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Episodios sevillanos del siglo XX

Puente de Hierro, símbolo de la Exposición de 1929

  • ENTREGAS PUBLICADAS 24 y 31de mayo; 7, 14, 21 y 28 de junio; 5, 12, 19 y 26 de julio; 2, 9 , 16 y 23 de agosto de 2009.El puente de Alfonso XIII, vulgo de Hierro y de Tablada, fue el primero del siglo XX y símbolo de la ciudad de la Exposición Iberoamericana, desde 1926 hasta 1998, cuando fue desmontado y ahora está arrumbado

LAS mismas circunstancias de renacimiento sevillano y frustración posterior por razones ajenas a la ciudad, motivadas por causas nacionales negativas, volvieron a producirse durante la primera mitad del siglo XX, como tendremos oportunidad de comentar en próximas entregas. En efecto, el renacimiento ciudadano impulsado por los afanes regeneracionistas (1898), liderados por Joaquín Costa y Francisco Cambó; la fundación del Ateneo (1887), por un grupo de catedráticos y profesionales liberales; y la larga gestación de la Exposición Iberoamericana (1909-1929), más los beneficios otorgados por la Dictadura de Primo de Rivera, como máximos exponentes de un tiempo nuevo y esperanzador para Sevilla, quedaron truncados por causas de la caída de la Monarquía alfonsina, la II República, el Frente Popular, la Guerra Civil de España y la posterior y larga posguerra.

Esta segunda mitad del siglo XIX, con sus altibajos socioeconómicos, coincide con la Sevilla costumbrista más difundida en el extranjero, la ciudad de pandereta que cautiva a los viajeros y artistas románticos de la época, que con sus escritos y dibujos motivaron leyendas más negativas que positivas, nunca contrarrestadas por la propia ciudad, que se inclinó siempre por el desinterés, por la indiferencia, sin importarle la fama externa. Teófilo Gautier, en su Viaje por España de mediado el siglo XIX, escribió un análisis bastante acertado sobre la idiosincrasia sevillana, afirmando: "...Sevilla tiene todo el rumor y movimiento de la vida. Le importa poco el "ayer", y menos aún el "mañana"; se entrega al día presente. El recuerdo y la esperanza son la ventura de los pueblos desdichados; Sevilla es feliz...".

La imagen de Sevilla durante los Siglos de Oro y siguientes cautivó a un buen número de escritores hispanoamericanos, que le dedicaron obras excelentes. En paralelo la imagen gráfica sevillana y andaluza en general tuvo geniales intérpretes extranjeros.

Cuando Sevilla llega al comienzo del siglo XX, la suma de las últimas décadas define a una ciudad sin tiempo, anclada en el pasado. Entre los planos de Poley (1910) y de Olavide (1771), apenas si existen diferencias, salvo los ensanches urbanos interiores promovidos directa e indirectamente por la invasión francesa que impuso grandes plazas en lugares ocupados hasta entonces por conventos y manzanas de viviendas anexas. Son los casos significativos de los sectores de la Encarnación, Santa Cruz, Magdalena, San Fernando (Nueva) y Argüelles (Cristo de Burgos). Pero el perímetro urbano de la ciudad de 1900 era idéntico al del siglo XVIII, y lo mismo ocurría con la zona central, entre el Ayuntamiento y la Puerta de Jerez. En este emblemático sector, el trazado de la actual avenida no se completó hasta 1927-1928 y gracias a las ayudas de la Dictadura de Miguel Primo de Rivera con motivo de la Exposición Iberoamericana de 1929.

Extra murallas, en la frontera con las rondas, en 1900 existían los mismos arrabales históricos del primer plano topográfico de 1771: los Humeros, la Macarena, San Roque y la Calzada, San Bernardo, la Resolana (Arenal), la Carretería y el Baratillo, la Cestería y Triana, como en los Siglos de Oro. Todo lo demás eran huertas y cortijos.

La ciudad de los puentes de Isabel II (Triana), de Alfonso XII y de la Pasadera del Agua (Chapina), entre 1852 y 1898, estaba dividida en diez distritos, con seiscientas dos calles, cincuenta y siete plazas y sesenta y una barreduelas. Tenía cuatro mercados de abastos -los de la Encarnación, Feria, Triana y San Agustín-, más el mercadillo del Postigo del Aceite. Además, había registradas más de doscientas tiendas mixtas de comestibles y bebidas, sin contar las tabernas, cafés y cervecerías que superaban los doscientos cincuenta establecimientos. Tan numeroso censo hostelero contrastaba con el reducido número de librerías e imprentas, apenas dos decenas.

El panorama comercial de abastecimientos se completaba con numerosos mercadillos eventuales, la mayoría de ellos surgidos durante la segunda mitad del siglo XIX y contemporáneos de los tres puentes. Sólo dos mercados tenían antigüedad remota, el de la Alhóndiga, de origen árabe, que se mantuvo posiblemente hasta 1886; y el del Jueves, también de origen árabe y que aún se mantiene abierto.

Luego hubo una larga nómina de mercadillos: del Rastro (1865-1930?), en la Puerta de la Carne durante la Pascua de Resurrección, dedicado a ganado lanar; de Caballerías (1865-1904?), en la Puerta Osario; del Aceite (1877?-1911); del Boquete (1876?-1912), cerca de la Puerta Osario, dedicado a la ropa usada; del Calzado Viejo (1870-1899?); del Barranco del Pescado (1884-1971); y otros de carácter unitario.

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