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Metrópolis | Escuelas Pías

Pruebas empíricas de que existe agua en la Luna

  • Satélite. Entre 1665 y 1914 y entre 1931 y 1954, la actual calle Escuelas Pías se llamó calle Luna, unida por Matahacas con la calle Sol. El número 1 es desde 1986 la sede social de Emasesa, donde hubo un palacio y el colegio de Escolapios

antiguos torreones del palacio de los duques de Arcos en la entrada al parking de Escuelas Pías.

antiguos torreones del palacio de los duques de Arcos en la entrada al parking de Escuelas Pías. / José Ángel García

ANTONIO José Abela puede presumir de vivir en la que fue considerada como la calle más larga de Sevilla. El encargado de la Bodeguita El Puerto, en el número 10 de Escuelas Pías, reside en la calle Matahacas, que hasta 1954 unía la Luna y el Sol. Quince años antes de que el hombre llegara a la Luna, bodas de oro que ahora celebramos, el Ayuntamiento volvió a llamar a la calle Luna Escuelas Pías, como se había denominado desde 1914 hasta 1931. El año que se proclama la República, recupera el nombre histórico que tuvo desde 1665. Según el libro de las calles de Sevilla de Félix González de León, debía ese nombre a una demoninada Casa Principal de la Luna. Un día después de que Armstrong pusiera pie en la superficie lunar, el alcalde de Sevilla, Félix Moreno de la Cova, se comprometió a rotular una calle con el nombre de los tres astronautas. No sólo no cumplió ese rentoy lunar, sino que ya son 65 los años que lleva de eclipse la antigua calle Luna o de la Luna.

El nombre de Escuelas Pías se debe a la institución que fundó el aragonés San José de Calasanz, las Escuelas Pías para Niños Pobres que puso en marcha en Roma en 1597. Entre 1888 y 1974, los Escolapios asentaron la doctrina calasancia en el antiguo palacio de los Ponce de León, más tarde de los Duques de Arcos, con los que Fernando III recompensó a esos caballeros tras la reconquista con una serie de viviendas próximas a la muralla comprendidas entre lo que fueron las calles Sol y Luna. La primera sigue existiendo, con inicio en la iglesia de San Román de la que salió la hermandad de los Gitanos.

La calle Escuelas Pías es un símbolo del poder municipal. Desde 1986 acoge la sede social y las oficinas de Emasesa, empresa que desde 2007 suministra de agua a la capital y otros diez municipios. Casi dos millones de beneficiarios, prueba empírica de que hay agua en la Luna. Junto a estas oficinas, en la plaza Ponce de León que también da nombre a la comunidad de propietarios que reside en el bloque aledaño, existe un apeadero de Tussam, punto de salida o destino de numerosas líneas de autobuses que además de los que llegan hasta la plaza del Duque cogen una curva casi inverosímil en la Puerta Osario, a la altura de la peluquería Hoyos, donde se cortaba el pelo Rafael Gordillo, que fue vecino de la zona. Desde la Puerta Osario, la calle se ensancha y en la plaza Fray Jerónimo de Córdoba se divisan las torres de Santa Catalina, San Pedro y el torreón exquisito de la Hemeroteca.

Pocas calles con tanta bibliografía, gracias en parte a la presencia casi centenaria, hasta su traslado a Montequinto en 1974, del colegio de los Escolapios. Por sus aulas pasaron el poeta Luis Cernuda, el traductor Rafael Cansinos-Asséns, el arquitecto Juan Talavera, que intervino en las obras del colegio, el abogado Manuel Blasco Garzón, presidente del Ateneo cuando la institución acogió la histórica foto de la generación del 27, el historiador Antonio Domínguez Ortiz, los toreros Ignacio Sánchez Mejías, mecenas de aquellos poetas, Cagancho, Pepín Martín Vázquez o Antonio Ordóñez. También el empresario Juan Robles, el americanista Luis Navarro García y un largo etcétera, nómina que ofrecía un antiguo alumno, el dermatólogo y académico Ismael Yebra, en su libro Juan Calasancio. “Los Escolapios tenían fama de buenos latinistas y grafistas”, dice Yebra, escolapio desde los cinco años hasta COU, compañero de clase del músico Manolo Imán. “Uno de los mejores latinistas, que perteneció al colegio, fue Fray Jerónimo de Córdoba”.

