y no termina de cuajar. La laparoscopia es cien veces más barata y da los mismos resultados. El mercado intenta venderlo todo y con artimañas. Muchas veces es aconsejable esperar un poco y ver cómo funcionan las nuevas tecnologías.

-Otro problema son los medicamentos.

-Algunos relacionados con la oncología tienen unos precios monstruosos. Ahí también hay que ser selectivos. La industria farmacéutica pone en el mercado continuamente fármacos cada vez más contundentes, pero hay que sopesar mucho el gasto...

-...Hacer una media entre la eficacia y la sostenibilidad de la sanidad pública.

-Exacto. Comprendo que el paciente y el médico pidan lo último, pero en este asunto, yo, que he sido jefe de servicio, me pongo del lado de la Administración. Tenemos que ser conscientes de que vivimos en un mundo privilegidado, como uno se da cuenta cuando viaja a África. No exijamos tanto, que en otras partes del mundo no tienen ni para aspirinas.

-Usted ha sido cooperante en muchos lugares, África, América Latina... Sobre todo, fue el que coordinó la ayuda humanitaria del SAS y la Universidad de Sevilla tras el terremoto de Haití.

-Me llamaron el vicerrector y el presidente de la Diputación, Fernando Rodríguez Villalobos, que desde entonces es muy amigo mío. Yo pertenecía desde hacía mucho tiempo a la ONG Andalucía por un Mundo Nuevo. Fue una cosa impresionante. El director del hospital de Notre Dame, en donde estaba el epicentro del terremoto, nos dijo que necesitaban de todo y formamos un equipo de urgencia: un pediatra, un internista, un ginecólogo, un traumatólogo, un anestesista, un cirujano general... Fue emocionante, porque cuando llamaba a la gente para que formaran parte del equipo no me dejaban terminar la frase y me decían: "¿C uándo nos vamos?".

-Me imagino que aquello era un infierno.

-Lloro cuando me acuerdo. Yo no soy traumatólogo y me he visto amputando piernas en Haití. Es lo más brutal que me ha pasado en mi vida como médico y persona. Y mira que he ido a África y he visto cosas duras... Después, en Bois-Tombé, Andalucía por un Mundo Nuevo y Amigos de Haití en Nueva York hemos montado un dispensario al que vamos todos los años.

-El pasado domingo ingresó en la Real Academia de Medicina de Sevilla...

-Para mí es como un reconocimiento, un colofón a mi carrera profesional. La Academia, que se fundó a finales del siglo XVII, con Carlos II, tiene un gran prestigio.

-Su discurso no fue técnico, sino sobre la obstetricia y la ginecología a través del arte.

- Después de mucho pensarlo, lo hice así para no hacer un discurso excesivamente especifico, que hubiese resultado incomprensible y aburrido incluso para muchos médicos que no son de mi especialidad. Siempre me ha interesado mucho la historia del arte y decidí escribirlo en ese sentido. Desde los albores de la humanidad las dolencias del ser humano han sido siempre representadas a través de múltiples expresiones artísticas. Es curiosísimo como la pintura y la escultura pueden representar las distintas enfermedades y tratamientos a lo largo del tiempo Hay cuadros impresionantes, como el de Las viejas, de Goya, en los que se pone de manifiesto una sífilis congénita; La monstrua, de Carreño, que es claramente un síndrome de Prader-Willi, o Las tres Gracias, de Rubens, en la que en una de ellas podemos ver representado claramente un cáncer de mama... y así un montón de imágenes.

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