"Pido que, por lo menos, se cumpla la ley tan injusta que tenemos"

LA hermana mayor de Rosa María Real, Cristina, envió ayer una carta a este periódico en la que explica el sufrimiento de la familia y que transcribimos a continuación: "Mi padre no supo describir, en la entrevista que le hicieron en Diario de Sevilla, de una forma más corta pero más gráfica, el horror que vivimos desde el atropello brutal a mi hermana Rosa. Queda el desconsuelo. Queda el vacío. Queda la angustia atrapada en la garganta como compañera inseparable. Queda la ausencia permanente que cada día que pasa se percibe con más nitidez y se agarra con tenazas al corazón. Queda la frustración e impotencia de mi padre, la soledad de mi madre, que nos sirve de ejemplo por su serenidad y por su entereza. Asombra ver cómo continúa ayudándonos, trabajando junto a mi padre en el bar con su pin de una Rosa clavado en su ropa, cuando en realidad donde está clavado es en su corazón. Pero esa entereza, cuando se cierra la puerta de casa, se rompe. Se rompe como se nos rompió de golpe la alegría. ¿Dónde están las risas de mi hermana?; ¿dónde están sus canciones y sus bailes con Leo?; ¿dónde está su bondad?; ¿dónde sus ganas de comerse el mundo?; ¿a dónde han ido sus sueños?; ¿cómo escuchar su voz que nunca llegó aquella mañana?

Hasta hace menos de un año éramos tres hermanas. Un año y medio nos separaban. Yo tenía 22 y ella 20. Aunque Rosa comenzó a trabajar antes que yo, siempre encontraba tiempo para que estuviésemos las tres juntas, para tomarnos el pollo con arroz, tan rico, que preparan mis padres en el bar. ¡Tiempo, teníamos tiempo para tantas cosas! Pili sólo ha podido compartir con ella 12 años. Tampoco tuvimos tiempo para seguir conociendo a Leo. Aun así, compartimos muchas cosas con él. Mi hermana era feliz a su lado, siempre con el sueño de ir a República Dominicana y conocer a su familia. Somos personas trabajadoras y éramos felices. Nada nos faltaba, nos sobraba el mundo entero si estábamos juntas. No tengo recuerdo alguno donde no esté Rosa. Yo soy enfermera, Pili quiere estudiar Medicina y Rosa iba a retomar este año sus estudios y compaginarlos con el trabajo. La capacidad de trabajo de mi hermana era increíble. Siempre fue un ejemplo para nosotras. Ahora nos separa la eternidad. Un vacío eterno. Mi madre dice que ya le sobra el tiempo, el tiempo ha pasado a ser una carga.

A cuatro días del juicio lo único que hemos podido hacer es intentar pintar las paredes de la casa para no pensar, pero es imposible no hacerlo. Como mi padre dice, no queremos venganza porque nuestro desánimo es tal, que ni tenemos capacidad para ello. Ni siquiera quiero Justicia, pues siempre viviré con la injusticia de no poder ver a mi hermana, de no poder compartir mis momentos con ella, de tener que seguir viviendo y trabajando a pesar del desánimo.

Pero públicamente sí pido que, por lo menos, se cumplan las leyes tan injustas que tenemos. Dicen que quien hizo la ley hizo la trampa. Que los tribunales no permitan que la búsqueda de la trampa dé frutos y se impida el cumplimiento de la ley. Él no cumplió la ley, se saltó los semáforos, embistió a mi hermana a una velocidad mortal y la mató robándole la vida a ella, a Leo y a nosotros. Que ahora no se le permita volver a saltarse la ley. Que la ley sea ese semáforo rojo que nunca debió saltar y que en esta ocasión sí le ponga límite a alguien que no está acostumbrado a que se los pongan. Que la belleza de mi hermana en todos los sentidos sea un contrapeso en la balanza de la Justicia, que pese su juventud, que pese su bondad, que pese su ausencia que para nosotros es infinita, que pese nuestro dolor porque si no las cenizas de mi hermana, de las que no hemos podido desprendernos, no serán a los ojos de los demás más que cenizas sin valor, pues no tuvieron peso en los tribunales para hacer que se cumpliera la ley con su máximo rigor, como máximo fue el daño. ¡Y si alguien duda de cuál es la parte que sufre, si quieren ver lágrimas, dolor y sufrimiento, que vengan a mi casa!"

Fdo.: Cristina Real.