El periodista Juan Manuel Ávila coordinó el libro Somos Escolapios, de Ponce de León a Montequinto. Alumnos del colegio fueron los dos alcaldes más longevos de Sevilla en la democracia, Alfredo Sánchez Monteseirín –su padre fue profesor de Lengua– y Manuel del Valle. En el patio de la Virgen del colegio, el Calasancio Hispalense disputó una eliminatoria de balonvolea contra el Real Madrid cuando lo entrenaba don Luciniano, mítico profesor de Gimnasia.

A esta bibliografía colegial pertenece con todos los honores el relato El Maestro, que Cernuda, vecino de la plaza Fray Jerónimo de Córdoba en su tránsito de Acetres a la calle Aire, publica en Ocnos y dedica a su profesor de Retórica, al que retrataba “bajo, rechoncho, con gafas idénticas a las que lleva Schubert en sus retratos”. Un maestro fundamental en el poeta: fue el que sin éxito intentó hacerlo recitar alguna vez en público, el que le hizo escribir sus primeros versos y lo puso a la cabeza de la clase, “distinción que ya tempranamente empecé a pagar con cierta impopularidad entre mis compañeros”.

La bibliografia escolapia se completa con Un día en el colegio, una actividad que coordinó José María Izquierdo, antiguo alumno, el único nombre propio que aparece en Ocnos, para conmemorar el tercer centenario de las Escuelas Pías. Vecino de la calle Castellar, es un personaje fundamental cuyo legado pervive en la ciudad. Artífice de la Cabalgata del Ateneo, donde lo retrataba Cernuda –“siempre en la biblioteca del Ateneo, escribiendo los artículos diarios en que tiraba a la calle su talento”–, encarnó al rey Gaspar en la primera de 1918.

El número 1 de Escuelas Pías es ahora unas oficinas municipales, un bloque de viviendas, un riquísimo patrimonio que conoce la historiadora Lourdes Ferrand y un parking de cinco plantas para vehículos. Quizás sea esto lo más parecido a la superficie lunar en consonancia con el nombre antiguo de la calle. Se conservan los torreones palaciegos en la entrada del parking, pegados a la trasera de la iglesia de los Terceros. Una placa recuerda al padre Bernabé Ruiz, promotor del colegio, y a Pedro Arnáiz, que se fue sacerdote y volvió secularizado como profesor de Lengua.

La Bodeguita El Puerto se llamó Luna 10. Antonio José lo cambió en homenaje a una bodega en la ribera del Guadalete donde para el Vaporcito del Puerto. La calle en esa zona se retranquea con un espacio de disfrute cuando los calores dan la tregua. Comparte espacio con El Rincón de Tito, un bar que data de 1982, donde lleva las riendas Luis Barceló.

Frente a estos dos bares, uno de los edificios más singulares de la calle. Un solo bloque, dicen que con fachada de Aníbal González, con tres entradas correspondientes a los números 11, 11 accesorio y 13. “El último inquilino era amigo mío y se murió, era prioste de los Estudiantes”, dice el de la Bodeguita El Puerto. “Piden tres millones de euros y dos para obras”. Está deshabitado, en buen estado y coronado por la fecha de su construcción, 1929. “Hay mucha gente interesada, de alguna inmobiliaria han dejado el teléfono”, dice Eduardo Morales, de Tu Forma, una tienda de muebles a medida que pertenece a Muebles Sarria, firma señera de Marchena.

La calle Virgen de los Gitanos une Escuelas Pías con Matahacas por un patio interior. En realidad es un callejón por donde entraban los llamados parvulitos. Ese patio, presidido por un ficus benjamina de ocho brazos, era el lugar donde jugaban a la pelota. Eso dice al menos un residente de esta comunidad que era alumno de San Francisco de Paula y participaba en esos desfogues escolares. Hay un gabinete de Psiquiatría y dos cancelas a ambos lados que los vecinos negociaron con la Gerencia de Urbanismo para cerrar el patio, que es público de día y privado de noche.

La casa número 19, cuyos bajos comparten una tienda de Todo a 100 –no se pusieron la pila de los euros– y la Herboristería Mariló, tiene en la segunda planta un curioso guiño al antiguo nombre de la calle. Las cinco ventanas reflejan en cerámica las diferentes posiciones de la Luna. La ¡Tierra! en la que Neil Alden Armstrong hizo las veces de Rodrigo de Triana.

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