La foto de Pablo Juliá en la biografía de Plácido que ha escrito Lola Villar Lama es como la piedra Rosetta de la autonomía andaluza. Está fechada el 27 de mayo de 1978 en la Diputación Provincial de Cádiz. En la imagen, tres personas: de pie, Plácido Fernández Viagas, que ese día tomaba posesión como primer presidente de la Junta de Andalucía en la trimilenaria ciudad de Cádiz, según las cuentas de Antonio Domínguez Ortiz. Sentados, Manuel Clavero Arévalo, ministro para las Regiones del Gobierno de Adolfo Suárez, y José de la Peña Cámara, un americanista nacido en Valladolid, la ciudad donde muere Colón. Que llegó a Sevilla en 1925, el mismo año que ingresa en el PSOE. Fue director del Archivo de Indias y ocupó con Plácido acta de senador en la Cámara Alta. Por su condición de senatus (el de más edad) presidió la primera asamblea de parlamentarios andaluces. Casi tres años después de aquella foto, en la misma ciudad de Cádiz se producía el histórico encuentro entre Rafael Alberti, poeta del 27 y diputado del 77, con José María Pemán. Ese abrazo de las dos Españas que ha laminado un señor que es alcalde de Cádiz.

La foto de Plácido, Clavero y José de la Peña Cámara es como un palimpsesto de la Andalucía del porvenir en aquella sesión constituyente y caletera. Es curioso el baile de las cifras, que uno al menos ejercita para contrarrestar la mala prensa que empieza a tener la memoria en los planes educativos. Veamos esta historia de Andalucía saltando por los años pares. En 1976, el rey Juan Carlos I decide acabar con el Gobierno de Arias Navarro y de la terna de sucesores sale nombrado Adolfo Suárez en julio de ese año. Tras las elecciones del 77, en el primer Gobierno de la democracia Clavero ocupa la cartera de las Regiones. En 1978 Plácido Fernández Viagas, metáfora del Plácido de Berlanga por su precariedad de medios y prerrogativas, se convierte en el primer presidente de la Junta. El 28 de febrero de 1980, año de Juegos Olímpicos de Moscú, tiene lugar el referéndum, esa trampa de Suárez que los andaluces convirtieron en trampolín. Clavero presentó la dimisión y votó sí al artículo 151, el salto al estilo Fosbury de la autonomía andaluza.

En 1982, el 23 de mayo y el 28 de octubre dos antiguos alumnos de Manuel Clavero, Rafael Escuredo y Felipe González, respectivamente, consiguieron sendas mayorías absolutas en las elecciones andaluzas y las nacionales. Las primeras llegaron poco antes del Mundial de España; las segundas, poco antes de la visita del Papa. En 1984 llega a la presidencia de la Junta José Rodríguez de la Borbolla. Escuredo presentó la dimisión. La noticia me cogió con el fotógrafo Rafa Debén en Cádiz entrevistando a Mágico González.

Suárez desmontó el franquismo, Clavero desmontó el centralismo y dos socialistas sevillanos con nombre de reyes, Felipe y Alfonso, reconquistan España. Fueron los padres de la Transición. La frecuencia de sus hijos generacionales también se puede seguir con este salto de los años pares. En 1966 nace Juan Espadas, que es alcalde de Sevilla y quiere ser presidente de la Junta. Al revés que Borbolla: fue presidente de la Junta y quiso ser alcalde, pero perdió las primarias con Monteseirín, que tiene plaza junto a la torre Sevilla. En 1968 nace el rey Felipe VI, que recibió en Sevilla la medalla de Andalucía el 14 de junio, el mismo día que muere Clavero Arévalo. Se la entregó Juanma Moreno Bonilla, séptimo presidente de la Junta, nacido en 1970. En 1972, ocho años menos un día antes del 28-F, nace Pedro Sánchez, que se dignó recibir al presidente andaluz en la Moncloa. Y en 1974, el mismo mes de la reunión de Suresnes, nace Susana Díaz, que ganó las elecciones pero perdió la Junta en los comicios del Domingo de Adviento de 2018. La Cámara de los Pares le infligió tres derrotas: primero Moreno Bonilla, después Pedro Sánchez en las primarias y Juan Espadas en las secundarias para la Junta. Dos años después del nacimiento de Susana Díaz, se constituye el Gobierno de Adolfo Suárez y vuelta a empezar. 1976. El año de la peluca (la entrevista clandestina con Carrillo) y el gol de Panenka.

Para unir ambos ciclos, el de los padres de la Transición y el de sus hijos, cuando Felipe VI agradeció el galardón de la Junta, que recibió como un abrazo (contrapunto de la descortesía de que sería objeto en Barcelona), mencionó a las instituciones con la salvedad de un solo nombre propio, el de Rodríguez de la Borbolla, el socialista que quiso ser alcalde y también presidente del Betis y hermano mayor del Calvario. Pero ésa es otra historia, como diría el camarero de Irma la Dulce.