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Océanos de tiempo junto al muelle de las Delicias

  • Conmemoración. La muerte de Isabel II sorprendió al rey Felipe VI en el Alcázar, a Serrat en la Maestranza y a Juan Sebastián Elcano remontando el Guadalquivir

La nao 'Victoria' podrá visitarse hasta mañana.

La nao 'Victoria' podrá visitarse hasta mañana. / antonio pizarro

Isabel II tiene un puente en Sevilla, pero es por otra reina, la española, la hermana de la duquesa de Montpensier, la cuñada de Antonio de Orleans, la reina expulsada del trono por la Gloriosa de Prim, Serrano y el almirante Topete. Carlos III, el nuestro, el homónimo del nuevo rey de Inglaterra, es más madrileño, todavía lo recuerdan como el mejor alcalde de Madrid. Casi todos los historiadores, con la excepción de Antonio Domínguez Ortiz, lo tienen en alta estima. Antes que rey de España, lo fue de Nápoles. Se trajo a Esquilache desde Sicilia ya Olavide desde el Perú. Su impronta nominal está todavía en La Carlota o La Carolina por su impulso repoblador.

La muerte de Isabel II se produjo el mismo día que Sevilla conmemoraba el quinto centenario de la primera Vuelta al Mundo. En siete décadas de reinado, el más longevo del mundo, ya es mala suerte esa coincidencia de fechas. En los telediarios de ayer, ni un minuto a la gesta que tuvo lugar entre agosto de 1519 y septiembre de 1522. El óbito real sorprendió en Sevilla al rey Felipe VI en el Alcázar, a Serrat en la Maestranza y a Juan Sebastián Elcano o su réplica llegando frente al muelle de las Mulas del que hace 503 años salió la expedición comandada por el portugués Fernando Magallanes. Pero al servicio de la corona española. Un rey español, Felipe II, llegó a ser rey de Inglaterra. Murió en 1598, diez años después de la Armada Invencible y un año antes de que naciera Velázquez.

Sevilla tuvo dos siglos de Oro. El primero fue de cartógrafos, marineros y exploradores; el segundo, de místicos, pintores y poetas. Ramón Carande popularizó al rey emperador con su monumental ensayo Carlos V y sus banqueros. El mismo rey que bien asesorado dio el visto bueno a la mayor aventura jamás soñada. Primero de España, quinto de Alemania, retratado a caballo por Tiziano. Se casó en Sevilla con su prima Isabel de Portugal. La boda de este monarca y la primera Vuelta al Mundo son dos historias de amor entre España y Portugal. Amor de realismo mágico.

Sevilla tuvo dos Siglos de Oro, tres si contamos la Torre del Oro, que llevaba casi tres siglos en pie cuando salen las naves, y dos quintos centenarios. El 8 de septiembre de 2022, horas antes de que Buckingham Palace notificara el fallecimiento de su reina, una réplica de la nao Victoria navegaba en el quinto centenario del viaje iniciático bajo el puente del Centenario levantado sobre el muelle del mismo nombre. La gente había llenado el puente de las Delicias, el único, dicho sea de paso, que inauguró Franco.

Salvas de cañones junto a los tinglados del puerto. Salva Ballesta, pólvora para aquellos ballesteros que horadaron territorios ignotos, manglares, precipicios, terraplenes, ofidios sin nombre, hambres sin consuelo. La jornada era como un diálogo entre dos símbolos de la modernidad: la Diana Cazadora que con pulso neoyorquino esculpió Ricardo Suárez muy cerca del kilómetro Cero de la hazaña, y la sirena del espectáculo de la Fura dels Baus que esta noche se sumará a la fiesta en el Muelle de la Sal donde tantas campañas electorales han llegado a su fin, junto al monumento a la Tolerancia de Eduardo Chillida, escultor paisano de Elcano.

Subían soldados y autoridades del muelle a la glorieta donde le iban a rendir honores a Juan Sebastián Elcano, inmortalizado en la calle de la que sale la cofradía de las Cigarreras y donde vivió Manuel Ferrand (el único premio Planeta sevillano), en el edificio Elcano que lleva la firma del arquitecto Galnares Sagastizábal (su casa en San Vicente es la sede regional del PSOE) o en la barriada marinera con una iglesia del Carmen que tiene una pintura alusiva a la nao Victoria de Juan Miguel Sánchez.

Sobre los cañones de un nuevo Espronceda, ya en el paseo de la Palmera, que es como un río de asfalto que llega hasta Cádiz, está la discoteca Maquiavelo. El filósofo florentino, el autor de El Príncipe donde desgrana todos los secretos y vergüenzas del poder, era coetáneo de Elcano y Magallanes. Vivió algunos años más porque pensar fatigaba menos que navegar. Murió en la Florencia donde nació y no en islas inhóspitas o mares salvajes como sus coetáneos. Maquiavelo (1469-1527), sobrevivió por muy poco a Magallanes (1480-1521) y a Elcano (1486-1526). Y el destino, la historia y la casualidad los ha vuelto a juntar.

En el desfile de lepantos con los nombres de sus embarcaciones (Castilla, Numancia, Victoria, Reina Sofía, Galicia) habría quien recordara una crónica primorosa de la inauguración de este monumento a cargo de Pepe Guzmán con un subtítulo impagable: "Alguien se ha olvidado el llavero". La reina de Inglaterra se murió el año que se cerraba el círculo de la vuelta al mundo apadrinada por el rey de España. La pérfida Albión. Isabel II llegó al trono dos años después del gol de Zarra a Inglaterra en Maracaná que retransmitió Matías Prats. Y estaba en la flor de la vida cuando en 1968 Massiel ganó en Londres el festival de Eurovisión con La, la, la, Gibraltar hecho canción. La próxima edición la organizará Inglaterra. United Kingdom en las votaciones del jurado. Reino Unido, qué envidia. He recorrido océanos de tiempo para encontrarte. La frase del Drácula de Coppola vale tanto para los tres océanos que atravesaron los valientes de Elcano, la primera Victoria en Maracaná, como para la lluvia de tiempo (la expresión es de Saramago) de los años de reinado de Isabel II, la reina del Támesis que se llamaba como el puente de Triana.

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